lunes, 6 de diciembre de 2021

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN. San Enrique de Ossó. Día 9

DÍA 9

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA CON SAN ENRIQUE DE OSSÓ.

 

Por la señal de la santa cruz….

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María Inmaculada, Virgen y Madre de Dios y Madre mía de mi alma! vos sois ya en el primer instante de vuestra Concepción más hermosa que la hermosura, más graciosa que la gracia, más santa que la santidad, más pura en cuerpo y alma que todos los ángeles y todos los hombres: solo Dios es más puro que vos. Confieso, Madre querida, que no bastan todas las lenguas angélicas y humanas para pregonar dignamente vuestras excelencias, privilegios y gracias. Permitidme, pues, a lo menos, Virgen Inmaculada, que mi corazón se goce, mi espíritu se regocije y mi mente se extasíe contemplando vuestra Inmaculada Concepción, cifra de todas vuestras glorias, y exclame alborozado con los ángeles y los hombres y con la misma Trinidad Beatísima: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos; vos sola llena de gracia, vos sola inmaculada, vos sola perfecta y adornada desde el primer instante con el cúmulo y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios celestiales. Vuestra Concepción Inmaculada ¡oh María!, es el misterio de vuestras insondables grandezas y la prerrogativa más amada de vuestro corazón. Alcanzadme, pues, que, venerando este misterio, los venere todos y consiga el entero perdón de todos mis pecados, una perfecta pureza de alma y cuerpo, la perseverancia y el aumento en el amor de Dios y de vos, y la gracia especial que solicito en esta novena. Amén.

 

Unos segundos de silencio

 

Bendita sea tu pureza

Y eternamente lo sea,

Pues todo un Dios se recrea

En tan graciosa belleza.

A ti, celestial Princesa,

Virgen sagrada María,

Te ofrezco desde este día

Alma, vida y corazón,

Mírame con compasión,

No me dejes, Madre mía.

 

Meditación propia del día.

 

MEDITACIÓN DÍA 9º

Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.

Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.

Punto primero. María a sus hijos. –No es contrario, hijo mío, sino muy conforme a la mente del inspirado evangelista san Juan el entender o significar por las doce estrellas con que aparecí coronada, las doce tribus de Israel o la plenitud de la santa Iglesia de Jesucristo; porque así como los apóstoles fueron mi primer honor y corona, y los primeros defensores y propagadores de mi honor, así toda la Iglesia es como el mejor trofeo de mis conquistas, y toda la Iglesia se esmera en defender mi honor, en propagar mi culto en todo el mundo. Yo, hijo mío, con mi sacrificio, más costoso que el de Abraham, compré el derecho de Madre de todos los redimidos. Yo os compré con la sangre de mi Hijo, y con los dolores del Calvario os di a luz para hacerme con todos los fieles una corona de hijitos, más numerosos que las estrellas del cielo y las arenas del mar. La Iglesia, hijo mío, nació en mi seno con Jesús fundador y cabeza de ella: tomó nueva vida en el Calvario con mis dolores, y se engrandeció y se mantiene bajo el calor y sombra de mis alas maternales. Mi habitación fue siempre desde el primer instante de mi Concepción Inmaculada, en la plenitud de los santos (Eccl. XXIV), y yo sostengo a los santos en su plenitud, esto es, les doy virtud para que no caigan, los méritos para que no perezcan, la fortaleza para que perseveren; reprimo a los demonios para que no les dañen, y desarmo a mi divino Hijo para que no los castigue. Con el calor que me presta mi amor maternal coopero, hijo mío, a que nazcan en la Iglesia los fieles y sean miembros vivos de Jesucristo mi hijo. Por eso la Iglesia siempre ha defendido mi honor desde los apóstoles al Concilio de Éfeso, desde el Concilio de Éfeso hasta el inmortal Pio IX, que definió el dogma de mi Concepción Inmaculada. Toda la Iglesia y todo el mundo, hijo mío, están llenos de mis glorias y me llaman su Madre, su señora, su Reina, su Inmaculada. El que me honra, tendrá la vida eterna (Eccl. XXIV); no lo olvides, hijo mío, y esfuérzate con todo ahínco para ser mi corona por toda la eternidad, por la fiel correspondencia a la gracia que yo te alcanzo. Óyeme.

Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –¡Cuán hermosa aparecéis a mi alma ¡oh María! al contemplaros coronada con la esplendente corona de los doce apóstoles y con la corona con que os coronan todos los justos que ha habido y habrá en la Iglesia de Dios vuestro Hijo! ¡Cuán bella y agraciada sois ¡oh María Inmaculada! al admiraros calzada de la luna, como Reina, señora, protectora y ornamento de toda la Iglesia católica! ¡Cuán exaltada sobre todos los ángeles y los hombres, aparecéis a mis ojos ¡oh María! al contemplaros ya en el primer instante de vuestra Concepción Inmaculada, vestida del Sol de justicia, envuelta y abismada en medio de sus infinitos resplandores de gloria, de lumbre, de gracia y de caridad! Bien se vislumbran en este portento, Madre querida, los designios amorosos de toda la Trinidad Beatísima. El poder del Padre al aparecer vos como un grande portento o prodigio que solo pudo obrar su omnipotencia. La sabiduría del Hijo con la lumbre de la fe, de la sabiduría y de la gracia; y el amor del Espíritu Santo en ese fuego, luz y calor inmensos que os presta el Sol divino al vestiros con sus galas. Enemistades perpetuas, cabales y eternas debía haber necesariamente entre la serpiente infernal y vos desde el primer instante. Porque ¿qué tiene que ver la luz con las tinieblas? ¿Qué amistad podía haber entre el asqueroso negrillo, reptil ponzoñoso e inmundo que se arrastra por el cieno y por el suelo y que solo vive en la región del desamor y de las tinieblas, con vos, que andáis sobre las alas de los purísimos serafines, pues sois su Reina y estáis siempre vestida del sol y aparecéis como brillante aurora para ahuyentar las tinieblas del mundo? Si venís a derrocar su imperio y a lanzar al infierno a Satanás con toda su caterva de espíritus inmundos, y vuestro inmaculado pie los pisara y aplastara su cabeza y su poderío, ¿qué os pueden hacer? Si Dios está siempre con vos, ¿qué podrá todo el infierno contra vos? nada, sino salir descalabrado siempre. Loor, pues y bendición, y claridad, y alabanza sempiterna sea a tu Concepción Inmaculada ¡oh María! Triunfaste perpetuamente, perfectamente, completamente del poder de Luzbel, y en vano, retorciéndose en su derrota, tratará de armar asechanzas a tu calcañar, pues solo le servirá para su mayor vergüenza y exterminio. Gloria, pues ¡oh María! a tu Concepción Inmaculada. Permíteme que venga a celebrarla en el cielo un día. Amén.

Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! Ya que soy todo vuestro, guardadme y defendedme como cosa y propiedad vuestra.

Obsequio. Rezaré doce Avemarías, con la Coronilla de las doce estrellas.

 

Terminada la meditación se concluye con estas oraciones.

 

HOMENAJE DE PIEDAD FILIAL A MARÍA

1.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Hija del Padre celestial, y os consagro mi alma con todas sus potencias. Hacedme puro y santo. Avemaría.

2.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Madre del único Hijo de Dios, y os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Hacedme puro y santo. Avemaría.

3.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a esposa del Espíritu Santo, y os consagro mi corazón con todos sus afectos. Dignaos alcanzarme de la Santísima Trinidad las gracias que necesito para salvarme. Hacedme puro y santo. Avemaría.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Inmaculada María! vos nacisteis de la boca del Altísimo toda pura, hermosa, agraciada y santa, primogénita entre todas las criaturas, rutilante como la aurora, bella como la luna, escogida como el sol. Obra maestra del poder, sabiduría y amor de Dios, fuisteis, oh María, morada de todas las gracias del Espíritu Santo, paraíso de todas las delicias del Eterno, casa y arca de la Sabiduría increada, digno habitáculo preparado para Sí, por altísimo prodigio de la naturaleza y de la gracia, sois ¡oh María! el lirio entre espinas, la rosa siempre viva, la zarza de Moisés, el retoño de gracia, la tierra virginal y siempre bendita de la que se formó el nuevo Adán, Jesucristo. Vos sois la paloma siempre pura, la Jerusalén santa, el trono excelso de Dios, templo divinísimo, tesoro de inmortalidad, paraíso ameno de inocencia, cedro incorruptible, huerto cerrado, ciudad de Dios y milagro inefable de su omnipotencia. Vos sois el arca de Noé, la escala de Jacob, la torre inexpugnable de David, la fuente sellada y la única hija de vida, reparadora de todo el humano linaje. Vos sola ¡oh Inmaculada María!, aplastasteis la cabeza de la serpiente infernal con vuestro pie inmaculado y triunfasteis siempre de sus iras. Haced, pues, oh querida Madre mía, que todos los que nos gozamos y os honramos en el misterio de vuestra Inmaculada Concepción, libres de toda culpa, vivamos en justicia, muramos en gracia y consigamos la gloria por vos, oh María Inmaculada. Amén.

 

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.