COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
MIERCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma extraordinaria del Rito Romano
Comentario de San
Agustín, in Joanem tract. 44
La palabra Rabbí quiere decir
Maestro. Ellos le llaman Maestro, porque lo que querían era aprender, y por
esto habían propuesto una cuestión al Señor, como a su Maestro.
¿Acaso había nacido él exento
de la culpa original, o durante su vida no había cometido ninguna? Habían
pecado él y sus padres, pero no había nacido ciego en castigo de su pecado. El
mismo Salvador señala la causa por la que había nacido ciego: "A fin de
que las obras de Dios se manifiesten en él".
Por las palabras: "Aquél
que me envió", da toda la gloria a Aquél de quien procede, porque el Padre
tiene un Hijo que es suyo, mientras que El mismo no procede de alguien.
Si nosotros trabajamos durante
esta vida, éste es el día, éste es Cristo. Por eso añade: "Mientras que
estoy en el mundo". He aquí que El es el día mismo. Este día, que acaba
con una vuelta del sol, tiene pocas horas. El día de la presencia de Cristo
dura hasta la consumación de los siglos; porque El mismo dijo ( Mt 28,20):
"He aquí que yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos".
El género humano está
representado en este ciego, y esta ceguedad viene por el pecado al primer
hombre, de quien todos descendemos. Es, pues, un ciego de nacimiento. El Señor
escupió en la tierra y con la saliva hizo lodo, "porque el Verbo se hizo carne"
( Jn 1,14). Untó los ojos del ciego de nacimiento. Tenía puesto el lodo y aun
no veía, porque cuando lo untó, quizá le hizo catecúmeno. Le envió a la Piscina
que se llama Siloé, porque fue bautizado en Cristo, y fue entonces cuando lo
iluminó. Tocaba al Evangelista el darnos a conocer el nombre de esta Piscina, y
por eso dice: "Que quiere decir Enviado", porque si Aquél no hubiera
sido enviado, ninguno de nosotros habría sido absuelto del pecado.
Porque, abiertos los ojos,
éstos habían cambiado su semblante. Mas él decía "Yo soy", expresión
de gratitud y reconocimiento que lo libra de ser tenido por ingrato.
He aquí cómo se hace mensajero
de la gracia; he aquí cómo evangeliza y confiesa a los judíos. Este ciego
confesaba y el corazón de los impíos estaba oprimido porque no tenían en el
corazón lo que él ya tenía en el rostro. "Y le dijeron: ¿En dónde está
aquél?"
Al decir estas palabras se
asemejaba al ungido, pero que aún no ve. Predica, mas no conoce a aquel a quien
predica.
No todos, sino algunos, porque ya
algunos empezaban a ser ungidos. Los que no veían, ni habían sido ungidos,
decían: "Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado".
Mejor guardaba el sábado el que estaba libre de pecado, pues guardar el sábado
en sentido espiritual es estar libre de pecado, y esto es lo que Dios aconseja
cuando exhorta a santificar el día del sábado, diciendo ( Ex 20,10): "No
haréis obras serviles". Y he aquí lo que el Señor llama obra servil: todo
el que hace un pecado, es esclavo del pecado (Jn 8,34); pero mientras ellos
observaban carnalmente el sábado, espiritualmente lo violaban.
Cristo era el día que separó la
luz de las tinieblas.
O tal vez buscaban un medio de
calumniar al hombre y arrojarlo de la sinagoga; pero él no manifestó más que lo
que sentía. "Y él dijo: Que es profeta". Aunque ya estaba tocado su
corazón, todavía, sin embargo, no confiesa al Hijo de Dios; pero no miente,
porque el Señor había dicho de sí mismo "Que ningún profeta es acepto en
su patria" ( Lc 4).
Esto es, del que había sido
ciego y ahora veía.
Nosotros estaríamos obligados a
hablar por un niño que no pudiese hablar por sí mismo. Le hemos conocido ciego
de nacimiento, pero no mudo.
Ya no era un mal el ser
arrojado de la sinagoga. Los judíos arrojaban; Jesús recibía. Por eso dijeron
sus padres: "Edad tiene, preguntadlo a él".
Es decir, niega lo que has
recibido, lo cual ciertamente no es dar gloria a Dios, sino blasfemarlo.
¿Qué quiere decir: "Por
ventura también vosotros"? sino, puesto que yo soy su discípulo, por
ventura, ¿queréis vosotros también haceros sus discípulos? Ya veo, pero no
tengo envidia. El hablaba estas cosas indignado contra la dureza de los judíos;
de ciego que había sido, ahora veía y no podía soportar a los ciegos.
¡Aquí hay maldición si atiendes
al corazón, no si examinas las palabras! Caiga tal maldición sobre nosotros y
sobre nuestros hijos. Y añadieron: "Nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés". ¡Ojalá supierais que habló Dios
a Moisés! Entonces sabríais que Dios ha sido anunciado por Moisés. Porque el
Señor os dice ( Jn 5,46): "Si creyereis en Moisés, creeríais en mí, porque
de mí es de quien ha escrito". ¿Así seguís al siervo, volviendo la espalda
al Señor? Pues añadís: "Mas éste no sabemos de dónde sea".
Es aún el ungido el que habla,
porque Dios oye también a los pecadores; pues si no los oyera, en vano diría el
publicano: "Dios, muéstrate propicio a mí pecador" (Lc 18,13 ). Por
aquella confesión mereció su justificación, de la misma manera que el ciego
mereció ser iluminado.
Libremente, constantemente,
verazmente. Estas cosas que han sido hechas por el Señor, ¿por quién habían
sido hechas sino por Dios? ¿O cuándo las habrían hecho los discípulos si el
Señor no habitara en ellos?
¿Qué quiere decir la palabra
todo, sino aludiendo a la ceguera? Pero el que le ha curado la vista le ha
curado de todo.
Ellos le habían hecho maestro,
le habían preguntado muchas veces para aprender de él; pero ahora, ingratos,
arrojan al que les enseña.