domingo, 4 de febrero de 2024

DÍA 4. NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES


 

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

 
En el nombre del Padre, y del Hijo
, y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Redentor amoroso de las almas, que te dignaste enviar a la tierra a tu Madre Inmaculada para que fuese la mensajera de tu misericordia, anunciando a los hombres la penitencia, me postro humilde a tus pies, e imploro con profundo arrepentimiento el perdón de mis innumerables culpas. Para comprender el precio de la gracia y el amor que te inspira un alma sin mancha, me basta contemplar la incomparable hermosura de la cual te dignaste revestir a tu Madre purísima. Por lo mucho que el pecado ofende a tu bondad infinita y por lo mucho que deseo amarte, me pesa, pues, de corazón por haberte ofendido y manchado mi alma creada a tu imagen y semejanza. Derrama, Señor, sobre mí tu misericordia; yo, ayudado con tu gracia, haré la penitencia que, en tu nombre, me pide tu Santísima Madre; me haré digno de tu perdón y mereceré la perseverancia en tu santo amor y servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS

Al presentarme ante tu imagen sagrada, ¡oh Inmaculada y bondadosa Madre!, para honrarte en esta novena, bajo el nombre bendito de Virgen de Lourdes, cumplo con el deseo que manifestaste a todos tus hijos por medio de Bernardita, la hija predilecta de tu amor. Quisiste ver a las muchedumbres postradas a tus plantas y para atraerlas más eficazmente, nos hiciste entrever los esplendores del Cielo, mostrándote en toda la hermosura de tu eterna juventud. Como la paloma del Cantar de los Cantares, te asomaste a las aberturas de la piedra, a la Gruta de la montaña, y el mundo contempló admirado los reflejos de tu resplandeciente rostro y oyó los ecos de tu voz dulcísima. Confirmando con tu palabra venida del Cielo la palabra del Pontífice Supremo que acababa de proclamarte, a la faz de la tierra, Inmaculada en tu Concepción, llenaste su corazón de consuelo y al mundo Católico de júbilo. Las lágrimas y los gemidos de tus hijos, agobiados bajo el peso de sus miserias, llegaron hasta el trono de tu misericordia, y llevada de tu inmensa compasión, acudiste presurosa para sanar sus cuerpos y sus almas. Mandaste, y luego de la tierra dócil salió el agua benéfica y cristalina, cuya misteriosa virtud devuelve vista al ciego y palabra al mudo, vida a los miembros muertos, imagen sensible de la gracia que, pasando por tu Corazón, transforma y resucita a las almas.  
A tus pies vengo, pues, ¡oh Madre amante!, para escuchar tu voz, exponer mis necesidades y solicitar tus maternales favores. Bernardita era pura cuando se acercaba a la Gruta donde tú la atraías: yo, que soy criatura tan culpable, ¿me atreveré a acercarme al trono de la pureza que rodean los ángeles del Cielo? Tu bondad para con los pecadores me alienta, ¡oh María! Dadme luz, ¡oh Reina de la Sabiduría!, cúbreme con el manto de tu maternal protección, para que en esta novena comprenda tus enseñanzas, me someta a tus consejos, los practique con amor, aleje de mi alma la ira de Dios y merezca en cambio su gracia y su amor. Amén.

 

 

DÍA CUARTO – 5 DE FEBRERO

 

MEDITACIÓN:

ESTAMOS LLAMADOS A VOLVER A DIOS

Al dignarse bajar del cielo, la Santísima Virgen se proponía convertir a Dios el mundo materializado, resucitando la fe en los corazones. Se consigue esto de dos maneras: o por las manifestaciones públicas de la piedad cristiana, o por las manifestaciones de las maravillas de Dios. María lo sabe, y por eso pide a Bernardita que el mundo entero venga en procesión a la gruta que Ella se ha escogido, haga en ella actos de fe y de amor, y en cambio recibirá las manifestaciones de la misericordia divina.

La procesión procura la gloria de Dios. En ella y por ella el cristiano confiesa a Dios, canta sus alabanzas, proclama sus grandezas, e implora sus misericordias. En la procesión, el cristiano vence su pusilanimidad, triunfa del respeto humano, y con el ejemplo de sus hermanos se alienta en la fe, en la confianza y en el amor. Y ¡qué disposiciones para recibir las gracias divinas! Por eso la Santísima Virgen se complace en derramar sobre el pueblo cristiano los beneficios de su maternal misericordia. Cuando el pueblo reunido ha orado y cantado las alabanzas de Dios y pedido el auxilio de su Madre, llueve del cielo el rocío del milagro y viene a dar vista al ciego, oído al sordo, lengua al mudo, y salud al paralítico. Y la gente que le contempla, ve crecer su fe, renace a la esperanza perdida, y canta de nuevo las alabanzas de Dios.

