miércoles, 14 de marzo de 2018

CRISTO ERA EL DÍA QUE SEPARÓ LA LUZ DE LAS TINIEBLAS. San Agustín



COMENTARIO AL EVANGELIO CATENA AUREA

MIERCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma extraordinaria del Rito Romano

Comentario de San Agustín, in Joanem tract. 44
La palabra Rabbí quiere decir Maestro. Ellos le llaman Maestro, porque lo que querían era aprender, y por esto habían propuesto una cuestión al Señor, como a su Maestro.
¿Acaso había nacido él exento de la culpa original, o durante su vida no había cometido ninguna? Habían pecado él y sus padres, pero no había nacido ciego en castigo de su pecado. El mismo Salvador señala la causa por la que había nacido ciego: "A fin de que las obras de Dios se manifiesten en él".
Por las palabras: "Aquél que me envió", da toda la gloria a Aquél de quien procede, porque el Padre tiene un Hijo que es suyo, mientras que El mismo no procede de alguien.
Si nosotros trabajamos durante esta vida, éste es el día, éste es Cristo. Por eso añade: "Mientras que estoy en el mundo". He aquí que El es el día mismo. Este día, que acaba con una vuelta del sol, tiene pocas horas. El día de la presencia de Cristo dura hasta la consumación de los siglos; porque El mismo dijo ( Mt 28,20): "He aquí que yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos".
El género humano está representado en este ciego, y esta ceguedad viene por el pecado al primer hombre, de quien todos descendemos. Es, pues, un ciego de nacimiento. El Señor escupió en la tierra y con la saliva hizo lodo, "porque el Verbo se hizo carne" ( Jn 1,14). Untó los ojos del ciego de nacimiento. Tenía puesto el lodo y aun no veía, porque cuando lo untó, quizá le hizo catecúmeno. Le envió a la Piscina que se llama Siloé, porque fue bautizado en Cristo, y fue entonces cuando lo iluminó. Tocaba al Evangelista el darnos a conocer el nombre de esta Piscina, y por eso dice: "Que quiere decir Enviado", porque si Aquél no hubiera sido enviado, ninguno de nosotros habría sido absuelto del pecado.
Porque, abiertos los ojos, éstos habían cambiado su semblante. Mas él decía "Yo soy", expresión de gratitud y reconocimiento que lo libra de ser tenido por ingrato.
He aquí cómo se hace mensajero de la gracia; he aquí cómo evangeliza y confiesa a los judíos. Este ciego confesaba y el corazón de los impíos estaba oprimido porque no tenían en el corazón lo que él ya tenía en el rostro. "Y le dijeron: ¿En dónde está aquél?"
Al decir estas palabras se asemejaba al ungido, pero que aún no ve. Predica, mas no conoce a aquel a quien predica.
No todos, sino algunos, porque ya algunos empezaban a ser ungidos. Los que no veían, ni habían sido ungidos, decían: "Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado". Mejor guardaba el sábado el que estaba libre de pecado, pues guardar el sábado en sentido espiritual es estar libre de pecado, y esto es lo que Dios aconseja cuando exhorta a santificar el día del sábado, diciendo ( Ex 20,10): "No haréis obras serviles". Y he aquí lo que el Señor llama obra servil: todo el que hace un pecado, es esclavo del pecado (Jn 8,34); pero mientras ellos observaban carnalmente el sábado, espiritualmente lo violaban.
Cristo era el día que separó la luz de las tinieblas.
O tal vez buscaban un medio de calumniar al hombre y arrojarlo de la sinagoga; pero él no manifestó más que lo que sentía. "Y él dijo: Que es profeta". Aunque ya estaba tocado su corazón, todavía, sin embargo, no confiesa al Hijo de Dios; pero no miente, porque el Señor había dicho de sí mismo "Que ningún profeta es acepto en su patria" ( Lc 4).
Esto es, del que había sido ciego y ahora veía.
Nosotros estaríamos obligados a hablar por un niño que no pudiese hablar por sí mismo. Le hemos conocido ciego de nacimiento, pero no mudo.
Ya no era un mal el ser arrojado de la sinagoga. Los judíos arrojaban; Jesús recibía. Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene, preguntadlo a él".
Es decir, niega lo que has recibido, lo cual ciertamente no es dar gloria a Dios, sino blasfemarlo.
¿Qué quiere decir: "Por ventura también vosotros"? sino, puesto que yo soy su discípulo, por ventura, ¿queréis vosotros también haceros sus discípulos? Ya veo, pero no tengo envidia. El hablaba estas cosas indignado contra la dureza de los judíos; de ciego que había sido, ahora veía y no podía soportar a los ciegos.
¡Aquí hay maldición si atiendes al corazón, no si examinas las palabras! Caiga tal maldición sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Y añadieron: "Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés". ¡Ojalá supierais que habló Dios a Moisés! Entonces sabríais que Dios ha sido anunciado por Moisés. Porque el Señor os dice ( Jn 5,46): "Si creyereis en Moisés, creeríais en mí, porque de mí es de quien ha escrito". ¿Así seguís al siervo, volviendo la espalda al Señor? Pues añadís: "Mas éste no sabemos de dónde sea".
Es aún el ungido el que habla, porque Dios oye también a los pecadores; pues si no los oyera, en vano diría el publicano: "Dios, muéstrate propicio a mí pecador" (Lc 18,13 ). Por aquella confesión mereció su justificación, de la misma manera que el ciego mereció ser iluminado.
Libremente, constantemente, verazmente. Estas cosas que han sido hechas por el Señor, ¿por quién habían sido hechas sino por Dios? ¿O cuándo las habrían hecho los discípulos si el Señor no habitara en ellos?
¿Qué quiere decir la palabra todo, sino aludiendo a la ceguera? Pero el que le ha curado la vista le ha curado de todo.
Ellos le habían hecho maestro, le habían preguntado muchas veces para aprender de él; pero ahora, ingratos, arrojan al que les enseña.