jueves, 16 de diciembre de 2021

La Sagrada Comunión (II) San Pedro Julián Eymard

 

La Sagrada Comunión (II) Sa... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

 

LA SAGRADA COMUNIÓN (II)

CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

Comulgad, porque sois débiles

Tengo que enseñaros una moral un tanto austera: buscad tan sólo en Jesús la fuerza, la alegría y la consolación.

Que Dios os dé a conocer y apreciar este tesoro escondido y os conceda a todos vivir sobre la región de las tempestades y de las vicisitudes de la vida pasajera. Continuad comulgando, porque sois débiles y habéis de vivir de nuestro Señor, lo cual se alcanza recibiéndole.

Así lo dijo el Salvador: “Quien me come vivirá por mí; quien come mi carne y bebe mi sangre en mí vive y yo en él”.

Es preferible que vayáis a la sagrada Comunión con vuestras miserias a que os apartéis de ella por temor o humildad; esas miserias, por el contrario, serán un poderoso estímulo para desear ardientemente el pan de los fuertes y singularmente el pan de los débiles y pobres. El amor es más atrevido que respetuoso, más confiado que tímido.

Derrita este sol divino el hielo de que están llenas vuestras acciones y miserias. Esto es lo más rápido.

Que este regio festín sea el gozo de vuestra alma y el único al que aspiréis.

Que vuestra vida sea como la del sarmiento, como la flor del lirio, como el fruto del amor.

Cuando nuestro Señor se ha posesionado, al menos una vez, por la sagrada Comunión de un corazón cualquiera; deja en él indeleble el recuerdo y la huella de su paso: es un reino conquistado donde Jesús ha reinado siquiera algunos días.

Comulgad para amar, comulgad con amor, comulgad para amar más. Pedid y recibiréis. Esta es la mejor disposición.

 

El fin esencial de la Comunión

Si nuestro Señor os hace sentir alguna vez en la sagrada Comunión la dulzura de su gracia, agradecédselo; gozad de su presencia, de sus consuelos, de esta prueba de amor personal. Pero no olvidéis que no es éste el fin esencial y necesario de la visita de Jesús; sobre todo, no os alejéis de la sagrada mesa, porque vuestro corazón está frío y porque es grande vuestra miseria: es una tentación horrible, un golpe mortal que el diablo quiere asestar contra vosotros y que entristece a nuestro Señor.

Al contrario, tomad entonces vuestro corazón con las dos manos y arrojadlo a los pies del buen maestro.

Comulgad como pobres, como mendigos, como enfermos; pero hacedlo siempre con humildad y confianza y con deseos de ser mejores y de amar mucho a nuestro Señor.

Id a la sagrada Comunión como unos niños; animados por la confianza, haciendo de la sencillez del amor vuestra plegaria y del deseo ardiente de amar vuestra preparación.

No os fijéis en vuestros progresos o aprovechamientos, sino más bien en vuestras necesidades y en vuestro deseo de amar a Dios.

A la verdad, sólo una cosa es necesaria en esta tierra: amar y servir a Dios; y la sagrada Comunión, haciéndonos vivir la vida de nuestro Señor, alimenta en nosotros este amor y nos hace progresar en el camino de la santidad.

 

El verdadero progreso

Me decís que no progresáis. Tened entendido que el verdadero progreso consiste en cumplir la voluntad de Dios, en volver a cobrar nuevos alientos, en levantarse y repetir sin cesar: “Lo haré mejor”.

Mientras seáis alimentados por nuestro Señor; el demonio no os hará ningún mal, porque os sentiréis fuertes y bien defendidos.

Por favor, no os alejéis de la sagrada mesa, ni tan siquiera por sentimiento de humildad.

Si hubieseis cometido alguna falta venial, lo mejor que podréis hacer es purificarla en el fuego de la divina Eucaristía.

Seguid fortificándoos con el pan de los fuertes: la sagrada Comunión es el fin y la perfección de la vida, es la devoción regia que a todo reemplaza; es para vosotros el gran ejercicio de las virtudes cristianas, el acto soberano del amor, el rocío de la mañana.

Por tanto, acercaos a la sagrada Comunión como a la gracia máxima de vuestra santificación, cual niños que nada tienen y cual pobres que necesitan de todo y a quienes nuestro Señor quiere darse con toda predilección.