COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
LUNES
DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Comentario de San
Ambrosio
No en vano se excusa el
Salvador de no haber obrado milagro alguno en su patria; para que no creyese
alguien que el amor a la patria debe ser para nosotros el inferior, pues sigue:
"Dice, pues: En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su
patria".
Con este ejemplo se da a
entender que en vano se debe esperar la ayuda de la Misericordia divina, cuando
se tiene envidia al mérito de la virtud de otro. El Señor desprecia a los
envidiosos, y aleja los milagros de su poder, de aquellos que persiguen en
otros los divinos beneficios; pues las operaciones de la carne del Señor son
una prueba de su divinidad, y lo que es invisible en El se nos demuestra por lo
que es visible. Observad, pues, los males que produce la envidia. La patria de
Jesús, la cual fue digna de que el Hijo de Dios fuese en ella concebido, es
juzgada indigna de sus obras por la envidia.
Cita un ejemplo muy a propósito
para reprimir la arrogancia de sus conciudadanos celosos, y muestra que su
conducta está conforme con las antiguas Escrituras; pues sigue: "En verdad
os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías", no
porque los días fueran de Elías, sino porque durante ellos operó Elías.
Según el sentido místico, dice:
"En los días de Elías", porque días hacía para aquéllos, que veían en
sus obras la luz espiritual, y por lo tanto se abría el cielo para los que
veían los misterios divinos; y se cerraba durante el hambre, porque no había
deseo de conocer al Señor. Aquella viuda, a quien fue enviado Elías, es una
figura de la Iglesia.
En un sentido místico el
pueblo, formado de extranjeros, se une a la Iglesia para seguirla. Era leproso
antes de ser bautizado en el río misterioso, mas después que fue purificado,
por medio del Sacramento del Bautismo de todas las manchas que tenía en su
cuerpo y en su alma, empezó a ser una virgen inmaculada sin arrugas.
No debe causar extrañeza que
perdiesen su salvación, aquellos que arrojaron al Salvador de sus confines. El
Señor, pues (que había enseñado a los apóstoles con su ejemplo cómo debe
tratarse a los demás), ni rechaza a los que quieren estar con El, ni obliga a
los que no quieren; ni hace oposición a los que le arrojan, ni desoye a los que
le piden. Y no es pequeña la envidia que se levanta, cuando olvidándose todos de
la caridad del Salvador, convierten los motivos de gratitud en odios acerbos.
De aquí sigue: "Y lo llevaron hasta la cumbre del monte, sobre el cual
estaba edificada la ciudad, para despeñarlo".
Entiéndase también que no
sufrió la pasión de su cuerpo por necesidad, sino voluntariamente. Porque
cuando quiere, es prendido; y cuando quiere, se escapa. Y si no ¿cómo podía ser
prendido por unos pocos, el que no puede ser detenido por un pueblo entero? Mas
quiso ser perseguido por una muchedumbre sacrílega, a fin de morir por todos,
siendo inmolado por unos pocos. Sin embargo, quería más bien salvar a los
judíos que perderlos para siempre, y por eso cuidaba de que ellos no pudiesen
cumplir lo que querían, dejando frustrado su furor.