lunes, 12 de junio de 2023

DIOS ESTÁ AQUÍ. VENID, ADORADORES. Homilía


 

HOMILÍA CORPUS 2023

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Es la invitación del himno popular Cantemos al Amor de los Amores ante el misterio de Nuestro Señor Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

Adorar tan augusto misterio, es lo que la fe nos enseña y nos invita a hacer este día del Corpus Christi con especial atención, pero que debe caracterizar la vida diaria de la Iglesia y de cada Cristiano hacia el Santísimo Sacramento pues la Eucaristía es el fuente y culmen de la vida de la Iglesia y de cada cristiano.

 

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Ensalzar, darle pública adoración en nuestras calles, alabar, y adorar al Santísimo Sacramento, a nuestro Señor Jesucristo, fue la intención de la Iglesia en la institución de esta fiesta con la procesión, distinta a cualquier otra porque el protagonista –aunque no me gusta utilizar  esta palabra- no es una imagen especial fabricada para el recuerdo y evocación de la Virgen, de un santo o del mismo Jesús, ni simplemente el recuerdo litúrgico de un misterio de la vida del Señor como el día de Ramos o la procesión de las Candelas… ¡No! La procesión del Corpus es única y totalmente especial: pues quien va en la custodia es el mismo Jesucristo, Verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo que nació de la Virgen María, el mismo que vivió oculto durante 30 años en una vida silenciosa de familia, de trabajo, de recogimiento en Dios, el mismo que durante tres años predicó el evangelio, recordándonos que el amor a Dios es el principal de los mandamientos y con este, el amor al prójimo, el mismo Jesús que obró milagros numerosísimos y portentosos para mostrar que él era Dios, no un hombre cualquiera, el mismo que murió en la cruz para redimirnos del pecado, pagar la deuda de nuestras culpas, purificarnos de nuestra maldad, el mismo que al tercer día resucitó y está glorioso y vive por los siglos a la diestra del padre, el mismo que ha de venir a juzgar a vivos y muertos como juez universal de la historia y de cada uno de nosotros en particular.

 

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Y esta presencia en el Sacramento de la Eucaristía es la más importante y central de nuestra fe, porque no es una presencia meramente espiritual o simbólica… 

Santo Tomás afirma que Dios está en todas las cosas por creación porque todo depende de su ser, las cosas existen porque están continuamente mantenidas en el ser por él, por su providencia. Hay una segunda presencia de Dios y es la presencia por la gracia en las almas, los dones sobrenaturales,  y por último hay una presencia por la unión hipostática; que es la presencia divina en la humanidad de Cristo, que continúa en los sacramentos, y de una manera especialísima en la Eucaristía, por el milagro de la transustanciación.

Dios está presente en la creación, pero no se mezcla ni confunde con las criaturas, aunque, a través de ellas, podemos llegar a él.
Dios está en la Iglesia, en su Palabra, en sus ministros, en los hermanos… presencias importantes, pero sin duda, por debajo de la presencia de las presencias que es en el misterio de la Eucaristía.

Hace unos días, el arzobispo emérito de Tanger, decía: “Es más fácil y tranquilizador comulgar en la boca, que abrazar a un pobre.” Una frase que quizás quiera denunciar una fe individualista encerrada en el propio egoísmo. Pero realmente, quien no es capaz de mostrar adoración y delicadeza para con Jesús Sacramentado, difícilmente lo hará con un pobre. Quizás pueda hacerlo por ideología o filantropía, pero no por verdadera caridad. Adorar a Jesús Sacramentado, ser exquisito en el trato del sacramento, lleva a poder reconocer el rostro desfigurado de Cristo en el pobre y en el hermano; es más lleva a poder ser cada uno de nosotros Cristo para el hermano necesitado.

 

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Es necesario aprender bien los términos del dogma católico para formar nuestra fe y, con ello, crecer en el conocimiento del amor de Dios por nosotros.

La transustaciación es el término que la Iglesia utiliza para declarar lo que ocurre en la santa misa, cuando el sacerdote pronuncia sobre el pan y y sobre el vino, las mismas palabras de Jesucristo, en la última cena, donde adelanta sacramentalmente su sacrificio en la cruz. Porque la misa, no es la cena  judía de la pascua, ni una fiesta muy alegre, ni un banquete común, ni tan siquiera una reunión para escuchar la palabra de Dios y orar juntos… La misa es la renovación incruenta del mismo sacrificio de la cruz, donde por la repetición de las palabras de Cristo por el sacerdote, sobre las especies del pan y del vino, se obra el milagro: el pan deja de ser pan y se convierte en el Cuerpo del Señor; el vino deja de ser vino y se convierte  en la Sangre del Señor. “Esto es mi cuerpo entregado”. “Este es el cáliz de mi sangre derramada por vosotros para el perdón de los pecados.” “Mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida….” En la misa, volvemos, estamos en el Calvario.

Nuestros ojos ven pan, ven vino, pero solo están las apariencias de color, forma, sabor… la sustancia es el cuerpo y la sangre de Cristo, y con ella toda su humanidad, y también la divinidad. Por ello, ante la Sagrada Hostia podemos afirmar Dios está aquí verdadera, sustancial y realmente, Jesucristo con todo su cuerpo, su alma, su divinidad. “Por lo cual –decía Pablo VI en el hermoso Credo del pueblo de Dios donde recordaba las verdades fundamentales ante la crisis de fe de la modernidad- estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos.”

