MARTES
DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
Mi
doctrina no es mía, sino de aquel que me ha enviado.
Evangelio según
San Juan 7,14-31.
Como quiera, hacia la mitad de
la fiesta, subió Jesús al templo, y se puso a enseñar.
Y se maravillaban los judíos, y
decían: ¿Cómo sabe éste las letras sagradas sin haber estudiado?
Les respondió Jesús : Mi
palabra no es mía sino de aquel que me ha enviado.
Quien quisiere hacer la
voluntad de éste, conocerá si mi palabra es de Dios, o si yo hablo de mí
mismo.
Quien habla de su propio
movimiento, busca su propia gloria; mas el que únicamente busca la gloria del
que le envió, ése es veraz, y no hay en él injusticia o fraude.
¿Por ventura, no os dio Moisés
la ley, y con todo eso ninguno de vosotros observa la ley?
¿Pues, por qué intentáis
matarme? Respondió la gente: Estás endemoniado: ¿Quién es el que trata de
matarte?
Jesús prosiguió, diciéndoles:
Yo hice una sola obra milagrosa en día de sábado, y todos lo habéis extrañado.
Mientras que, habiéndoos dado
Moisés la ley de la circuncisión (no que traiga de él su origen, sino de los
patriarcas), no dejáis de circuncidar al hombre aun en día de sábado.
Pues si un hombre es
circuncidado en sábado, para no quebrantar la ley de Moisés, ¿os habéis de
indignar contra mí, porque he curado a un hombre en todo su cuerpo en día de
sábado?
No queráis juzgar por las
apariencias, sino juzgad por un juicio recto.
Comenzaron entonces a decir
algunos de Jerusalén : ¿No es éste a quien buscan para darle la muerte?
Y con todo vedle que habla
públicamente, y no le dicen nada. ¿Si será que nuestros príncipes de los
sacerdotes y los senadores han conocido de cierto ser éste el Cristo ?
Pero de éste sabemos de dónde
es; mas cuando venga el Cristo nadie sabrá su origen.
Entretanto, prosiguiendo Jesús
en instruirlos, decía en alta voz en el templo: Vosotros pensáis que me
conocéis, y sabéis de dónde soy; pero yo no he venido de mí mismo, sino que
quien me ha enviado es veraz, al cual vosotros no conocéis.
Yo sí que le conozco, porque de
él tengo el ser; y él es el que me ha enviado.
Al oír esto buscaban cómo
prenderle; mas nadie puso en él las manos, porque aún no era llegada su hora.
Entretanto muchos del
pueblo creyeron en él, y decían: Cuando venga el Cristo, ¿hará por ventura más
milagros que los que hace éste?