lunes, 5 de junio de 2023

DÍA 6. MES EN LA ESCUELA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. San Enrique de Ossó

DÍA 6. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA HUIDA A EGIPTO

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

 

DIA SEXTO

Sentimientos del Corazón de Jesús en la huida a Egipto

 

Composición de lugar. Ver al niño Jesús y a su madre huir a Egipto guiados por san José.

 

Petición. Dame, corazón de Cristo, desprendimiento de todo lo criado por tu amor.

 

Punto primero. "Después de circuncidado y presentado al templo el niño Jesús, he aquí que un ángel del Señor se aparece en sueños a san José, diciéndole. Levántate, y toma al niño y a su madre y huye a Egipto y no te muevas de allí hasta que te avise: porque ha de suceder que Herodes busque al Niño para perderlo. Levantándose José, tomó al niño y a su madre de noche y se retiró a Egipto". Jesús huye... y de noche... y deja su patria... en el rigor del invierno y se va a Egipto, pueblo malo, idólatra, conducido en brazos de María y san José... Sal al encuentro en la soledad del camino, alma mía, sal al encuentro de estos pobres caminantes y pregúntales a dónde van. Pregúntales por el niño hermosísimo que llevan en brazos, y escucha con profundo respeto y amor, y medita lo que te dirán... Vamos a Egipto, huimos de nuestra patria, de noche, sin saber el camino ni el lugar, ni lo que nos sucederá. - ¿Por qué huís? - Porque un rey ha de buscar a este niño para matarle. - ¡Pobrecito Niño! ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho ni puede hacer un niño recién nacido? ¿Quién es ese niño? ¿Cómo se llama? Dejádmelo ver, contemplar, llevarlo en mis brazos, para que descanséis en tan penoso camino... - Este niño, responde María, se llama Jesús; es Hijo de Dios e hijo de mis entrañas, Dios y hombre verdadero; ha bajado del cielo, donde moraba eternamente feliz, y se ha hecho niño por amor al hombre y para darle vida, salvarle y hacerle particionero de su eterna felicidad... Y los hombres no quisieron recibirle en su casa al nacer y tuvo que nacer en una cueva, y al ser descubierto le buscan para matarle y huimos, porque así nos lo mandó el ángel del Señor... - ¡Pobre Niño! ¡Pobre madre! ¡Pobre padre mío san José! Dolorosísimo es este paso. ¡Quién pudiera aliviaros en vuestro camino y daros albergue en la pobrecita casa mía de mi corazón! ¡Oh buen Jesús, niño mío adorado, fugitivo de tu patria y de los hombres, tú que has hecho tan larga jornada bajando del cielo para buscarlos y hacerlos felices! ¡Mira cómo te pagan tanta dignación! ¡Oh hombres ingratos!, ¿por qué con tanto descomedimiento tratáis a vuestro Jesús? ¡Oh Jesús mío! ¿Qué siente vuestro corazón en este paso? ¿Qué afectos le dominan? dádmelos a sentir por vuestro amor. - La compasión, el amor, el desprendimiento de todas las cosas: he ahí, alma cristiana, los sentimientos de que se ha de revestir tu corazón si quiere acompañarme, consolándome en este paso. Compadece a los que me persiguen, ama a mis enemigos, no te apegues a las criaturas tan desgraciadas y que tan presto se mudan, fija solo los afectos de tu corazón en Mí, que soy tu Dios y no me mudo, y serás feliz en este triste destierro... ¡Oh Jesús mío! dadme gracia para aprender y practicar tan saludable lección.

