sábado, 24 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL DÍA: Entrada triunfal en Jerusalén


SÁBADO DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma extraordinaria del Rito Romano

Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

Evangelio según San Juan 12,10-36.
Por eso los príncipes de los sacerdotes deliberaron quitar también la vida a Lázaro,  visto que muchos judíos por su causa se apartaban de ellos, y creían en Jesús.
Al día siguiente, una gran muchedumbre, que habían venido a la fiesta, habiendo oído que Jesús estaba para llegar a Jerusalén, cogieron ramos de palmas y salieron a recibirle, gritando: ¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!
Halló Jesús un burro, y montó en él, según está escrito:  No tienes que temer, hija de Sión: Mira a tu rey que viene sentado sobre un burro.
Los discípulos por entonces no reflexionaron sobre esto; mas cuando Jesús hubo entrado en su gloria, se acordaron que tales cosas estaban escritas de él, y que ellos mismos las cumplieron.
Y la multitud que estaba con Jesús, cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio de él.
Por esta causa salió tanta gente a recibirle, por haber oído que había hecho este milagro.
En vista de lo cual se dijeron unos a otros los fariseos. ¿Véis cómo no adelantamos nada? He aquí que todo el mundo se va con él.
Al mismo tiempo ciertos gentiles de los que habían venido para adorar a Dios en la fiesta,  se acercaron a Felipe, natural de Betsaida en Galilea, y le hicieron esta súplica: Señor, deseamos ver a Jesús.
Felipe fue y lo dijo a Andrés; y Andrés y Felipe juntos, se lo dijeron a Jesús.
Jesús les respondió, diciendo: Venida es la hora en que debe ser glorificado el Hijo del hombre.
En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo, después de echado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto.
Así el que ama desordenadamente su alma, la perderá; mas el que aborrece o mortifica su alma en este mundo, la conserva para la vida eterna.
El que me sirve, sígame; que donde yo estoy, allí estará también el que me sirve; y a quien me sirviere, le honrará mi Padre.
Pero ahora mi alma se ha conturbado. Y ¿qué diré? ¡Oh Padre!, líbrame de esta hora. Mas no, que para esa misma hora he venido al mundo.
¡Oh Padre! glorifica tu santo Nombre. Al momento se oyó del cielo esta voz: Le he glorificado ya, y le glorificaré todavía más.
La gente que allí estaba, y oyó el sonido de esta voz, decía que aquello había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.
Jesús les respondió, y dijo: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros.
Ahora mismo va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser lanzado fuera.
Y cuando yo sea levantado en alto en la tierra, todo lo atraeré a mí.
(Esto lo decía para significar de qué muerte había de morir).
Le replicó la gente: Nosotros sabemos por la ley, que el Cristo debe vivir eternamente; pues ¿cómo dices que debe ser levantado en alto o crucificado el Hijo del hombre? ¿Quién es ese Hijo del hombre?
Les respondió Jesús: La luz aún está entre vosotros por un poco de tiempo. Caminad, pues, mientras tenéis luz, para que las tinieblas no os sorprendan; que quien anda entre tinieblas, no sabe adónde va,  mientras tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz. Estas cosas les dijo Jesús; y fue, y se escondió de ellos.