sábado, 24 de junio de 2023

GLORIA DE SAN JUAN BAUTISTA. Dom Próspero Gueranger

24 de junio

San Juan Bautista

Dom Próspero Gueranger

EL MESÍAS OCULTO. — ¡”Voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor; he aquí a vuestro Dios”! ¡Oh! ¿Quién comprenderá, en este siglo resfriado, los transportes de la tierra ante anuncio tan largo tiempo esperado? El Dios prometido no se ha manifestado todavía; pero ya los cielos se han humillado para darle libre paso. ¿Quién descubrirá al Emmanuel bajo los velos de la humildad, en que antes como después de su nacimiento, se ocultará a los hombres su divinidad? ¿Quién, sobre todo, habiéndole reconocido en su misericordioso abatimiento, será capaz de hacer que le acepte un mundo perdido por el orgullo, y quién podrá decir, al mostrar a las turbas al hijo del carpintero: He aquí al que esperaron nuestros padres?

 

Pues éste es el orden establecido por el Altísimo para la manifestación del Mesías: el Dios Hombre no se lanzará por sí mismo a las obras de la vida pública; sino que para la inauguración de su divino ministerio, esperará a que un miembro de la raza que ha llegado a ser suya, a que un hombre, nacido antes que él y dotado para ello de crédito suficiente, le presente a su pueblo.

 

CONVENIENCIA DE UN PRECURSOR.— ¡Oficio sublime, que hará de una criatura el fiador de Dios, el testigo del Verbo! La grandeza del que había de llenar esta misión, estaba señalada, como la del Mesías, mucho tiempo antes de su nacimiento. Cristo, ciertamente, no tuvo necesidad de ayuda ajena para alumbrar sus pasos; pero durante la noche de espera, habían engañado a la humanidad tantos falsos resplandores, que la luz verdadera no habría sido comprendida si hubiese surgido de súbito, o habría cegado los ojos, incapaces de resistir su fulgor, a causa de las tinieblas precedentes. La Sabiduría eterna había, pues, decretado que, así como el astro del día se anuncia por la estrella matutina, del mismo modo Cristo-luz fuese precedido por un astro precursor y señalado por el brillo de que El mismo revestiría a este fiel mensajero de su venida. Cuando en otro tiempo el Altísimo se dignaba iluminar el porvenir por medio de sus profetas, la luz que a intervalos rasgaba el cielo del Antiguo Testamento, se extinguía sin lograr traer el día; pero el astro cantado por el Salmo, no tendrá ocaso: no siendo por sí mismo, como toda criatura, más que nada y tinieblas, reflejará, sin embargo, tan de cerca la claridad del Mesías, que muchos le tomarán por el mismo Cristo.

 

EL ANUNCIO PROFÉTICO.— La misteriosa conformidad de Cristo y su Precursor, la incomparable proximidad que los unió, está bien indicada en múltiples lugares de los Libros Santos. Si Cristo es el Verbo, la Palabra Eterna del Padre, Juan será la voz portadora de esta Palabra hasta donde deba llegar. Cristo es el Angel de la alianza; pero en el texto en que el Espíritu Santo le da este título tan alentador de nuestra esperanza, aparece que también lleva este nombre de ángel el fiel embajador por quien el mundo conocerá al Esposo: “He aquí que yo envío a mi ángel que preparará el camino ante mí, y luego vendrá a su templo el dominador a quien vosotros buscáis y el Angel del Testamento a quien vosotros deseáis. He aquí que viene, dice el Señor de los ejércitos”. Y para dar fin al ministerio profético, de que es el último representante, Malaquías termina sus oráculos por las palabras que hemos oído a Gabriel dirigir a Zacarías al hacerle saber el próximo nacimiento del Precursor.

 

EL ANUNCIO ANGÉLICO. — La presencia de Gabriel en tal ocasión, mostraba como el niño prometido había de ser el íntimo del Hijo de Dios; pues el mismo principe de los ejércitos celestials había de ir en breve a anunciar al Emmanuel. Muchos son los fieles mensajeros que asisten al trono de la Santísima Trinidad, y en la elección de estos augustos enviados se toma en cuenta ordinariamente la grandeza de las instrucciones que por ellos va a transmitir al mundo el Altísimo. Pero convenía que el Arcángel encargado de consumar las sagradas nupcias del Verbo con la humanidad, diese comienzo a esta gran mission preparando la venida de aquel a quien los decretos eternos habían designado como el Amigo del Esposo Seis meses más tarde, enviado a María, apoyaba su mensaje revelando a la Virgen purísima el prodigio que desde entonces hacía madre a la estéril Isabel: primer paso del Todopoderoso hacia una maravilla mayor. Juan no ha nacido todavía; pero sin más tardar inagurará su oficio, confirmando las promesas del ángel. ¡Inefable garantía la de este niño, ocultoaún en el seno materno y testigo de Dios en la negociación sublime que tiene en suspenso el cielo y la tierra! Iluminada por el cielo, María recibe el testimonio y no duda: “He aquí la esclava del Señor, dice al ángel; hágase en mi según tu palabra”.

 

LA SANTIFICACIÓN DEL PRECURSOR. — Gabriel se retiró llevando consigo el secreto divino, que no tenía orden de comunicar al resto del mundo. La Virgen prudentísima tampoco hablará de ello; el mismo José, su virginal esposo, no tendrá noticia del misterio por ella. No importa. Hay uno para quien el Emmanuel no tendrá ni secretos ni retrasos; y sabrá cómo ha de comunicarle la maravilla. Apenas el Verbo tomó posesión del santuario inmaculado en que habitaría los nueve primeros meses entre los hombres. Nuestra Señora, instruida interiormente del deseo de su Hijo, marcha presurosa a la montaña de Judea La primera visita es para el amigo del Esposo, para Juan su primera gracia. Una festividad distinta nos permitirá honrar especialmente el Fausto día en que el Niño-Dios, al santificar al Precursor, se revela a Juan por boca de María, y en que la Virgen, revelada por Juan que salta de gozo en el seno materno, proclama las grandezas que el Todopoderoso obró en ella, según la promesa misericordiosa que hizo en otro tiempo a nuestros padres, a Abraham y a su posteridad hasta el fin de los siglos.

 

NACIMIENTO DEL PRECURSOR. — Por ñn ha llegado el tiempo en que, de los niños y de las madres la noticia se extenderá en la comarca, hasta que sea hora de esparcirse por todo el mundo. Juan nace, y, como no puede hablar aún, desatará la lengua de su padre. Hará cesar el mutismo con que había castigado el ángel al anciano sacerdote, imagen de la antigua ley; y Zacarías, lleno del Espíritu Santo, publicará con un nuevo cántico la dichosa visita del Señor Dios de Israel.