miércoles, 14 de febrero de 2024

CUANDO AYUNÉIS NO OS PONGÁIS TRISTES COMO LOS HIPÓCRITAS. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 


CUANDO AYUNÉIS NO OS PONGÁIS TRISTES COMO LOS HIPÓCRITAS. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 

MIÉRCOLES DE CENIZA

 

Comentarios al Evangelio

de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 

Mateo6, 16
"Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas. Desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su galardón". (v. 16)
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Como la oración es fuerte cuando se hace con un espíritu humilde y con un corazón contrito, y como no puede decirse que el que disfruta de las delicias de esta vida tenga un corazón humilde y un corazón contrito -bien sabido es que la oración sin el ayuno es flaca y enferma- por lo tanto, todos aquéllos que han querido rogar por alguna necesidad, han juntado siempre el ayuno con la oración, porque el ayuno es el apoyo de la oración. Por esto, nuestro Señor después de habernos enseñado a orar nos habla del ayuno, diciendo: "Cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas". Sabía, pues, el Señor, que la vanagloria ataca a todo lo bueno, y por eso manda cortar la espina de la vanagloria que nace en buena tierra, para que no sofoque el fruto del ayuno. No puede suceder que no sufra el que ayuna; pero mejor es que el ayuno te manifieste a ti, que no tú al ayuno. No puede suceder que el que ayuna esté contento y por lo tanto no dijo: "No queráis aparecer tristes". Los que aparecen pálidos en virtud de algunas imposturas, éstos no están tristes, pero se fingen como tales. Por el contrario, el que está triste en virtud de un ayuno prolongado no aparece triste, sino que en realidad lo está. Y por esto añade: "Exterminan sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan".
 

San Jerónimo

La palabra exterminan, que en las Escrituras Sagradas ha perdido su vigor por equivocación de los intérpretes, significa mucho más que lo que de común se comprende. Son exterminados aquellos a quienes se destierra, porque son enviados fuera de los términos. En vez de esta palabra exterminan, debemos usar siempre la palabra descomponen. Descompone el hipócrita su rostro, para manifestar tristeza, y cuando está alegre en su alma lleva el luto en su cara.
 

San Gregorio, Moralia, 8, 30

Porque unas veces se presentan pálidos, su cuerpo como que se cae de debilidad, el pecho se levanta por los suspiros que lo agitan, y nada buscan con tanto trabajo sino el conseguir la humana estimación.
 

San León Magno, in sermone 4 de Epiphania, 5

No son buenos los ayunos que no provienen del convencimiento de la conciencia, sino del arte de engañar.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Si el que ayuna aparece triste, es un hipócrita, pero ¿cuánto peor es el que no ayuna, pero que pinta en su rostro, por medio de invenciones de su imaginación, cierta palidez en señal de que ayuna?
 

San Agustín, de sermone Domini, 2, 12

Debe advertirse especialmente en este capítulo que puede haber jactancia, no sólo en el brillo y en la apariencia de las cosas corporales, sino también en las mismas miserias dignas de lamentarse. Esto es tanto más peligroso en cuanto engaña, porque se hace aparecer con el nombre de servicio de Dios. El que brilla por el cuidado excesivo de su cuerpo, y por el brillo de su vestido y de las demás cosas que le adornan, fácilmente puede comprenderse que es amigo de seguir las pompas y vanidades del mundo, y no engaña a los demás con la apariencia de una santidad engañosa. Pero el que profesando la imitación de Cristo hace que se fijen los ojos de los demás hombres en su extraordinaria tristeza, en los harapos con que se viste a este fin -cuando haga esto por su propia voluntad, y no lo sufra por necesidad-, puede muy bien ser conocido por las demás obras que practique, si esto lo hace por desprecio del lujo superfluo o por algún mal fin.
 

Remigio

El fruto del ayuno de los hipócritas se manifiesta en las palabras que a continuación dice el Salvador: "Para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su galardón".


