SABADO DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del RIto Romano
HOMILIA
DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 50 sobre San Juan, en el fin.
Habiendo
visto los Judíos a Lázaro resucitado, por lo mismo que un tan grande milagro
del Señor, era patente de tal suerte que no podían ocultar ni negar lo que se
había realizado, ved lo que maquinaron, “Los príncipes de los sacerdotes
pensaron de qué manera darían muerte a Lázaro”. ¡Oh necio pensamiento y ciega
maldad! Nuestro Señor Jesucristo, que pudo resucitar a un muerto de enfermedad,
¿no podría acaso resucitarle si le diesen la muerte? Al dar la muerte a Lázaro,
¿por ventura quitaríais el poder al Señor? Si os parece que no es lo mismo
resucitar al que ha muerto que resucitar al que ha sido muerto, he aquí que el
Señor realizo ambas cosas; resucito a Lázaro muerto, y a si propio a quien
crucificaron.
El
día siguiente, una multitud que había venido para celebrar la fiesta, como
oyese que Jesús había venido a Jerusalén, cogió ramos de palmas, y salió a
recibir a Jesús y clamaba: “¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del
Señor, el Rey de Israel”. Los ramos de palmas son alabanzas y emblemas de la
victoria, ya que el Señor con su muerte había de vencer a la muerte, y con el
trofeo de la cruz había de triunfar del diablo, príncipe de la muerte. Según
algunos conocedores del Hebreo, la palabra “hosanna” denota suplica y es una de
aquellas que expresan más bien un sentimiento del corazón que una idea
determinada; tales son las palabras que en las lenguas latinas se llaman
interjecciones; así para expresar pena, gozo y otros afectos, exclamamos ¡Ah!
¡Oh!, u otras voces semejantes.
Dirigían
a Cristo las multitudes estas alabanzas: Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor, Rey de Israel. ¡Cual sería la envidia de los príncipes judíos
viendo aclamado a Cristo como un rey por tanta multitud! Mas ¿Por qué el señor
no sería rey de Israel? ¿Qué tuvo de particular que el Rey de los siglos fuera
constituido Rey de los hombres? Cristo no era Rey de Israel para exigir
tributos, armar ejércitos u derribar visiblemente a los enemigos; lo es porque
rige las almas a las cuales procura la felicidad eterna, y conduce al reino de
los cielos a cuantos creen, esperan y aman.