Santo Rosario.
Por la señal...
Monición inicial: Se
celebra hoy la Fiesta de san Marcos, evangelista, que primero
acompañó en Jerusalén a san Pablo en su apostolado, y después siguió los pasos
de san Pedro, quien lo llamó su hijo. Es tradición que en Roma recogió en su
Evangelio la catequesis de Pedro a los romanos y que fue él quien instituyó la
Iglesia de Alejandría, en el actual Egipto. († c.68) Con citas de su Evangelio, meditamos en el rosario de hoy.
Señor
mío Jesucristo...
MISTERIOS DOLOROSOS
1.
La Oración de Jesús en el Huerto
“Llegan
a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí
mientras voy a orar». Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a
sentir espanto y angustia, y les dice: «Mi alma está triste hasta la muerte.
Quedaos aquí y velad». Y, adelantándose
un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella
hora; y decía: «¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero
no sea como yo quiero, sino como tú quieres». Vuelve y, al encontrarlos
dormidos, dice a Pedro: «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad
y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es
débil». De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los
encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué
contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice: «Ya podéis dormir y descansar.
¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en
manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
(Mc 14, 32-42)
2.
La flagelación de Jesús atado a la columna.
“De
nuevo le preguntó el sumo sacerdote: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del
Bendito?». Jesús contestó: «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la
derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo». El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras,
dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os
parece?». Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirlo
y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: «Profetiza». Y los criados le
daban bofetadas. (Mc 14, 61-65)
3.
La coronación de espinas
“Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a
toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que
habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los
judíos!». Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le
pusieron su ropa. (Mc 15, 16-20)
4.
Nuestro Señor con la cruz a cuestas camino del Calvario
“Y
lo sacan para crucificarlo. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene,
el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz. Y conducen a
Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo
aceptó. (Mc 16, 21-23)
5.
La crucifixión y muerte del Señor
“Lo
crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se
llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de
la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo
injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el templo y lo
reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz». De igual modo, también los sumos sacerdotes
comentaban entre ellos, burlándose: «A otros ha salvado y a sí mismo no se
puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que
lo veamos y creamos». También los otros crucificados lo insultaban. Al llegar
la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora
nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Algunos de los presentes,
al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías». Y uno echó a correr y, empapando una
esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo: «Dejad,
a ver si viene Elías a bajarlo». Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba
enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era
Hijo de Dios». (Mc 16, 24-39)