17-18         
"Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu cara para no parecer a los hombres que ayunas, sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido: y tu Padre, que ve en lo escondido, te galardonará". (vv. 17-18)
 

Glosa

Enseñó Jesucristo lo que no debía hacerse, y ahora enseña lo que debe hacerse, diciendo: "Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, etc.".
 

San Agustín de sermone Domini, 2, 12

Suele preguntarse el significado de lo que aquí se dice. No es posible creer que Jesucristo mandase que aunque lavemos la cara todos los días, cuando ayunamos debamos untar nuestros cabellos, lo cual todos consideran como muy impropio.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Por lo tanto, si manda que no estemos tristes, para que por medio de la tristeza no manifestemos a los hombres que ayunamos, ¿por qué manda ungir la cabeza y lavar la cara? Con todo, la unción de la cabeza y el acto de lavarse la cara, si los que ayunan los observan siempre, concluirán por ser señales de ayuno.
 

San Jerónimo

Pero aquí se habla de la costumbre que había en Palestina de ungirse la cabeza en los días de fiesta. Así, el Señor mandó que cuando ayunemos, nos manifestemos contentos y alegres.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

La interpretación sencilla de esto es que no debe entenderse literalmente, así como lo demás que antecede, como si dijese: "Debes estar tan lejos de la ostentación del ayuno, que si es posible (lo cual no es muy oportuno), debes hacer aun lo que, por el contrario, parece ser indicio de lujuria o de comida", y por eso sigue: "Para no parecer a los hombres que ayunas".
 

San Juan Crisóstomo homiliae in Matthaeum, hom. 20,1

Hablando de la limosna no dijo sencillamente esto, sino que dijo que la limosna no debe hacerse en presencia de los hombres, añadiendo: "Para ser vistos por ellos". Pero en el ayuno y en la oración no añadió esto, porque la limosna es imposible que esté oculta en absoluto, pero la oración y el ayuno sí. No es pequeño fruto el menosprecio de la gloria humana. Es entonces cuando uno está libre del yugo de los hombres. Y obrando no por ellos sino por la virtud, se ama realmente esta última y se obra por ella misma. Así como nosotros estimamos la afrenta cuando la sufrimos, no por nosotros sino por otros a quienes amamos, así no conviene practicar la virtud para que otros lo vean, ni obedecer a Dios por los hombres, sino por el mismo Dios. Y por ello sigue: "Sino solamente a tu Padre que está en lo escondido".
 

Glosa

Esto es, a tu Padre celestial, que es invisible o que habita en el corazón por medio de la fe. Ayuna para Dios el que se mortifica por su amor, y el que da a otro aquello de lo que se priva a sí mismo.

Prosigue el Salvador: "Y tu Padre que ve en lo escondido, etc."
 

Remigio

Es suficiente para ti que quien conoce tu conciencia sea el mismo que te ha de premiar.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Espiritualmente se entiende la conciencia por cara del alma. Así como en presencia de los hombres es agradable una cara limpia, así ante los ojos de Dios es hermosa una conciencia pura. Los hipócritas que ayunan para agradar a los hombres destruyen estas dos caras, queriendo engañar a la vez a Dios y a los hombres. Todo pecado lacera la conciencia. Si habéis limpiado vuestra alma de pecado y habéis lavado vuestra conciencia, ayunáis como debéis hacerlo.
 

San León Magno, in sermone 6 de Quadragesima, 2

Es preciso realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos, sino procurando evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos sino para extinguir en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la mortificación debe ser el abandono de las acciones deshonestas y de las voluntades injustas. Esta manera de entender las exigencias de la fe no excusa a los que están enfermos de practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede encontrarse un alma sana.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

En sentido espiritual, Cristo es vuestra Cabeza. Dad de beber al sediento y dad de comer al hambriento, y así habréis incensado con perfumes a vuestra cabeza, a saber, a Cristo que dice en el Evangelio: "Lo que habéis hecho con uno de estos pequeños lo habéis hecho conmigo" ( Mt 25,40).
 

