domingo, 25 de junio de 2023

LAS DOS PESCAS MILAGROSAS. Dom Próspero Gueranger

 

 

IV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Dom Próspero Gueranger

LAS DOS PESCAS MILAGROSAS. — Los Evangelistas nos han conservado el recuerdo de dos pescas milagrosas hechas por los Apóstoles en presencia de su Maestro: la una la descrita por San Lucas, y que acaba de recordársenos; la otra,  aquella cuyo profundo simbolismo nos invitaba a escrutar el discípulo amado, el Miércoles de Pascua. En la primera, que se remonta a la vida mortal del Salvador, la red, lanzada al azar, se rompe por la multitud de peces cogidos, sin que el evangelista señale su número, ni otras cualidades; en la segunda, el Señor resucitado señala a sus discípulos a la derecha de la barca ya sin romperse la red, ciento cincuenta y tres peces gruesos llegan a la orilla en que los aguarda Jesús. Ahora bien los Padres, todos de común acuerdo, explican estas dos pescas como figura de la Iglesia: la Iglesia en el tiempo primero, y más tarde en la eternidad. Ahora la Iglesia es multitud; reúne a todos, sin contar los buenos y malos; después de la Resurrección, sólo los buenos formarán la Iglesia, y su número será prefijado y señalado para siempre. “El reino de los cielos, dice el Salvador, es semejante a una red lanzada al mar, rebosante de peces de todas las clases; cuando está llena se la retira para elegir los buenos y tirar los malos”.

 

SU SIGNIFICADO. — “Los pescadores de hombres han echado sus redes, dice San Agustín: han cogido esta multitud de cristianos que contemplamos con admiración; han llenado las dos barcas, figuras de los dos pueblos: el Judío y el Gentil. ¿Pero qué hemos oído? La multitud recarga las barcas y las pone en peligro de naufragio; del mismo modo, vemos que la turbamulta confusa de bautizados recarga hoy a la Iglesia. Muchos cristianos viven mal, vacilan y hacen retardarse a los buenos. Pero aún se portan peor los que rompen las redes con sus cismas y herejías, peces impacientes que no quieren someterse al yugo de la unidad, que no quieren venir al festín de Cristo, y se complacen en sí mismos, protestando que no pueden vivir con los malvados, rompen las mallas que los retienen en la estela apostólica, y perecen lejos de la ribera. ¡En cuántos lugares han roto de este modo la inmensa red de la salvación! Los Donatistas en África, los Arríanos en Egipto, en Frigia Montano, Manes en Persia, y más tarde ¡cuántos otros han sobresalido en esta obra de ruptura! No imitemos su demencia orgullosa. Si la gracia nos hace buenos, llevemos con paciencia la compañía de los malos en las aguas de este siglo. No nos arrastre su vista a vivir como ellos, ni a salir de la Iglesia; cercana está ya la ribera, donde sólo los de la derecha, sólo los buenos serán admitidos y de donde los malos serán arrojados al abismo”.