viernes, 2 de junio de 2023

EL ESPÍRITU SANTO PREPARA EL ALMA PARA LA CONTRICIÓN. Dom Gueranger

  


Viernes de Pentecostés

Dom Gueranger

 

PREPARA EL ALMA PARA LA CONTRICIÓN. — Con todo eso, esta desoladora situación del cristiano infiel con el Espíritu Santo puede excitar la compasión del que, siendo Dios, nos ha sido enviado para ser nuestro huésped .lleno de mansedumbre, ¡Es tan triste el estado del que al arrojar al Espíritu divino ha perdido el alma de su alma, que ha visto extinguirse en el mismo instante la llama de la gracia santificante y perderse todos los méritos que había conseguido! ¡Cosa admirable y digna de terno reconocimiento! El Espíritu Santo, arrojado del corazón del hombre, intenta volver a entrar en él. Tal es la extensión de misión que ha recibido del Padre y del Hijo. Aquel que es amor y que por amor no quiere que se pierda el despreciable e ingrato gusano que había querido elevar hasta la participación de la naturaleza divina.

 

Se le verá, pues, con una abnegación, cuyo secreto sólo posee el amor, hacer como el asedio de esta alma, hasta que de nuevo se haya apoderado de ella. La atormentará con el terror de la justicia de Dios, la hará sentir la vergüenza y la desgracia donde se precipita quien ha perdido la vida de su alma. La aparta de este modo del mal con estos primeros golpes, que el Santo Concilio de Trento llama “impulsos del Espíritu Santo que mueve al alma desde afuera, sin habitar todavía en ella”. El alma inquieta y descontenta de sí misma acaba por tratar de reconciliarse; rompe los lazos de su esclavitud, y luego el sacramento de la Penitencia infundirá en ella el amor que reanima la vida, completando con esto la justificación. ¿Quién podrá expresar la alegría y el triunfo del Espíritu Santo a la nueva entrada en su casa? El Padre y el Hijo vuelven a esta morada manchada poco ha y quizás desde hace tiempo. Todo vuelve a revivir en el alma renovada; la gracia santificante renace en ella como al salir de la pila bautismal. Los méritos adquiridos habían desarrollado su poder, pero les hemos visto naufragar en la tempestad; pero son restituidos por completo, y el Espíritu de vida se alegra al ver que su poder es igual a su amor.

 

Este cambio tan maravilloso no tiene lugar una sola vez en un siglo; se realiza cada día y cada hora. Tal es la misión del Espíritu Santo. Vino a santificar al hombre y es necesario que lo haga. Vino el Hijo de Dios y se entregó a nosotros. Viendo que éramos presa de Satanás, nos rescató con el precio de su sangre; hizo lo posible para llevarnos a El y a su Padre; y al subir a los cielos para preparar nuestro lugar, en seguida nos envió su mismo Espíritu, para que fuese nuestro segundo Consolador hasta su vuelta. Y he aquí que este auxiliar celestial ha puesto manos a la obra. Deslumhrados por la magnificencia de sus actos, celebremos con efusión el amor con que nos ha tratado, el poder y sabiduría que ha desarrollado en el cumplimiento de su misión. ¡Sea El bendito, glorificado, conocido en este mundo que le debe todo, en la Iglesia, de la que es el alma, y en los millones de corazones que desea habitar para salvarlos y hacerlos eternamente felices!

 

Este día está consagrado al ayuno como el miércoles anterior. Mañana tendrá lugar la ordenación de sacerdotes y ministros sagrados. Es necesario instar más vivamente a Dios para alcanzar de El que la efusión de la gracia sea tan abundante como augusto y permanente será el carácter que el Espíritu imprimirá en los que le sean presentados.