domingo, 14 de diciembre de 2014

ES IMPORTANTE QUE ENTREMOS EN NOSOTROS MISMOS Y HAGAMOS UN EXAMEN SINCERO DE NUESTRA VIDA


COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO
III domingo de Adviento
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Comenzando por el aspecto exterior, se presenta a Juan como una figura muy ascética: vestido de piel de camello, se alimenta de saltamontes y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cf. Mc 1, 6). Jesús mismo, una vez, lo contrapone a aquellos que «habitan en los palacios del rey» y que «visten con lujo» (Mt 11, 8). El estilo de Juan Bautista debería impulsar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación para la fiesta de Navidad, en la que el Señor —como diría san Pablo— «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9).
Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo «está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios» (Jesús de Nazaret, I, Madrid 2007, p. 36) y de la inminente venida del Mesías, definido como «el que es más fuerte que yo» y «bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 7.8). La llamada de Juan va, por tanto, más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es «el más Grande» y se hizo pequeño, «el más Fuerte» y se hizo débil.
Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías: «Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios”» (Is 40, 3). San Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino» (Mc 1, 2; cf. Mal 3, 1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento «hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a él hay que abrirle la puerta, prepararle el camino» (Jesús de Nazaret, I, p. 37).
A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros. 
Benedicto XVI