HOMILÍA DEL OFICIO DE MAITINES SOBRE EL EVANGELIO DEL DOMINGO
XVI DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San
Ambrosio, Obispo.
Lib. 7 sobre san Lucas
He ahí, en primer lugar, la curación de un hidrópico en quien el peso
de la carne entorpecía los movimientos del alma y extinguía el ardor del
espíritu. Viene después una lección de humildad, cuando el Señor condena, con
ocasión del banquete nupcial, a los que eligen los primeros puestos. Ello no
obstante, lo hizo con suavidad deseoso de mitigar con su bondad persuasiva la
severidad de la reprimenda, de convencerlos mediante razones y de que la
corrección aplicada sirviera para moderar su ambición. Esta lección de humildad
va acompañada de una lección de misericordia, y las palabras del Señor nos
demuestran que la misericordia digna de ese nombre debe practicarse con los
pobres y los débiles; porque ser hospitalarios con los que recompensan la
hospitalidad, antes denota ser avaros que no caritativos.
Finalmente, a uno de los convidados, como a un veterano que ha cumplido
sus años de servicio, da Jesucristo por recompensa el precepto de despreciar
las riquezas, ya que el reino de los cielos no puede ser adquirido ni por aquel
que, enteramente entregado a las cosas de aquí bajo, ha comprado posesiones
terrenales, ya que el Señor dijo: “Vende cuanto tienes y sígueme”; ni por aquel
que compró bueyes (ya que Elíseo degolló y distribuyo los que tenía); ni, en
fin, por aquel que habiendo tomado mujer, se preocupa de las cosas de este
mundo, y no de las de Dios. Cierto que no se intenta condenar el estado
conyugal, pero se afirma que la virginidad ha sido llamada a un honor más alto
que las nupcias, “porque la mujer soltera o virgen, piensa en las cosas de
Dios, para ser santa en cuerpo y alma”.
Mas, para conquistarnos ahora la amistad de las
personas casadas, como más arriba nos hemos conciliado la de las viudas,
digamos que no estamos lejos de la opinión de muchos intérpretes que estiman
que las tres clases de hombres excluidos de las participación en el gran festín
son: los paganos, los judíos y los herejes. Y por esto el Apóstol nos manda
huir de la avaricia, por miedo de que engolfados, como los gentiles, en la
iniquidad, la malicia, la impudicia y la avaricia, no podemos llegar al reino
de Cristo. “Porque ningún impúdico, o avariento, vicios que implican una
idolatría, será heredero del reino de Cristo y de Dios”.