martes, 6 de junio de 2023

DÍA 7. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PERMANENCIA EN EGIPTO. San Enrique de Ossó

DÍA 7.

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU PERMANENCIA EN EGIPTO

 

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA SÉPTIMO

Sentimientos del Corazón de Jesús en su permanencia en Egipto

 

Composición de lugar. Ver a la sagrada familia y al niño Jesús humillados y despreciados por aquel pueblo de idólatras.

 

Petición. Jesús mío, dame por tu corazón saber sufrir las impertinencias del prójimo.

 

Punto primero. "Huye a Egipto- dijo el Ángel a san José- y estate allí con el hijo y su madre hasta que yo te avise. Y permanecieron en Egipto san José con el niño y la madre hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo dicho del Señor por el Profeta: de Egipto llamé a mi Hijo".

 

Siete años se cree estuvo el niño Jesús en medio de este pueblo idólatra, que todo lo adoraba menos al verdadero Dios, que a todos amaba menos a los judíos... Aquí pasó Cristo Jesús su infancia; aquí soltó su lengua en la primera palabra; aquí sus pies anduvieron el primer paso; aquí su mente en lo exterior empezó hacer uso de su razón... Siete años de destierro los primeros y primicias de su vida, pasó Jesús con sus padres en este país idólatra. ¡Oh! ¡Cuánto había de sufrir su corazón, no solo por sí, sino por lo que veía sufrir a sus buenos padres María y José, que muchas veces ni tenían pan para comer!

 

Pidamos permiso para entrar en este corazón adorable. Este corazón amorosísimo, a quién devoraba el celo de la gloria de su Padre celestial, que arrojó del templo a latigazos a sus profanadores; este corazón mansísimo, que no pudo sufrir la profanación del tempo material, ¡cuánto había de sufrir, cuánto se había de contristar al ver aquella multitud inmensa de gentes, esclavos del pecado, adorando al demonio y en enemistad con Dios, su padre! Lo veía, lo sentía, se condolía, oraba, suplicaba... y no lo podía remediar... Nondum venit bora mea, repetía muchas veces para calmar las ansias incomprensibles de su corazón, de glorificar al Padre haciendo conocer su nombre a los hombres. Non este voluntas ejus, qui missit me Patris... Non sum missus nisit ad oves quae perierunt ex Israel. ¡Oh buen Jesús, oh celosísimo Jesús de la honra del Padre! Dame a sentir lo que tu corazón adorable sintió en este paso de tu vida, uno de los más penosos de ella. Te veías rodeado de almas idólatras, Tú que eres el verdadero Dios que habías bajado del cielo expresamente para salvarlas; veías que el demonio triunfaba de ellas, tú que habías bajado para destronarlo, y no obstante, te ves como condenado a una inacción inerte... ¡Oh, cómo nos enseñas, Corazón Divino, a aprender aquella lección tan importante de la vida cristiana: mejor es la obediencia que las víctimas, porque es la víctima mejor. Dame que te imite, Jesús mío, ofreciéndote muchas de estas víctimas para consolar tu obediente corazón.

 

Punto segundo. Este paso de la vida de Cristo te enseña, alma mía, lo que has de pensar y sentir, y cómo has de obrar cuando te veas rodeada de personas que tienen la desgracia de no conocer o no amar a Dios, y viven olvidadas o en oposición de sus deberes cristianos. Compasión deben causar a tu corazón, no ira, desprecio o indignación. Misereor super turbas, exclamaba el Corazón de Jesús en un caso parecido. Tengamos compasión de esta gente pobre y necesitada... ¡Ah! si scires donum Dei! ¡Oh si conocieses el don de Dios! no vivirías vida de idólatra, sujeto a la tiranía de los vicios y de las pasiones de ignominia. Mas esta compasión, alma mía, no debe ser estéril. Arguye, corrige, enseña, avisa, oportuna o importunamente, como enseña el Apóstol, con toda paciencia y doctrina, porque no sabes los designios de Dios sobre esos pobres pecadores. No sabemos la hora de su misericordia sobre estas almas. ¿Quién sabe si estos grandes pecadores serán unos Pablos o Agustínos con el tiempo? Y cuando la prudencia, no la de la carne, sino la cristiana, te impidiere el enseñar de palabra, el avisar, aconsejar, corregir, comunicar, siempre tienes a mano dos apostolados fecundos, los más universales y eficaces, que nadie ni nada te puede impedir su ejercicio, y éstos son: la oración y el sacrificio. Puedes siempre, alma mía, orar e instar a las puertas de la misericordia de este corazón adorable de Cristo que venga en socorro de sus siervos, aunque pecadores e ingratos, que ha redimido con su preciosa sangre. Mucho vale la oración asidua, perseverante y si no cesamos de clamar, no dejaremos de ser oídos, porque estamos ciertos que el Corazón de Jesús quiere lo que nosotros queremos y pide al padre celestial lo que nosotros pedimos, y esto es, que se conviertan y vivan los pecadores. Y si orar no pudieres, alma cristiana, en todo lugar y tiempo, puedes siempre sacrificarte por tus hermanos, sufrir por ellos, darles buen ejemplo con tu modestia cristiana, con la práctica exacta de tus deberes, y estos pequeños sacrificios, unidos a los del corazón de Cristo, tendrán fuerza eficacísima para la conversión y salvación de los pecadores. De esta suerte, revestido tu corazón con los sentimientos y afectos del Corazón de Cristo, será tu permanencia de gran provecho en medio de un pueblo pervertido y pecador, en este Egipto de la vida moderna y se hará de ti el más cumplido elogio como Jesús: Pasó haciendo bien, porque todo lo hizo bien.

