LA CONTEMPLACIÓN DE LA INMACULADA
Era grandísima la
hermosura que vi en nuestra Señora, aunque por figuras no determiné ninguna
particular, sino toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco con
grandísimo resplandor, no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San José no vi
tan claro, aunque bien vi que estaba allí, como las visiones que he dicho que
no se ven. Parecíame nuestra Señora muy niña
Estando así conmigo un
poco, y yo con grandísima gloria y contento, más a mi parecer que nunca le
había tenido y nunca quisiera quitarme de él, parecióme que los veía subir al
cielo con mucha multitud de ángeles. Yo quedé con mucha soledad, aunque tan consolada
y elevada y recogida en oración y enternecida, que estuve algún espacio que
menearme ni hablar no podía, sino casi fuera de mí. Quedé con un ímpetu grande
de deshacerme por Dios y con tales efectos, y todo pasó de suerte que nunca
pude dudar, aunque mucho lo procurase, no ser cosa de Dios. Dejóme
consoladísima y con mucha paz. (V 33, 14-15).