martes, 20 de junio de 2023

DÍA 21. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS ANTE ANÁS Y CAIFÁS. San Enrique de Ossó

DÍA 21

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS ANTE ANÁS Y CAIFÁS

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA VIGESIMO PRIMERO

Sentimientos del Corazón de Jesús ante Anás y Caifás

 

Composición de lugar. Contempla a Jesús atado como un facineroso y llevado ante los tribunales de Anás y Caifás.

 

Petición. Jesús mío, dame los afectos de silencio, dignidad y conformidad en tu corazón adorable en este paso.

 

Punto primero. Mira a Jesús en estos pasos, que tienes muchísimo que aprender, alma mía. "La cohorte, el tribuno, los ministros de los judíos prendieron y ataron a Jesús, y primero lo condujeron a Anás, suegro de Caifás, por ser este pontífice aquel año, el cual había dado el consejo de que convenía muriese uno por todo el pueblo, y que no pereciese toda la gente. Anás envió a Jesús atado como estaba a Caifás, donde se hallaban reunidos los escribas y los ancianos. El Pontífice interrogó a Jesús, de sus discípulos y de su doctrina, y respondiole Jesús: Yo he hablado siempre públicamente en el mundo: Yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y ocultamente nada hablé. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que oyeron mis palabras: estos son los que saben lo que yo he hablado. Mas al decir esto, uno de los asistentes de los ministros dio una bofetada a Jesús, diciendo:

¿así respondes al Pontífice? Respondiole Jesús: Si mal he hablado, di en qué; y si bien,

¿por qué me hieres?" Oh alma mía, ¿puede darse una respuesta más verdadera, más mesurada, más justa? Y no obstante, es Jesús castigado, insultado por descomedido, por haber faltado al respeto, por desacato a la autoridad del pontífice. Por eso el mansísimo Jesús, que después dio sus mejillas y todo su cuerpo para ser despedazado por los malhechores y verdugos, sin quejarse, como oveja delante del que le trasquila, aquí defiende su justo y recto proceder para nuestro ejemplo. ¡Pero mira con que sobriedad, con qué mansedumbre, con qué firmeza!... ¡Oh Corazón de mi Jesús! ¿Qué sentiste en este paso? El primer desahogo de las furias infernales fue el ataros con cordeles como facineroso, el segundo abofetearos por irrespetuoso delante del sumo pontífice y concilio: ¿cómo no se abre la tierra y se traga a este atrevido, o un rayo le parte, o el demonio se apodera de él y le sepulta al instante en el infierno? Mas no viéramos los ejemplos de la mansedumbre de Cristo, y por eso, después de pagar esta defensa de la justicia, calláis asimismo por nuestro ejemplo. Imíteos yo en tan delicado modo, Corazón de Jesús, justo y santo. Amén.

 

Punto segundo. "Jesús oye los falsos testimonios contra él y a pesar de las instigaciones del sumo pontífice para que se defienda, calla y nada responde. Admirado de este silencio, dícele el sumo sacerdote: Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres Cristo Hijo de Dios. Díjole Jesús: Yo soy. Tú lo has dicho. No obstante, pronto veréis, os digo, al Hijo del hombre sentado a la diestra de la virtud de Dios, que viene en nubes del cielo. - Blasfemó, respondió el pontífice. Ya no necesitamos de testigos. ¿Qué os parece? y todos respondieron: Reo es de muerte. Y los que tenían atado a Jesús le burlaban, golpeándole. Entonces le escupieron en el rostro, y con bofetadas le hirieron. Y velaron su rostro y le daban bofetadas en el rostro, diciéndole: Profetízanos, oh Cristo, quién es el que te ha pegado. Y blasfemando decían otras muchas cosas contra Jesús". ¡Qué noche de trabajos, alma mía, para el Corazón de Cristo! ¡Cómo se saturó de oprobios! Habían oído ya de boca del Pontífice y jueces aquellos sayones infernales que Jesús era reo de muerte y empezaron ya las vísperas de la fiesta haciendo con él toda clase de improperios, alentándoles en su mal intento el saber que con esto daban gusto a los jueces y desesperándoles, para hacerle más injurias, la misma paciencia y silencio inalterables de Jesús. Solo faltaba para aumentar este dolor la negación de su amado discípulo Pedro, que tres veces le niega con juramento, añadiendo que no conoce a Jesús. Pero Jesús mira a Pedro, y le convierte, y sus lágrimas son algún lenitivo al corazón de Cristo. ¡Oh Jesús mío! verdaderamente habéis entrado ya en el bautismo de oprobios que tanto ansiaba vuestro Corazón. Concededme a lo menos no aumentarlos con mis infidelidades, sino templarlos con mi amor y mi dolor. Yo soy, inocentísimo cordero, el que merece estor oprobios. Yo pecador e injuriador vuestro con vuestros mismos dones, yo soy el que merezco las bofetadas y burlas, golpes, salivazos y denuestros, porque he pecado contra vos. Pero vos, mansísimo Cordero, ¿qué mal habéis hecho? ¿A quién dañasteis? ¿A quién ofendisteis?... Mas ¡ay, Señor mío Jesucristo! ¡que habéis salido fiador por mis pecados, lleváis los pecados e iniquidades de todos nosotros, y por eso sufrís toda clase de tormentos, befas, escarnios, irrisiones, baldones, ignominias, hasta quedar saturado de ello! Yo bendigo y doy gracias a vuestro corazón adorable por tanta bondad, y os pido me perdonéis por vuestra infinita misericordia, pasión y muerte.

