lunes, 29 de mayo de 2023

LA VIRTUD DE LA FE. Dom Gueranger


Lunes de Pentecostés

Dom Gueranger

LA VIRTUD DE LA FE. — El Espíritu Santo crea la fe en nuestras almas, y por la fe conseguimos la vida eterna; porque la fe no es la adhesión a una tesis racionalmente demostrada, sino una virtud que procede de la voluntad fecundada por la gracia. En el tiempo en que vivimos, la fe es rara. El orgullo del espíritu ha llegado al colmo, y la docilidad de la razón a las enseñanzas de la Iglesia falta en un gran número. Se cree cristiano y católico, y a la vez no está dispuesto a renunciar a sus ideas con toda sencillez, si fuesen desaprobadas por la autoridad, que sólo tiene el derecho de dirigirnos en la creencia.

Se permiten lecturas imprudentes, a veces malas, sin intranquilizarse si se contraviene a sagradas prohibiciones. Se hace poco por trabajar en una instrucción seria y completa en cosas de religión, de suerte que se conserva en su espíritu, como un veneno oculto, muchas ideas heterodoxas, que tienen curso en la atmósfera que se respira. Con frecuencia ocurre que un hombre se cuenta entre los católicos, y cumple los deberes exteriores de la fe por principio de educación, por tradición de familia, por cierta disposición natural del corazón o de la imaginación. Es triste decirlo, muchos juzgan tener fe, pero está extinguida en ellos.

Con todo, la fe es el primer lazo con Dios; por la fe, nos dice el Apóstol, se acerca uno a Dios 1 y se queda unido a El. Tal es la importancia de la fe, que el Señor nos dice que “el que cree no es juzgado”. En efecto, el que cree en el sentido de nuestro Evangelio, no sólo se adhiere a una doctrina; cree, porque se somete de corazón y de espíritu, porque quiere amar lo que cree. La fe obra por la caridad que la completa, pero es un gusto anticipado de la caridad. Y por eso el Señor promete ya la salvación al que cree. Esta fe sufre obstáculos de parte de nuestra naturaleza caída. Acabamos de oírlo: “La luz ha venido al mundo, pero los hombres han preferido las tinieblas a la luz” En nuestro siglo, las tinieblas reinan y se hacen más densas; también se ve levantarse falsas luces; espejismos falsos extravían a los viajeros, y lo repetimos, la fe se ha hecho más rara, esta fé que une con Dios y salva de sus juicios. Espíritu divino, líbranos de las tinieblas, corrige el orgullo de nuestro espíritu, rescátanos de esta vana libertad que se la propone como el único fin de todo, y que es tan estéril para el bien de las almas. Amamos la luz, deseamos poseerla, conservarla y merecer por la docilidad y la sencillez de niños la dicha de verla abierta en el día eterno.