Aunque no de un modo tan patente, ¡cuántas maravillas han contemplado nuestros ojos! ¡Cuántos favores han recibido nuestras almas! Y sin embargo, permanecemos fríos ante la gracia y sordos a la voz de Dios. También a nosotros nos llama la Virgen, cuando en su templo la piedad cristiana procura alguna manifestación. También nos llama, cuando en nuestro corazón sentimos el deseo de practicar alguna virtud para agradarla, o de apartarnos de algún pecado que la ofende. No nos hagamos sordos a su voz, seámosle siempre dóciles, y en cambio, Ella derramará sobre nuestras almas las gracias de salud y de conversión que tanto necesitamos.

 

Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales: La Santa Iglesia, la Patria, los gobernadores eclesiásticos y civiles, la enseñanza católica, la salud de los enfermos, y la conversión de los pecadores.

 

v NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v SALUD DE LOS ENFERMOS: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)

v REFUGIO DE LOS PECADORES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Gloria.

 

Oración del día cuarto

Nuestra Señora de Lourdes, la presencia de las iniquidades de la tierra ha hecho pasar una dolorosa nube sobre vuestra frente celestial y contristado, por decirlo así, vuestra felicidad eterna. Nos habéis ordenado entonces que roguemos por los pecadores.

Os obedecemos, clementísima Virgen y elevamos nuestras ardientes súplicas a Vos y Dios, por todos los que os han ofendido en la tierra. Mas, nosotros también, somos pecadores, muy grandes pecadores, indignos de levantar hacia Vos nuestros ojos, y os invocamos por otros pecadores quizás menos culpables que nosotros a los ojos de vuestra justicia, que sólo exigirá a cada uno en proporción de lo que ha recibido.

Os suplicamos por los débiles, fortificadlos; os suplicamos por los extraviados, dirigidlos; os suplicamos por los enfermos, curadlos; os suplicamos por los que padecen del todo muertos a la gracia, ¡resucitadlos! ¿Acaso, Señor, la iniquidad de los hombres será mayor que vuestra misericordia e infinito poder? Alzad, ¡oh Dios de Jacob!, vuestra mano omnipotente y vengaos de este mundo culpable haciéndole caer de rodillas, postrándole delante de vuestra Cruz y convirtiéndolo en vuestro misionero apóstol.

¡Ah Señor!; todas las fuerzas humanas han llegado a su límite; venid a nosotros, ¡oh Salvador del mundo!, porque perecemos sin Vos. Dirigid la barca y se calmarán todas las furias del mar.

Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.

 

PRÁCTICA: Hacer alguna oración especial por la conversión de algún pecador que tengamos en vista.

 

GOZOS EN HONOR

A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
   
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.

Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
   
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acabo de recibir de tus labios divinos, ¡oh piadosa Madre!, las lecciones que das a la tierra por medio de tu gloriosa y misericordiosa aparición. Para probar tu misión divina a la tierra has multiplicado, como lo hizo tu hijo Jesús, los milagros a favor de los hombres, dando la vista a los ciegos, oído a los sordos; habla a los mudos y salud completa a los enfermos agobiados por toda clase de dolor.

En estos enfermos, ¡oh Madre piadosa!, reconozco las dolencias de mi alma que tú has venido a sanar. En su ceguedad, ¡oh María!, mi alma se ha extraviado del camino del bien. En su sordera, ha desentendido la voz de Dios que la llamaba atrayéndola con las caricias de su gracia. En su mudez, ha dejado de alabar a Dios por sus grandezas y beneficios y agobiada por sus múltiples enfermedades, ha dejado de practicar el bien y la virtud. ¡Oh María, refugio de los pecadores y salud de los enfermos!, sana mi alma de las enfermedades que la aquejan. Guíame sin cesar por el camino del bien, haz que mi alma oiga siempre la voz de Dios y no la desatienda jamás, y que cante siempre sus alabanzas; líbrala de todas las enfermedades que la agobian, para que libre del peso de la tentación y del pecado, siga tus huellas, imite tus virtudes y te acompañe en tu vuelo hacia la patria feliz. Así sea.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.