 

Punto segundo. ¡Qué lección tan bella te da el Corazón de Jesús en este paso! Huye, te dice con su ejemplo, de todo lo que te estorba el cumplir la voluntad de Dios. Huye de tu casa, padres, parientes y amigos, y hasta de tu patria si esta es la voluntad de Dios. Huye de noche sin reparar en trabajos, ni peligros, ni sacrificios para evitar el pecado y las ocasiones próximas de pecar. Porque más vale tu alma y el agrado de Dios que todas las cosas... Huye Jesús de su patria para enseñarte que para el cristiano todo el mundo es patria, o mejor, todo el mundo destierro, porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos nuestra patria, que es el cielo. Allí están nuestros padres que nunca mueren; allí están nuestros hermanos verdaderos, los ángeles y justos que no se mudan; allí está la felicidad perfecta, el paraíso de delicias, el tabernáculo de Dios con los hombres... Huye, alma mía, a lo menos con el deseo, de este lugar de miserias y tu conversación sea más con los ángeles que con los hombres, pues el paraíso es tu patria, tu centro, el lugar de tu verdadera y perfecta felicidad. ¡Oh paraíso! ¡Oh paraíso! ¿Cuándo te poseeré? ¿Cuándo saldré de este destierro de Egipto, de la vida enemiga de tu nombre, ¡oh buen Jesús! y gozaré de tu presencia y felicidad?

¡Oh cuánto tarda! ¡Oh hermoso cielo! ¡Cuándo, cuándo te poseeré!... Solo con la esperanza de ser un día tu ciudadano, gustoso padeceré con paz todos los tormentos y trabajos de esta vida miserable y andaré como fugitivo y desterrado por el Egipto de la vida. Todo se pasa, alma mía; espera solo en Dios, que no se muda, porque solo Dios basta, y no ames cosa alguna fugitiva que más presto o más tarde, quieras que no, has de dejar.

 

Afectos. ¡Corazón amantísimo de Jesús! Tú huyes de la muerte en tu infancia en brazos de tus padres María y José, porque, corderillo tierno aún de un año, no eras apto para el sacrificio, porque habías de ser sacrificado, cuando fueses Cordero de Dios, por los pecados de todo el mundo. Es decir, huyeses de la muerte en tu infancia para reservarte para una muerte mil veces peor, más cruel y dolorosa e ignominiosa en la cruz. Oh Corazón Divino, ¡cuán desemejante es el mío del vuestro! Yo huyo siempre del padecer y de la cruz, aunque conozca que es voluntad de Dios, y busco siempre el regalo, la comodidad y el consuelo. ¿Cuándo Dios mío, me abrazaré con la cruz, y no buscaré en todas las cosas más que complaceros? Cortad los lazos de mi corazón, que me tienen atado desordenadamente e ignominiosamente a mí mismo, a las criaturas. Vos solo sois digno de poseer mi corazón y de y de reinar en él eternamente. Quiero, pues, empezar a vivir aquí por la gracia, la vida del perfecto amor que se ha de consumar en la gloria. No quiero amar ni servir a criatura alguna que me pueda faltar. Nadie puede darme lo que no tiene, el mundo, el pecado y la carne con todas sus concupiscencias pueden tan solamente excitar, avivar la sed de mi felicidad, mas no calmarla, porque son finitas y miserables. Tú solo, Jesús mío y todas las cosas, puedes hacerme feliz. No me abandones jamás. Ámete siempre y en todas las cosas, y haz de mí lo que quisieres.

 

Jaculatoria. Corazón de Jesús fugitivo a Egipto por mi amor, despréndeme de todo amor que no sea el tuyo.

 

Práctica. Estudiar el Corazón de Jesús, y aprender en él lo que debo amar y apreciar.

 

EJEMPLO

 

El Beato Jaime de Begaña, de la Orden de santo Domingo, ilustre por el esplendor de sus virtudes y milagros, era muy a menudo perturbado por algunas agitaciones y dudas acerca de la salvación de su alma. Temblaba de pies a cabeza, y derramaba abundantísimas lágrimas solo al recordar que podía quedar para siempre privado de la visión beatífica de Dios. A pesar de poner todo su estudio en confiar en la inmensa bondad y caridad infinita del Salvador, la consideración de la propia ingratitud y de sus continuas faltas traíanle a la mente los severos castigos de la divina justicia, de tal manera irritada que desaparecía de su mente todo rayo de esperanza. Hallándose un día en esta oscuridad y aflicción, recurrió con grande humildad a una imagen de Jesús crucificado, suplicándole le diese una señal de la salud de su alma. