martes, 5 de diciembre de 2023

DÍA 4. NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE

DÍA 4. NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE

 

ORACIONES DEL TRIDUO

PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

SÚPLICAS A NTRA. SRA. DE GUADALUPE

 

I

Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado, por aquella maternal piedad con que amparaste a los mexicanos recibiéndoles por tus hijos desde los primeros años en que nuestra nación recibió la predicación del Evangelio; te pedimos, oh, Madre, nos alcances constancia en la fe y valor en las tentaciones, para que, unidos de entendimiento y de voluntad, vivamos siempre sujetos al Supremo Pastor de la Iglesia Católica, en la cual solamente podemos conseguir nuestra eterna salvación.

 

Dios te salve, María...

 

II

Virgen Santísima, que con el dulce nombre de Santa María de Guadalupe te dignaste aparecer en medio de nosotros y establecer en el templo que escogiste el trono de tu misericordia y de tu protección, te pedimos, oh, Madre, que, así como nos visitaste y amparaste con tu aparición, así nos visites con tu maternal presencia y auxilio en la hora de nuestra muerte.

 

Dios te salve, María…

 

III

Virgen Santísima, Madre y Abogada nuestra, que en señal de singular protección nos dejaste milagrosamente pintada tu adorable Imagen que nos sirviera como de glorioso estandarte para vencer a los enemigos de nuestra Fe y de nuestras almas, te pedimos, oh, Madre, por el Sagrado Corazón de tu Santísimo Hijo y por tu Purísimo Corazón, que así como veneramos tu Imagen aquí en la tierra, así lleguemos a gozar de tu maternal presencia en el cielo.

Dios te salve, María…

 

Unidos a ella, alabemos y adoremos a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre…

 

 

DÍA CUARTO

La Virgen sale al encuentro a Juan Diego que iba a México a llamar a un Misionero para su tío moribundo.

 

PUNTO PRIMERO

“El lunes, 11 de diciembre, Juan Diego no acudió al Cerrito, como se lo había mandado María Santísima, para recibir la señal que el Obispo había pedido. Porque vuelto a su casa, halló a su tío Juan Bernardino atacado de una fiebre peligrosa (análoga al tifo o tabardillo pinto) que los indios llamaban cocolistli, y todo el día anduvo buscando a un médico de los suyos para que le aplicase algún remedio. Pero a pesar de las medicinas, el enfermo, sintiéndose más agravado por la noche, rogó a su sobrino que tomase la madrugada antes que amaneciese y fuese al Convento de Santiago Tlaltelolco a llamar a uno de los Religiosos para que le administrase los Sacramentos de la Penitencia y Extrema Unción. Cogió Juan Diego la madrugada del día, martes 12 de diciembre, y así como empezó a esclarecer, habiendo llegado al sitio, por donde debía subir a la cumbre del Cerrito por la parte de Oriente, le vino a la memoria el no haber vuelto el día antecedente a obedecer el mandato de la Santísima Virgen. Y le pareció en su candidez que, cogiendo otra vereda que seguía por lo bajo o falda del montecillo, la Virgen no le vería, ni le detendría. Y porque requería prisa el negocio a que iba, y que después podía volver a pedir la señal para el Señor Obispo, hízolo así y tomó el camino por la parte que mira al mediodía...”

 

Reflexión

Primera: a Juan Diego no se le ocurrió ni por el pensamiento pedir a la Virgen el remedio para la enfermedad mortal de su tío: antes bien, creyó en este acto más estricta la obligación de auxiliar a su tío moribundo, que no de acudir al mandato recibido. Es como si en un día de fiesta de guardar uno se encuentra entre dos preceptos, el de oír Misa, y el de asistir a un pariente suyo que está en grave peligro de la vida. Y no pudiendo cumplir los dos, deja de ir a la Iglesia a oír Misa, y se queda a la cabecera del enfermo. Pero, nosotros, ¡cuántas veces, so pretexto de retiro, de devoción y de hacer meditaciones, evitamos la molestia de ayudar a nuestros prójimos, visitándoles si están enfermos, consolándoles si están tristes, y proveyéndoles de algún subsidio, si necesitados! Más agrada a Dios la oración de obra que no la oración de afecto y en estos casos dejamos a Dios por Dios, como hizo la Virgen María cuando dejó su retiro de Nazaret para ir a asistir a su parienta Santa Isabel. Segunda: nadie se admirará de la sencillez de Juan Diego, que con tomar otro camino pensaba ocultarse a los ojos de la Virgen, si se acuerda de que Adán y Eva, después de haber pecado, “se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del paraíso.” (Gen. 3. 8.)

