COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
VIERNES
DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma
extraordinaria del Rito Romano
Comentario de San
Agustín, In Ioannem tract., 15
Encontramos a Jesús fuerte y
débil. Fuerte, porque en el principio era el Verbo ( Jn 1,1) y débil, porque
este Verbo se hizo carne ( Jn 1,14). Y así, Jesús, como débil, fatigado del
camino, estaba sentado junto a la fuente.
Su camino es la carne que ha
tomado por nosotros. Porque el que está en todas partes, ¿a dónde va sino porque
ha venido a nosotros y ha tomado la forma de nuestra carne visible? ¿Y cómo se
fatigó del camino quien no podía fatigarse sino en la carne? ¿Y por qué en la
hora sexta? Porque era en la sexta edad del mundo. Debe considerarse como una
hora la primera edad desde Adán hasta Noé; la segunda, desde Noé hasta Abraham;
la tercera, desde Abraham hasta David; la cuarta, desde David hasta la
migración de Babilonia; la quinta, desde la migración de Babilonia hasta el
bautismo de San Juan, y aquí empieza la sexta.
Esta mujer representa la
Iglesia, no justificada, sino ya para serlo. Contiene también la imagen de la
cosa que procede de los extraños. Los samaritanos eran extraños, aunque
habitaban lugares próximos; asimismo había de venir la Iglesia de los gentiles,
distinta de los judíos por su origen.
Véase cómo entendió el agua
viva, esto es, el agua que brota de una fuente. Como diciendo: tú me quieres
dar agua viva, siendo así que yo llevaba con qué sacarla y tú no. Por lo tanto
tú no puedes darme de esta agua viva, porque no tienes de dónde sacarla; acaso
me la ofreces de otra fuente. "¿Por ventura eres tú mayor que nuestro
Padre Jacob?", etc.
Lo cual es verdadero, ya se
trate del agua material o ya de aquella que ésta representa; porque el agua
está en el pozo, y las pasiones del mundo en una profundidad oscura, de donde
las sacan los hombres con la vasija de sus pasiones. Porque el que no realiza
los deseos, no puede llegar a los placeres. Y cuando alguno llega hasta los
placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo? Luego el que bebe de esta agua
tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí, no tendrá sed eternamente. ¿Y
cómo tendrán sed otra vez los que estén embriagados por la abundancia de la
casa de Dios? ( Sal 35). Prometía, por lo tanto, cierto alimento y la saciedad
del Espíritu Santo.
O de otra manera: aún se fijaba
en lo material aquella mujer. Se complacía en no tener sed y creía que era esto
lo que el Señor le había ofrecido, pero en sentido material. Dios había
concedido en una ocasión a su siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en
el espacio de cuarenta días. Y el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no
podría darlo para siempre? ( 1Re 19). Complacida, pues, con tal obsequio, le
ruega que le dé agua viva. Por esto sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame
esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". La pedía por
evitarse el trabajo, porque, como persona débil, rehusaba el trabajar. Ojalá
que hubiese oído: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y
yo os aliviaré" ( Mt 11,28). Y esto lo decía Jesús para que ya no
trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente, quiso el Señor que le
entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven
acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella agua por medio de su
trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla por medio de su marido,
así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres: "que si alguna
quiere aprender pregunte a su marido en su casa" ( 1Cor 11,35). Pero lo
que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que enseñe. Mas como el
mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad había de hablarle por
medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a María Magdalena, que
estuvo sentada junto a los pies del Salvador?
Viendo Jesús que aquella
mujer no le entendía, y deseando que le entendiese, le dice: "Llama a tu
marido", esto es: presenta tu inteligencia. Porque cuando la vida está
ordenada, el entendimiento dirige al alma, perteneciendo al alma misma; el
entendimiento no es cosa distinta del alma, sino algo de ella. Esto mismo que
se llama entendimiento e inteligencia del alma, es alumbrado por una luz
superior. Y esta luz era la que hablaba cuando hablaba con aquella mujer; pero
faltaba el entendimiento en ella. Y el Señor, como si dijese: quiero iluminar y
no tengo a quien, le dijo: "Llama a tu marido". Esto es: trae el
entendimiento, por medio del cual comprenderás, por quien serás dirigida. Mas
ella, aun sin llamar aquel marido, no lo entendió. Me parece que los cinco primeros
maridos del alma podemos interpretarlos por los cinco sentidos corporales;
antes que cada cual tenga uso de razón, no es dirigido por otra cosa que por
los sentidos de la carne. Mas cuando el alma es capaz de sentir, o es dirigida
por la sabia razón o por el error. Pero el error no rige, sino que pervierte.
Después de aquellos cinco sentidos, aquella mujer aún erraba; mas aquel error
no era su legítimo marido, sino un adúltero. Por lo tanto, le dice Jesús:
"Quita este adúltero que te corrompe, y llama a tu marido para que me
entiendas".