martes, 11 de octubre de 2022

11 de octubre. Maternidad Divina de María

 


LA INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DE LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA. De las Actas de Pío XI.

 

De las Actas de Pío XI.

En el año 1931 se celebró, con aplauso del orbe católico, un solemne jubileo; habían transcurrido 15 siglos desde que, bajo el papa Celestino, los Padres del Concilio de Éfeso habían aclamado Madre de Dios, contra los herejes nestorianos, a la bienaventurada Virgen María, de la cual nació Jesús. El papa Pío XI quiso perpetuar la memoria de tan fausto acontecimiento con un perenne testimonio de su piedad. En la misma Roma, la proclamación del Concilio de Éfeso había tenido su monumento insigne en el arco triunfal de la basílica de Santa María la Mayor, en el Esquilino; Sixto III la había adornado, más adelante, con un admirable mosaico, que con el tiempo se deterioró; pues bien: Pío XI hizo llevar a cabo, a sus expensas, una restauración de dicho mosaico y del transepto. Publicó, además una Encíclica en que, poniendo de relieve los genuinos puntos de vista del Concilio de Éfeso, trató luminosa y devotamente, y con gran abundancia de doctrina, el inefable privilegio de la divina Maternidad de la bienaventurada Virgen María, para que el conocimiento de este misterio penetrara más en el espíritu de los fieles. Propuso a María, Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres, y a la santa Familia de Nazaret, a nuestra imitación como los más insignes modelos de dignidad y de santidad en un casto matrimonio y de la piadosa educación que es preciso dar a la juventud. Dispuso que todos los años, el día once de octubre, se celebrase, en toda la Iglesia, con Misa y Oficio propios y con rito doble de IIª clase, la fiesta de la divina Maternidad de la bienaventurada Virgen María.

 

Oremos.

Oh Dios, que quisiste que tu Verbo se encarnase en las entrañas de la bienaventurada Virgen María al anunciárselo el Ángel: concede a nuestras humildes súplicas que, pues la creemos verdadera Madre de Dios, seamos ayudados ante ti con su poderosa intercesión. Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.