 

PUNTO SEGUNDO

Pero Juan Diego, habiendo pasado el paraje, donde mana una fuentecilla, hoy conocida por el Pocito, ya que iba a volver la falda del cerro, le salió al encuentro María Santísima. Viola el indio bajar de la cumbre del cerro para salirle al encuentro, rodeada de una nube blanca y con la claridad que la vio la vez primera. Quedó Juan Diego confuso, avergonzado y temeroso de recibir alguna reprensión. Pero la tierna Madre, con mucha benevolencia, le dijo: “Adonde vas, hijito mío, ¿y qué camino es el que has seguido?...”

 

Reflexión.

¡Cuántas veces ha hecho el Señor con nosotros lo que la Virgen Madre hizo con Juan Diego, buscándole, saliéndole al encuentro y manifestándole benevolencia y cariño de Madre! Mientras huíamos de Dios, Él nos seguía como el buen pastor corre en pos de la oveja descarriada: ¡nos hacíamos sordos a sus llamamientos, y Él no dejaba de tocar a la puerta de nuestro corazón para que le abriéramos! ¿Qué hubiera sido de nosotros si el Dios misericordioso que ama a las almas hubiera dejado de llamarnos? ¡Pero no despreciemos en lo venidero estos avisos y llamamientos interiores, con que en su bondad y longanimidad nos llama, no sea que en castigo deje de llamarnos!

 

PUNTO TERCERO

Animado de las cariñosas palabras de la Virgen, el indio contesto: “¡Niña mía muy amada y Señora mía! Sabe que está enfermo de riesgo un siervo tuyo y mi tío; y voy de prisa al Templo de Tlaltelolco a llamar a un sacerdote para que venga a confesarle y olearle; y después de haber hecho esta diligencia volveré por este lugar a obedecer a tu mandato. ¡Perdóname te ruego, Niña mía muy amada!” Respondiole la Virgen: “oye, hijito mío, no te moleste ni aflija cosa alguna, ni temas enfermedad, aunque sea grande. ¿No estoy aquí yo que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi sombra y amparo? ¿No soy yo vida y salud? No te de cuidado la enfermedad de tu tío, y ten por cierto que ya está sano”. Habiendo oído estas palabras de la Reina del cielo, Juan Diego se alegró muchísimo, y persuadido de que su tío ya estaba sano, le rogó a la Virgen que otra vez le enviara al Obispo con la señal que le había dicho le daría...

 

Reflexión

Primera: Le. Virgen, para excitar la fe y confianza en el corazón de Juan Diego, le recuerda los títulos y las razones que había para ello. De la misma manera los maestros y teólogos místicos aconsejan que cuando nos hallamos en la desolación, a saber, abatidos, tristes, sin confianza y como abandonados de Dios, debemos esforzarnos en pensar en las otras ocasiones en que el Señor nos consoló con sus favores y beneficios; de donde saquemos que volverá a consolarnos, y restituirnos la leticia de su salvación. Segunda: Admiremos la viva fe de Juan Diego: acababa de dejar moribundo a su tío, y consoló oír de la Virgen que le dice “tu tío está sano," lo cree, se alegra, desecha todo temor y se ofrece a llevar al Obispo la señal prometida. En el estado de aflicción, cuando nuestro director para sosegarnos nos descubre las razones aparentes, sutilezas y perpetuas falacias del demonio, como enseña San Ignacio de Loyola, con sólo pensar que el director es el ministro de Dios y que por su medio el Señor nos habla, debemos renunciar a todo nuestro parecer y sentir, sin reparar en otras razones o cualidades del director. La obediencia cristiana mira tan sólo en que tiene el lugar de Dios el que nos dirige, y sólo esta razón debe bastarnos para obedecerle y tener por acertado y conveniente lo que nos propone. Pero si nos movemos a obedecer porque el director goza fama de sabio, de piadoso y de muy experimentado, esta obediencia, en todo rigor, no será obediencia cristiana, sino meramente humana y de ningún valor para el provecho espiritual.

 

ORACIONES

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.

 

ORACIÓN DE SAN BERNARDO

ACORDAOS, ¡oh, piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, yo también acudo a Vos, oh, Madre ¡Virgen de las vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, ¡oh, Madre de Dios! mis súplicas; antes bien escuchadlas y, acogedlas benignamente, Amen.”

 

No, nunca te alejes, no faltes jamás:

si somos tus hijos, oh, Madre, piedad.

 

V. Ruega por nosotros Santa María Virgen de Guadalupe.

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Oremos

¡Oh, Dios! que con habernos colocado bajo el singular patrocinio de la Santísima Virgen María nos quisiste colmar de perpetuos beneficios, te suplicamos nos concedas que, así como nos alegramos hoy de su conmemoración en la tierra, así consigamos gozar de su presencia en el cielo. Así te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

 

***

Nos cum Prole pía

Benedicat Virgo María!

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