viernes, 9 de marzo de 2018

JESÚS FUERTE Y DÉBIL. San Agustín




COMENTARIO AL EVANGELIO CATENA AUREA

VIERNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma extraordinaria del Rito Romano

Comentario de San Agustín, In Ioannem tract., 15
Encontramos a Jesús fuerte y débil. Fuerte, porque en el principio era el Verbo ( Jn 1,1) y débil, porque este Verbo se hizo carne ( Jn 1,14). Y así, Jesús, como débil, fatigado del camino, estaba sentado junto a la fuente.
Su camino es la carne que ha tomado por nosotros. Porque el que está en todas partes, ¿a dónde va sino porque ha venido a nosotros y ha tomado la forma de nuestra carne visible? ¿Y cómo se fatigó del camino quien no podía fatigarse sino en la carne? ¿Y por qué en la hora sexta? Porque era en la sexta edad del mundo. Debe considerarse como una hora la primera edad desde Adán hasta Noé; la segunda, desde Noé hasta Abraham; la tercera, desde Abraham hasta David; la cuarta, desde David hasta la migración de Babilonia; la quinta, desde la migración de Babilonia hasta el bautismo de San Juan, y aquí empieza la sexta.
Esta mujer representa la Iglesia, no justificada, sino ya para serlo. Contiene también la imagen de la cosa que procede de los extraños. Los samaritanos eran extraños, aunque habitaban lugares próximos; asimismo había de venir la Iglesia de los gentiles, distinta de los judíos por su origen.
Véase cómo entendió el agua viva, esto es, el agua que brota de una fuente. Como diciendo: tú me quieres dar agua viva, siendo así que yo llevaba con qué sacarla y tú no. Por lo tanto tú no puedes darme de esta agua viva, porque no tienes de dónde sacarla; acaso me la ofreces de otra fuente. "¿Por ventura eres tú mayor que nuestro Padre Jacob?", etc.
Lo cual es verdadero, ya se trate del agua material o ya de aquella que ésta representa; porque el agua está en el pozo, y las pasiones del mundo en una profundidad oscura, de donde las sacan los hombres con la vasija de sus pasiones. Porque el que no realiza los deseos, no puede llegar a los placeres. Y cuando alguno llega hasta los placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo? Luego el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí, no tendrá sed eternamente. ¿Y cómo tendrán sed otra vez los que estén embriagados por la abundancia de la casa de Dios? ( Sal 35). Prometía, por lo tanto, cierto alimento y la saciedad del Espíritu Santo.
O de otra manera: aún se fijaba en lo material aquella mujer. Se complacía en no tener sed y creía que era esto lo que el Señor le había ofrecido, pero en sentido material. Dios había concedido en una ocasión a su siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en el espacio de cuarenta días. Y el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no podría darlo para siempre? ( 1Re 19). Complacida, pues, con tal obsequio, le ruega que le dé agua viva. Por esto sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". La pedía por evitarse el trabajo, porque, como persona débil, rehusaba el trabajar. Ojalá que hubiese oído: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré" ( Mt 11,28). Y esto lo decía Jesús para que ya no trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente, quiso el Señor que le entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella agua por medio de su trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla por medio de su marido, así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres: "que si alguna quiere aprender pregunte a su marido en su casa" ( 1Cor 11,35). Pero lo que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que enseñe. Mas como el mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad había de hablarle por medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a María Magdalena, que estuvo sentada junto a los pies del Salvador?
Viendo Jesús que aquella mujer no le entendía, y deseando que le entendiese, le dice: "Llama a tu marido", esto es: presenta tu inteligencia. Porque cuando la vida está ordenada, el entendimiento dirige al alma, perteneciendo al alma misma; el entendimiento no es cosa distinta del alma, sino algo de ella. Esto mismo que se llama entendimiento e inteligencia del alma, es alumbrado por una luz superior. Y esta luz era la que hablaba cuando hablaba con aquella mujer; pero faltaba el entendimiento en ella. Y el Señor, como si dijese: quiero iluminar y no tengo a quien, le dijo: "Llama a tu marido". Esto es: trae el entendimiento, por medio del cual comprenderás, por quien serás dirigida. Mas ella, aun sin llamar aquel marido, no lo entendió. Me parece que los cinco primeros maridos del alma podemos interpretarlos por los cinco sentidos corporales; antes que cada cual tenga uso de razón, no es dirigido por otra cosa que por los sentidos de la carne. Mas cuando el alma es capaz de sentir, o es dirigida por la sabia razón o por el error. Pero el error no rige, sino que pervierte. Después de aquellos cinco sentidos, aquella mujer aún erraba; mas aquel error no era su legítimo marido, sino un adúltero. Por lo tanto, le dice Jesús: "Quita este adúltero que te corrompe, y llama a tu marido para que me entiendas".