 

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Esta gran verdad de la presencia eucarística se ha oscurecido grandemente en la actualidad –como afirmó Benedicto XVI:  “En los años sucesivos al Concilio Vaticano II fui nuevamente consciente de la prioridad de Dios y de la divina liturgia. El malentendido de la reforma litúrgica que está ampliamente difundido en la Iglesia Católica portó el poner siempre en primer plano el aspecto de la instrucción y el de la propia actividad y creatividad. El hacer a los hombres casi olvidar la presencia de Dios. En una situación como tal se hace siempre más claro que la existencia de la Iglesia viene de la justa celebración de la liturgia y que la Iglesia está en peligro cuando el primado de Dios no aparece más en la liturgia y así en la vida. La causa más profunda de la crisis que ha trastornado a la Iglesia reside en el oscurecimiento de la prioridad de Dios en la liturgia.”

Tras la reforma litúrgica, se perdió el acervo de rúbricas que marcaban muy minuciosamente el trato con Dios y las cosas sagradas; la introducción de las lenguas vulgares llevó a la improvisación por parte del celebrante y a la introducción de cantos chabacanos, haciendo entender la liturgia como show, donde el centro son los hombres y no Dios, valorando la acción sagrada en criterios de entretenimiento, diversión, sentimentalismo…

Todo ello, se ha visto en aumento  por la invasión del espíritu mundano en la misma vida de la iglesia y de los fieles, haciéndonos perder el sentido de lo sagrado del templo, del culto cristiano… Ya no sabemos comportarnos en la iglesia, llegando incluso a sentarnos directamente como en un teatro, a cruzar las piernas como si estuviésemos en un salón, a masticar chicle…  se ha perdido el ambiente de silencio y oración, convirtiéndose muchas veces nuestras iglesia es plazas de ruido y charloteo, e incluso muchos ya no saben cómo vestirse en la casa de Dios, sin diferenciar la playa de la iglesia...

Con esto, no quiero buscar culpables, ni que nadie de los que me oye se sienta ofendido.  Mi condición de sacerdote me obliga a velar por el culto y el honor al Santísimo Sacramento, por ello llamo la atención y llamo a ser coherentes con la fe que profesamos.  Sin duda alguna, en toda esta crisis, los obispo y los sacerdotes, tenemos gran culpa y responsabilidad, por no haber sido celosos, por no querer contrariar, por dejadez de nuestras funciones, por querer contemporizar con el mundo, por no corregir y enseñar a tiempo y a destiempo. 

Se ha perdida la conciencia de lo que es la Eucaristía, creyendo que hay un “derecho” sin límite alguno a comulgar  porque lo hace todo el mundo, porque me apetece, porque me hace sentir bien, sin examinar y discernir quién es aquel que recibo, si estoy en gracia de Dios, confesado recientemente, si he guardado el ayuno eucarístico de al menos una hora sin comer ni beber nada que no sea agua. Se ha perdido la conciencia de que es la Comunión con la práctica cada mes ampliamente adoptada de comulgar en la mano, como cosa moderna, querida por el Concilio o el Papa –cosa que es falsa- y como forma más higiénica. La comunión en la mano se convierte en casi todas las ocasiones en sacrilegios “lícitos” porque los pequeños fragmentos que siempre se desprenden de las hostias quedan en las manos de los comulgantes, caen al suelo y son pisoteados una y otra vez, sin que nadie se percate, sin que nadie caiga en la cuenta de que por muy pequeña que sea la limadura del oro, sigue siendo oro; es decir, por muy pequeño que sea el fragmento de la forma, sigue siendo el Cuerpo del Señor.
Es lícito actualmente en la iglesia comulgar en la mano. Nótese bien, que lo es por medio de un indulto, para que aquellos que hacían lo que estaba prohibido –comulgar en la mano- no incurriesen en delito. Es lícito, está permitido; pero no todo lo lícito es bueno, ni lo mejor. El aborto en España, como en muchos otros países es lícito, pero no por ello deja de ser un asesinato cruel contra un indefenso e inocente. Con razón, comprendemos la afirmación de Madre Teresa de Calcula, Santa Teresa, la que estaba al lado de los más pobres e indeseables, cuidándolos, besando sus heridas, sus lepra: “El mayor mal del mundo actual es el aborto y la comunión en la mano.”

A Jesús inocente e indefenso en la Eucaristía, ¿no hay nadie que lo defienda? ¿Dónde estamos sus sacerdotes? ¿Dónde están las almas fieles?

 

¡DIOS ESTA AQUI! VENID ADORADORES.

Es la gran verdad que celebramos, que la Iglesia nos recuerda en este día: pero mis queridos hermanos:

Hemos de vivir como pensamos, hemos de poner en práctica hasta la últimas consecuencias las verdades que profesamos, porque si no terminaremos cambiando la fe a nuestro modo de entender, de vivir y de practicar.
Ponerse de rodillas en la iglesia ante Jesús Sacramento, guardar silencio y una compostura adecuada, adorar el misterio, acercarse a la comunión con piedad, las manos juntas, la mirada recogida, en oración, recibir al Señor de manos del sacerdote en la boca y de rodillas: son gestos, expresiones que manifiestan nuestra fe: Dios está aquí y por eso venimos y adoramos tan augusto misterio. Estos gestos, nosotros los necesitamos, para recordar y no olvidar que Dios está aquí y hemos de adorarle.