HOMILÍA DEL OFICIO DE MAITINES SOBRE EL
EVANGELIO DEL DOMINGO
XVII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Homilía
de San Juan Crisóstomo.
Confundidos los saduceos,
volvieron los fariseos a la carga, y aunque les abría convenido más mantenerse
quietos, prefirieron continuar la lucha; y enviaron por delante a un
especialista de la interpretación de la Ley, a que preguntara a Jesús, no para
instruirse, sino para tentarle, cuál era el primer mandamiento de la Ley.
Porque siendo el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios”, pensaban ellos
que Jesús, que se hacía Dios, alegaría razones para reformar este mandamiento,
añadiéndole algo. ¿Qué hizo, pues el Señor? Queriendo poner de manifiesto que
el móvil que les había llevado a tentarle era su falta absoluta de caridad,
hija de la envidia que les consumía, díjoles: “Amarás al Señor, Dios tuyo; este
es el máximo y primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”.
¿Y por qué le es semejante?
Porque el segundo conduce al primero y de este recibe su fuerza. “Pues quien
obra mal, odia la luz, y no se acerca a ella”. Y además: “Dijo el insensato en
su corazón: No hay Dios”. Y más aun: “Corrompiéronse, e hiciéronse abominables
en sus afanes”. Y también: “ La avaricia es la reina de todos los males, de la
cual, arrastrados algunos, se desviaron de la fe”. Y por ultimo: “Quien me ama
guardará mis preceptos”, de los cuales es raíz y principio éste: “Amarás al
Señor, Dios tuyo, y a tu prójimo como a ti mismo”.
Si, pues, amar a Dios es
también amar al prójimo (porque el Salvador dijo: Si me amas Pedro, apacienta
mis ovejas”), y si el amor del prójimo hace que observemos los mandamientos,
con razón afirma el Señor que este doble amor contiene toda la Ley y los
Profetas. Y así como hemos visto antes que, interrogado Jesucristo, a propósito
de la resurrección, dio una respuesta más completa de lo que pedían los
tentadores, así también, interrogado en la ocasión presente sobre el primer
mandamiento, refirióse por su cuenta al segundo, que no dista mucho del
primero, pues es semejante al mismo. Respondiendo así, dio a entender
disimuladamente que los fariseos obraban al hacer estas preguntas instigados
por el odio. “Pues la caridad, se ha dicho, no es envidiosa”.