 

Afectos. ¡Oh corazón adorable de Jesús! Yo quiero que me des a sentir como tú sentiste a vista de tantos pecadores, porque hoy, Jesús mío, el Egipto se ha trasladado a Europa y apenas hay fe verdadera en las almas, conocimiento y amor tuyo. Dame sentimientos de compasión, de dolor, de celo, pero regulado siempre por los designios de tu amor. Yo quiero, Señor mío Jesucristo, que tu sangre aproveche al mayor número de almas. Derramada está ya; hecho el gasto está; recogida se halla en los tesoros de tu Iglesia, y no deseas más que una ocasión propicia para dispensarla, aplicarla. Ayúdame, Jesús mío, en mis deseos y empresas. Yo quiero salvarte el mayor número posible de almas. Yo quiero ser la primera en los deseos y en el amor: yo quisiera amaros si fuera posible como vos mismo os amáis, y probaros con mis obras, salvándoos almas, la fineza y sobreminencia de mi amor; y como sé, Salvador del mundo, que en más apreciáis una alma que por mi oración e industrias santas os gane, que todos los obsequios que os pueda hacer, por eso quiero consagrarme toda enteramente a salvaros almas, porque además sé que si un alma os salvo, la mía está salvada también. Escogedme para esta divinísima empresa. Ayudadme y dadme gracia eficaz para cumplirla según vuestra voluntad, todos los instantes de mi vida. Hacedme cazadora de almas, robadora de corazones para vos, para que en la tierra satisfaga cumplidamente vuestros deseos, y en el cielo goce de gran gloria. María y José y Teresa de Jesús, san Francisco de Sales y san Miguel, ángeles de la guarda, ayudadme en esta tan divinísima empresa. Amén.

 

Jaculatoria. Jesús, José, María y Teresa, venid en ayuda del que en vosotros confía.

 

Práctica. Me preguntaré cada día: ¿qué almas quiere el buen Jesús que le salve?

 

EJEMPLO

 

Cuenta Blosio de un joven que, por imitar la vida oculta de Jesúcristo, abrazó el humilde Instituto de san Francisco de Asís. Pues el demonio, envidioso de la salvación de las almas, buscó medio como sacarlo del puerto seguro de la religión y arrojarlo nuevamente en medio de los peligros del siglo, donde tantas almas caen miserablemente en sus redes. Ya el infeliz cedía a las sugestiones del maligno espíritu, y levantándose una noche, bajó en secreto a la iglesia con el intento de abandonar la casa del Señor saliéndose por la misma. Mas ¡oh misericordia de Dios! al pasar por delante del Santísimo Sacramento, apenas hubo hecho el acto de adoración acostumbrado, hallose como fuera de sí y vio con grande admiración los incomparables honores que los ángeles del cielo tributaban a un Religioso que poco antes había muerto. Doliéndose de su inconstancia y debilidad, demandaba humildemente auxilio a los bienaventurados y perdón a Dios nuestro Señor; y confirmándose en su vocación no cesaba de dar gracias y alabar la bondad y el amor de Jesús, que tan misericordiosamente lo había sacado del peligro, y afirmado más y más en su vocación religiosa.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.