 

Afectos. ¡Qué desafío, Corazón de Jesús mío, habéis en esta noche con las furias infernales y sus satélites! Ellos quieren vencer vuestra paciencia, vuestra mansedumbre, vuestra dignidad, saturándoos de oprobios, befas, insultos y escarnios de todo género, y Vos respondéis con vuestro silencio con vuestra paciencia, con vuestra mansedumbre inalterable y esto mismo excita más y redobla su furor. ¡Oh Jesús mío! ¡Qué noche para tu corazón hambriento de oprobios… Jesús mío inocentísimo, manso cordero, ¡cómo os hieren, muerden y os devoran las furias infernales; y vos calláis y no os lamentáis! y yo, pecador, de mí, no puedo sufrir una palabra, un desprecio que tan merecidos tengo por mis enormes maldades y ofensas y desprecios hechos a vos! ¡Yo, que he merecido el infierno por mis pecados!... ¡Oh Jesús mío! ¿Cuántas veces y cuán justamente habéis exhalado una queja de dolor al ver como os insulté pecando y me habéis dicho: por qué me hieres? ¿Por qué traspasas mi corazón? ¿Por qué abofeteas mi rostro? ¿Por qué me insultas, me ofendes, a mí que soy la misma inocencia y tu Salvador? ¿Qué mal te he hecho para que así me maltrates? ¿No bastaban las befas y escarnios de los judíos, que tú, hijo mío, redimido con mi sangre, quieres otra vez renovar sus insultos? Si he obrado mal contigo, dime en qué; y si bien, ¿por qué me ofendes? ¿Qué mal te he hecho yo, Jesús, que todos los bienes te he dispensado? Pues ¿por qué me hieres?, ¿por qué me hieres?, ¿por qué me hieres?...... Yo soy tu Jesús; ¿qué mal te he hecho?... ¡Oh Corazón de Jesús, basta, basta de reconvenciones, que mi corazón no puede sufrirlas, y se parte de dolor al considerar su fiera y desatentada conducta contra vos, mi Jesús, mi Dios! Perdóname mis ofensas pasadas, borra todas mis iniquidades, olvida mi negra ingratitud, pues no quiero ya contristar más tu corazón con mis pecados. Me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y porque me amas con infinito amor, y propongo con tu gracia nunca más pecar, y amarte y servirte con filial amor, resarciendo la mala vida mía pasada con mis buenas obras. Amén.

 

EJEMPLO

 

Se cuenta de la gran sierva de Dios Ana de san Bartolomé, que encontrándose un día muy afligida por la persecución que sufría su predilecta madre santa Teresa de Jesús a causa de la probación del espíritu de la misma santa, y encomendando el asunto con ardientes lágrimas y gemidos al Señor, levantada en espíritu vio aparecer al Salvador en la misma forma que Pilatos lo mostró al pueblo judío, esto es, coronada de espinas su cabeza, las manos atadas, con una soga en el cuello, lívidos sus miembros y llagado de pies a cabeza, pareciéndole oír las vociferaciones del populacho que gritaba: ¡Crucifige, crucifige eum! A estos desapiadados gritos y tan dolorosa representación la venerable Ana desfallecía, mas volvió en sí con estas dulces palabras que le dirigió el Señor: "Mírame bien, hija mía; contémplame por todas partes, y ve si tu aflicción puede compararse con mis penas. A pesar de tantos ultrajes mi corazón ardía en excesivo amor por ti". A estas amorosas voces, testificó después la buena religiosa que se sintió inflamada de tanto ardor de caridad, que hubiera sido para ella un consuelo el martirio más cruel que el Señor le hubiese concedido.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.