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,6

Dios aprueba aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo esto de lo cual te privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo mismo por lo que tu carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo pobre.
 

San Agustín, de sermone Domini, 2, 12

Consideramos a la cabeza como la razón, porque se encuentra en la parte superior del alma y gobierna los demás miembros del cuerpo. Luego el ungir la cabeza es tanto como alegrarse. Alégrese interiormente porque ayuna, el que ayunando se separa de las aspiraciones del mundo para quedar sometido a Dios.
 

Glosa

He aquí por qué en el Nuevo Testamento no todas las cosas pueden entenderse al pie de la letra. Es ridículo creer que debemos derramar aceite sobre nosotros cuando ayunamos. Lo que debemos hacer es ungirnos con el espíritu del amor de Aquél de cuyos sufrimientos debemos participar, mortificándonos y ungiendo nuestras inteligencias.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Propiamente hablando, debe lavarse la cara, pero no la cabeza que debe ser ungida. Todo el tiempo que vivimos en este cuerpo, nuestra conciencia está manchada por los pecados. Pero Jesucristo que es nuestra cabeza, no cometió pecado alguno.


19-21         
"No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen: y en donde los ladrones los desentierran y roban. Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde ni los consume orín ni polilla, y en donde los ladrones no los desentierran ni roban. Porque en donde está tu tesoro, allí también está tu corazón". (vv. 19-21)
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,2

Después de que manifestó la malicia de la vanagloria, creyó el Salvador muy oportuno hablar del menosprecio de las riquezas. Ninguna otra cosa hace desear tanto las riquezas como el deseo de la gloria. Por esto los hombres presentan gran número de criados, caballos cubiertos de oro y mesas adornadas con plata. No para reportar de ello alguna utilidad sino para hacer ostentación delante de muchos. Y esto es lo que dice el Señor cuando continúa: "No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra".
 

San Agustín, de sermone Domini, 2, 13

Si alguno hace estas cosas con el objeto de conseguir algún beneficio terreno, no podrá decirse que tiene el corazón limpio aquel que se complace con las cosas de la tierra. El que se une a una naturaleza inferior, mancha la suya, aunque aquélla a la que se ha unido no esté manchada en su especie. Y así como el oro se deteriora cuando se mezcla con plata pura, así también nuestra alma se mancha cuando se mezcla con la tierra, por muy buena que sea en su clase 1.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Como nuestro Señor nada había enseñado acerca de la limosna, de la oración y del ayuno, sino que sólo había reprobado el su fingimiento, ahora de las tres cosas mencionadas deduce tres consecuencias de enseñanza. La primera de ellas afecta a la limosna de esta manera y en este orden: "No queráis atesorar para vosotros, etc". "Cuando das limosnas, no quieras tocar la trompeta delante de ti"; y después prosigue: "No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra". Aquí, en primer lugar, da consejo para que se haga limosna; en segundo lugar manifiesta cuál sea la utilidad de la limosna; y en tercero, exhorta a que el temor de la pobreza que pueda sobrevenir, no impida a la voluntad dar limosna.
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,2

Habiendo dicho: "No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra", añade: "En donde los consume orín y polilla", para demostrar que los tesoros de la tierra, tanto por el lugar como por las personas los dañan, perjudican, mientras que los del cielo producen gran utilidad. Por esto decía: "¿Por qué temes que se te acabe el dinero si das limosna? Da, pues, limosna y ella te traerá el aumento de las riquezas, porque se añadirán las que están en el cielo, las cuales perderás si no das limosna". Y no dijo: "Las dejarás a otro", porque esto es agradable a los hombres.
 

