jueves, 2 de diciembre de 2021

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN. San Enrique de Ossó. Día 5

DÍA 5

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA CON SAN ENRIQUE DE OSSÓ.

 

Por la señal de la santa cruz….

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María Inmaculada, Virgen y Madre de Dios y Madre mía de mi alma! vos sois ya en el primer instante de vuestra Concepción más hermosa que la hermosura, más graciosa que la gracia, más santa que la santidad, más pura en cuerpo y alma que todos los ángeles y todos los hombres: solo Dios es más puro que vos. Confieso, Madre querida, que no bastan todas las lenguas angélicas y humanas para pregonar dignamente vuestras excelencias, privilegios y gracias. Permitidme, pues, a lo menos, Virgen Inmaculada, que mi corazón se goce, mi espíritu se regocije y mi mente se extasíe contemplando vuestra Inmaculada Concepción, cifra de todas vuestras glorias, y exclame alborozado con los ángeles y los hombres y con la misma Trinidad Beatísima: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos; vos sola llena de gracia, vos sola inmaculada, vos sola perfecta y adornada desde el primer instante con el cúmulo y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios celestiales. Vuestra Concepción Inmaculada ¡oh María!, es el misterio de vuestras insondables grandezas y la prerrogativa más amada de vuestro corazón. Alcanzadme, pues, que, venerando este misterio, los venere todos y consiga el entero perdón de todos mis pecados, una perfecta pureza de alma y cuerpo, la perseverancia y el aumento en el amor de Dios y de vos, y la gracia especial que solicito en esta novena. Amén.

 

Unos segundos de silencio

 

Bendita sea tu pureza

Y eternamente lo sea,

Pues todo un Dios se recrea

En tan graciosa belleza.

A ti, celestial Princesa,

Virgen sagrada María,

Te ofrezco desde este día

Alma, vida y corazón,

Mírame con compasión,

No me dejes, Madre mía.

 

Meditación propia del día.

 

MEDITACIÓN DÍA 5º

Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.

Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.

Punto primero. María a sus hijos. –No has de juzgar de mis méritos, de mis virtudes, de mis excelencias y gracias, hijo mío, del modo común como juzgas a los demás santos. Porque los fundamentos de mi santidad y de mi amor a Dios, están, hijo mío, ya en el primer instante de mi Concepción, sobre la cima de los más elevados montes, que son todos los ángeles y santos. Yo aparecí en el cielo, en el instante primero de mi Concepción, como un grande portento, porque no solo aparecí revestida del sol, esto es, adornada con todos los resplandores y gracias del Sol de justicia, sino que yo misma vestí a este mismo Sol de toda justicia, el Verbo, Hijo de Dios, haciéndole Hijo del Hombre. Si, pues, este Sol eterno vino al mundo para incendiarlo con sus fuegos, y no hay nadie que no sienta el calor de sus fulgores, pondera, hijo mío, cuán abrasada debía estar mi alma en el fuego del divino Amor que aparece ya en el primer instante toda vestida de este Sol, no participando de alguno de sus ardores, sino abismada en ellos. Porque en el primer instante tuve perfectísimo uso de razón, que me duró toda la vida, con perfecta libertad para obrar el bien, y no solo tuve el uso perfecto de la razón, sino la lumbre plenísima y sobrenatural de la fe y copiosísima sabiduría y luces inexplicables con intensísimos auxilios para merecer. Y más que todo tuve, hijo mío, inmensa caridad. Admira, hijo mío, e imita mi perfectísima caridad. Dios era todo para mí, y solo Dios me bastó siempre y llenó los senos inmensos de mi corazón. “Dios mío y todas las cosas, yo os amo con todo mi corazón”. He aquí la primera y la única aspiración de mi corazón desde el primer instante de mi vida. Además, nada había en mí de corrupción ni de pecado que estorbase la acción de la infinita caridad de Dios. Los serafines y todos los santos, hijo mío, pueden aprender cómo se ama con toda perfección a Dios en el primer instante de mi ser. Yo amé a Dios cuanto un corazón humano le puede amar. Le amé porque era infinitamente bueno, bello, santo, veraz, justo, infinito en todo género de perfecciones. Amé a Dios puramente, constantemente, ardentísimamente, perfectamente; esto es, le amé porque era Dios, sin ningún interés mío, cuanto le podía amar, esto es, con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas. Por eso Dios amó más las puertas de Sión que todos los tabernáculos de Jacob, y aunque yo no hubiese tenido que esperar eterna recompensa, lo mismo hubiese amado a Dios solo por su bondad infinita. ¿Es así tu amor a Dios, hijo mío? Si no amas a Dios sobre todas las cosas, estás perdido eternamente. Enmiéndate.

Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –¡Oh fuego que siempre ardes en el alma purísima de mi Madre María Inmaculada! Ven a mi pecho y enciéndele, abrásale y consúmele. Pedid, Madre amantísima a vuestro hijo Jesús, que vino a meter fuego en todos los corazones y no desea sino que ardan, y que ha metido en vuestro corazón Inmaculado desde el primer momento tan inmenso incendio; pedidle que encienda, consume y abrase también nuestro corazón en el divino Amor. ¿De qué me ha de servir la vida y qué he de hacer de mi corazón, si no lo empleo todo en amar a mi Dios y a vos? ¡Oh María Inmaculada, Reina y Madre del hermoso Amor! Por vuestra inmensa caridad yo os ruego os dignéis enviar a mi helado pecho, a lo menos una centellica del divino amor que rebosa en vuestro corazón como en un volcán inmenso. Alcanzadme la gracia, Madre amable, de que nunca pierda este amor. O amar o morir de amor. O morir de amor, o no vivir. Una sola gracia os pido, Madre querida, y es que me concedáis el vivir y morir abrasado del divino Amor, como vos vivisteis y moristeis, para reparar el tiempo malgastado en la tibieza, en la flojedad y ¡ay! tal vez en el desamor divino. ¡Tiempo perdido! ¡Tiempo el más desgraciado, el que malgasté no amando a la suma Bondad! ¡Oh hermosura siempre antigua y siempre nueva! ¡Cuán tarde os conocí, cuán tarde os amé!... Hacedme prisionero perpetuo de vuestro amor. ¿Por qué como mi Inmaculada Madre, no empecé a amar sobre todas las cosas a mi Dios, desde que despuntó en mi alma el uso de razón? ¿Por qué para todos he tenido amor de sobras menos para mi Dios? ¿Por qué siempre he sido tardío y escaso en amaros a vos, mi Dios, Dios de mi corazón? ¿Por qué no os he amado como yo debo y vos merecéis y me mandáis? ¡Ay! Porque no he querido. Yo os pido ¡oh Dios de amor! que olvidéis mis desvíos pasados y me convirtáis a Vos, y os ame siempre, a ejemplo de mi Madre del hermoso amor, con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas, y viva y muera de vuestro amor. Amén.

Jaculatoria. ¡Oh fuego del divino Amor, que siempre ardiste en el corazón de mi Madre María Inmaculada! enciéndeme, abrásame.

Obsequio. Haré en este día cincuenta actos de amor de Dios, y pediré siempre a mi Madre María el vivir y morir abrasado en el amor de Dios.

 

Terminada la meditación se concluye con estas oraciones.

 

HOMENAJE DE PIEDAD FILIAL A MARÍA

1.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Hija del Padre celestial, y os consagro mi alma con todas sus potencias. Hacedme puro y santo. Avemaría.

2.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Madre del único Hijo de Dios, y os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Hacedme puro y santo. Avemaría.

3.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a esposa del Espíritu Santo, y os consagro mi corazón con todos sus afectos. Dignaos alcanzarme de la Santísima Trinidad las gracias que necesito para salvarme. Hacedme puro y santo. Avemaría.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Inmaculada María! vos nacisteis de la boca del Altísimo toda pura, hermosa, agraciada y santa, primogénita entre todas las criaturas, rutilante como la aurora, bella como la luna, escogida como el sol. Obra maestra del poder, sabiduría y amor de Dios, fuisteis, oh María, morada de todas las gracias del Espíritu Santo, paraíso de todas las delicias del Eterno, casa y arca de la Sabiduría increada, digno habitáculo preparado para Sí, por altísimo prodigio de la naturaleza y de la gracia, sois ¡oh María! el lirio entre espinas, la rosa siempre viva, la zarza de Moisés, el retoño de gracia, la tierra virginal y siempre bendita de la que se formó el nuevo Adán, Jesucristo. Vos sois la paloma siempre pura, la Jerusalén santa, el trono excelso de Dios, templo divinísimo, tesoro de inmortalidad, paraíso ameno de inocencia, cedro incorruptible, huerto cerrado, ciudad de Dios y milagro inefable de su omnipotencia. Vos sois el arca de Noé, la escala de Jacob, la torre inexpugnable de David, la fuente sellada y la única hija de vida, reparadora de todo el humano linaje. Vos sola ¡oh Inmaculada María!, aplastasteis la cabeza de la serpiente infernal con vuestro pie inmaculado y triunfasteis siempre de sus iras. Haced, pues, oh querida Madre mía, que todos los que nos gozamos y os honramos en el misterio de vuestra Inmaculada Concepción, libres de toda culpa, vivamos en justicia, muramos en gracia y consigamos la gloria por vos, oh María Inmaculada. Amén.

 

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.