COMENTARIO AL
EVANGELIO CATENA AUREA
SÁBADO
DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma
extraordinaria del Rito Romano
Comentario de San
Agustín, in Joannem, tract. 33
Y ¿en dónde debía predicar
Jesús sino en el monte de los Olivos, en el monte del ungüento, monte del
crisma? El nombre Cristo quiere decir crisma; y crisma en griego quiere decir
unción. Y en verdad que nos ungió, porque nos puso en condiciones de pelear
contra el diablo.
Habían conocido que el Salvador
era enormemente bondadoso, porque de El estaba escrito: "Pasa y reina por
medio de la verdad, de la mansedumbre y de la justicia" ( Sal 44,5). Trajo
por lo tanto la verdad como Doctor, la mansedumbre como Libertador y la
justicia como Conocedor. Cuando hablaba, era conocida la verdad, como no se
irritaba contra los enemigos, era alabada su mansedumbre. Por ello tentaron su
justicia, poniendo a su vista un escándalo. Dijeron para sí: "si juzga que
debe dejársela estar, no tiene justicia". La Ley no podía mandar lo que no
era justo y por esto invocan la Ley, diciendo: "Moisés nos mandó en la Ley
apedrear estas tales". Pero como no debía abandonar la mansedumbre, por
medio de la que ya se había hecho amar de las gentes, habrá de decir, que debe
dejársela estar. Por esto exigen su determinación, diciendo: "Tú, pues,
¿qué dices?". Se proponían con esto encontrar ocasión de poderlo acusar,
haciéndole aparecer como infractor de la Ley. Por esto añade el Evangelista:
"Y esto lo decían tentándole, para poderle acusar".
Pero el Señor obrará en
justicia al contestar, y no abandonará su mansedumbre. Prosigue: "Mas
Jesús, inclinado hacia abajo, escribía con el dedo en la tierra".
No dijo no sea apedreada, para
que no pareciese que hablaba contra la Ley. Tampoco dijo sea apedreada, porque
había venido, no a perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que se
había perdido. ¿Pues qué responderá? "El que entre vosotros esté sin
pecado, tire contra ella la piedra el primero". Esta es la voz de la
justicia. Sea castigada la pecadora, pero no por los pecadores. Cúmplase la
Ley, pero no por medio de los mismos que la quebrantan.
Así pues, aquéllos, heridos por
la voz de la justicia como por una flecha, y encontrándose culpables, uno tras
otro se retiraron todos. Y esto es lo que dice en seguida: "Ellos, cuando
esto oyeron, se salieron los unos en pos de los otros, y los ancianos
primeros".
Únicamente quedaron dos, la
miseria y la misericordia, pues sigue: "Y quedó solo Jesús, y la mujer que
estaba en pie, en medio". Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada,
porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa
alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la
justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: "Y
enderezándose Jesús, le dijo: mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno
te ha condenado?" Dijo ella: ninguno, Señor". Hemos oído antes la voz
de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: "Y Jesús, ni yo
tampoco te condenaré" . Esto dice aquél por quien, acaso, has temido ser
condenada, por ser el único en quien no has encontrado culpa. ¿Qué es esto,
Señor? ¿Fomentas los pecados? No, en verdad. Véase lo que sigue: "Vete, y
no peques ya más". Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre.
Porque si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: "vete, y vive
como quieras; está segura que yo te libraré; yo te libraré del castigo y del
infierno, aun cuando peques mucho". Pero no dijo esto. Fíjense los que
desean la mansedumbre en el Señor, y teman la fuerza de la verdad, porque el
Señor es dulce y recto a la vez ( Sal 24,8).