domingo, 16 de octubre de 2022

LA FORTALEZA EN LA LUCHA. San Ambrosio

 



Lecciones del II nocturno de Maitines

3º domingo de octubre

 

Del Libro de los Deberes de S. Ambrosio, Obispo.

Lib. 1, cap. 41.

El valor resplandece en los reveses como en los triunfos: consideremos el fin de Judas Macabeo. Tras derrotar a Nicanor, lugarteniente del rey Demetrio, dirigiose contra el ejército del rey, de veinte mil hombres, frente a sus ochocientos; como éstos quisieran retirarse por temor a la multitud aplastante de enemigos, decidiolos a preferir una muerte gloriosa a una huida vergonzosa: “No echemos un borrón a nuestra gloria”. Duró el combate desde la mañana hasta la caída de la tarde. Sabiendo que el ala derecha del enemigo era la más fuerte, la atacó y la rompió fácilmente; mas persiguiendo a los fugitivos, el ala izquierda le atacó por detrás hallando así una muerte más gloriosa que los mismos triunfos.

Jonatas, combatiendo a los ejércitos reales con un puñado de hombres, viose abandonado de los suyos, y, sólo con dos guerreros, reanudó el combate, rechazó al enemigo, y reanimó a su gente fugitiva para que participaran del triunfo. Es un ejemplo insigne del valor guerrero en su aspecto más noble y hermoso: preferir la muerte a la servidumbre y a la deshonra. ¿Y los Mártires? Fijémonos en los jóvenes Macabeos. ¿No obtuvieron sobre el soberbio rey Antíoco una victoria no inferior a la de sus propios padres? Estos habían vencido por la fuerza de las armas; mas aquéllos vencieron desarmados.

Los siete hermanos, asediados por las legiones reales, se mantuvieron invencibles. Agotáronse todos los suplicios, fatigáronse los verdugos; mas los mártires no desfallecieron. A uno le arrancaron la piel de la cabeza, pero no decayó su valor; otro, al mandarle sacar la lengua para cortársela, exclamó: No sólo oye a los que hablan aquel Señor que oía a Moisés mientras callaba: llegan mejor a sus oídos los pensamientos secretos de los suyos que las voces de los demás. ¿Cómo temes los reproches de mi lengua y no temes los de mi sangre? También la sangre tiene su voz, y con esta voz clama a Dios, como lo hizo la sangre de Abel.