Rábano

Pone tres cosas, según las tres clases de riquezas: los metales se destruyen por el orín, los vestidos por la polilla. Pero hay otras cosas a las que no afecta ni el orín ni la polilla, como son las piedras preciosas, y por eso pone su destrucción a los ladrones que pueden robar toda clase de riquezas.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

En otros textos se encuentra: "Porque los destruyen la comida y la polilla". Todos los bienes del mundo pueden destruirse de tres maneras. O por sí mismos, como cuando se vuelven viejos y se llenan de polilla, según acontece a los vestidos. O por los mismos dueños que se los comen, viviendo con lujuria. O por los extraños, cuando engañan a los propios dueños por medio del fraude, o por la fuerza, o por las calumnias, o por otro modo cualquiera. Es decir, todos los que se llaman ladrones, porque desean hacer que las cosas ajenas les sean propias. Pero dirás: ¿Acaso los que hacen estas cosas también las pierden? Pero que mientras que unos, hablando con propiedad, no las pierden, sí las pierden los otros, a quienes se las arrebatan. En verdad, las riquezas mal conservadas pueden perderse fácilmente, si no de una manera material, de una manera espiritual, porque no aprovechan a su dueño para conseguir su salvación.
 

Rábano

Hablando de una manera alegórica, el orín significa la soberbia, que oscurece el brillo de las virtudes, y la polilla, que muerde el buen deseo, y por esto descompone lo compacto de la unidad. Ladrones son los herejes y los demonios, que siempre están dispuestos a quitarnos las gracias espirituales.
 

San Hilario, homiliae in Matthaeum, 5

Por lo demás, la alabanza celestial es eterna y no puede ser robada por el hurto del ladrón, ni mortificada por el orín y la polilla de la envidia. Y por ello prosigue: "Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde ni lo consume orín ni polilla, y en donde los ladrones no los desentierran ni los roban".
 

San Agustín de sermone Domini, 2, 13

Yo no considero en este lugar el cielo como una cosa corpórea, porque todo cuerpo es tierra. Debe despreciar todas las cosas del mundo aquél que atesore para sí tesoros en el cielo, del que se ha dicho: "El cielo son los cielos para Dios" ( Sal 113,16), esto es, en el firmamento espiritual. El cielo y la tierra pasarán. No debemos, pues, colocar nuestro tesoro en lo que puede pasar (o constituir nuestro corazón), sino en lo que permanece siempre.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

¿Qué es, pues, mejor, el amontonar sobre la tierra, donde no es segura su conservación, o en el cielo, donde es segura su defensa? ¡Qué necedad tan grande es amontonar bienes donde se ha de dejar, y no enviarlos allí a donde se ha de ir! Coloca tus riquezas allí donde tienes tu patria.
 

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 20,3

Como no todo tesoro de la tierra se destruye por el orín y la polilla ni se roba por los ladrones, añade aquello diciendo: "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón". Como si dijese: "Aun cuando no suceda lo primero, no sufrirás pequeña pérdida, apegado a las cosas inferiores, hecho su esclavo, caído del cielo e incapaz de pensar en las cosas sublimes".
 

San Jerónimo

Esto no debe entenderse solamente del dinero, sino de todas las cosas que se poseen en la tierra. Para el goloso, su dios es el vientre; para el lascivo, su tesoro es la impureza; para el amante, la liviandad. Cada uno es esclavo del que le ha vencido. Allí, pues, tiene su corazón donde tiene su tesoro.
 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15

Ahora trata sobre la utilidad que se percibe cuando se hace limosna. El que coloca su tesoro en la tierra nada tiene que esperar en el cielo. ¿Qué esperará encontrar en el cielo aquel que nada ha enviado? Por lo tanto, peca dos veces: primero, porque atesora cosas malas, segundo, porque tiene su corazón fijo en la tierra. Asimismo, por causas contrarias obra bien doblemente quien atesora tesoros en el cielo.
 

Notas

1. Por esta metáfora no debe entenderse un rechazo a la materia y a las cosas creadas, sino más bien el rechazo al pecado.