sábado, 3 de junio de 2023

DÍA 4. MES EN LA ESCUELA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. San Enrique de Ossó

DÍA 4. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA CIRCUNCISIÓN

 

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA CUARTO

Sentimientos del Corazón de Jesús en la circuncisión

 

Composición de lugar. Contempla al tiernecito infante Jesús que derrama con gran dolor su sangre por tu amor.

 

Petición. Dame, Jesús mío, a padecer algo por tu amor.

 

Punto primero. El Corazón de Jesús, que ardía en amor de la humillación, no se contentó con aparecer pobre en Belén, sino que quiso ser humillado llevando marcado su cuerpo con la señal de los hijos de Adán pecador. El Corazón de Jesús que se consumía en deseos del sacrificio, quiso derramar ya en los albores de su vida su preciosa sangre, para mostrarnos mejor su amor. Sabía que sin efusión de sangre no había remisión de los pecados, ni redención del mundo y por esto a los ocho días de nacido la derrama y se adelanta ya a su pasión cuando abierto su corazón de Padre, rotas las venas de su infinito amor, la había de dejar correr hasta su última gota. No se contentó el Corazón del niño Jesús Dios con dar suspiros, vagidos, lágrimas por amor del hombre: todo esto le pareció poco para demostrarle su amor y por esto derrama las primicias de su sangre preciosa para mejor probarle su amor... Esposo de sangre es Jesús para mi alma desde este momento. Cándido por su pureza, rubicundo por su amor. ¡Oh mi adorado niño Jesús! Dame permiso para entrar en lo recóndito de tu seno, de tu pecho, de tu corazón y dime ¿qué sintió tu corazón al sentir herida tu carne inmaculada, tu cuerpecito inocente y delicadísimo y derramar las primeras gotas de tu sangre? ¿Se estremeció de gozo, de amor o de dolor? - Todo esto sintió mi corazón en este paso, alma cristiana. Sentí dolor porque amaba, y en el amor no se vive sin dolor...

 

Sentí gozo porque satisfacía en algún modo mi ansia ardentísima de padecer por ti, para desagraviar a mi Padre, para ser víctima por tu amor, por tus pecados, por los de todo el mundo. Yo he de ser bautizado con un bautismo de mi propia sangre, exclamaba, y ¡cuánto padezco hasta que llegue esta ocasión! ¡Oh mi adorado Jesús! yo te doy gracias por tu generosidad en derramar tan temprano tu divina sangre por mí, pecador. Haz que de ella me aproveche lavando las manchas de mis pecados y viviendo siempre inmaculado en tu presencia.

 

Punto segundo. Pondera, alma mía, el estremecimiento de amor y de dolor del corazón del niño Dios en este paso. No era Jesús como los otros niños que solo sienten dolor y lloran, porque Jesús preveía y sondeaba toda la grandeza de este dolor, y porque te amaba, todo le parecía poco para probarte su amor. No quiere que nadie tenga parte en los amores de tu corazón fuera de él; no quiere que a nadie ames tanto o más que a él. Quiere que todos tus amores los sujetes a su amor y a él le ames sobre todas las cosas. Por eso es para ti esposo de sangre, sangre derramada por ti en los albores de su vida con inmenso amor y dolor. ¡Oh alma mía! si hallas otro corazón que te haya amado y te ame tanto como el de Cristo Jesús y te haya dado y te dé pruebas tan grandes y evidentes de su amor, ya te doy permiso para que le ames más que a él. Pero no es posible hallarle, porque nadie ha padecido ni ha vivido vida de tan grande sacrificio por ti como Jesús. Ámale, pues, con todo tu corazón y abrázate con el sacrificio por su amor. Suple en ti lo que falta a la pasión de Cristo, padeciendo por él las contrariedades de la vida. ¿Quién no tiene mucho que sufrir todos los días por más que se esfuerce en evitarlo? Haz, pues, por amor del Corazón de Jesús y de tu alma, de la necesidad virtud, y abrázate con el sacrificio, con la cruz. No has tenido todavía que derramar tu sangre para probar a Jesús tu amor. Acepta, pues, los pequeños sacrificios, y únelos al del niño Jesús, que con esto se harán grandes y merecedores del premio de la vida eterna. ¡Oh mi amado Corazón de Jesús! sea el mío para mi Jesús por la virtud, el sacrificio y el amor. Amén.

 

Afectos. ¡Oh mi adorado niño Jesús! bastaba para redimirme un suspiro de tu corazón, una lágrima de tus ojos; ¿por qué, pues, derramas tu sangre preciosa? ¡Ah! ya lo comprendo. Lo que bastaba para mi redención no bastaba a tu amor, y por esto derramaste tu sangre con inmenso amor y dolor. Has recibido el nombre de Jesús, que quiere decir Salvador, y con las obras pruebas que eres nuestro Salvador, obrando nuestra salud con la efusión de tu sangre. Venid, Jesús mío, y circuncidad los afectos de mi corazón, las delicadezas de mi cuerpo, las comodidades y regalos de mi desordenada vida y cumpla las promesas que hice en el santo Bautismo de renunciar a Satanás, a sus pompas y obras, sujetando mi carne al espíritu por la abnegación, la humildad, la mortificación de los sentidos y el sacrificio.

 

Sea vuestro santísimo nombre de Jesús, al que se inclinan los cielos, la tierra y los abismos, mi salud, mi consuelo, mi fortaleza, mi salvación. Imprimid vuestro nombre de Jesús en mi corazón por el amor y en mi exterior por la modestia. Sí, viva Jesús en mi alma por el amor. Viva Jesús en mi entendimiento por la verdad. Viva Jesús en mi memoria por el recuerdo de sus beneficios. Viva Jesús en mi cuerpo y en todo mi exterior por la mortificación y modestia cristianas, y viva y muera pronunciando con confianza y amor el dulcísimo nombre de Jesús mi Salvador y Redentor. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón de Jesús mi Redentor, - Llenad mi corazón de vuestro amor.

 

Práctica. En la tentación y muchas veces al día repetiré: ¡Viva Jesús mi amor!

 

EJEMPLO

 

Habiendo santa Jacinta, cuando niña, vestido el hábito de la Tercera Orden Seráfica, amaba, sin embargo, desordenadamente las costumbres del siglo, sus pompas y vanidades, de todo lo cual triunfó la gracia por medio de una maligna fiebre que la puso a las puertas de la muerte y más que todo por una severa reprensión que le dio su confesor, la cual la hizo pensar seriamente en mudar de vida, crucificando su amor propio y copiando en su corazón la imagen de Jesús crucificado. De esta manera, en breve tiempo, aquella que había llegado a ser el escándalo de su monasterio fue ejemplo rarísimo de cristiana humildad y paciencia. El amor de su celestial Esposo le tenía continuamente ocupado el pensamiento dedicándose a obras de caridad y a ejercicios de penitencia. El celo por su honra y gloria la movió a procurar la salvación de muchas almas y a promover el culto de la Sagrada Eucaristía, donde mayormente resplandecen las finezas de amor del Sagrado Corazón. De esta manera vino a ser víctima agradecida de mortificación y de amor. La Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús venera a esta religiosa como uno de sus santos protectores. Imitémosla en su devoción.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.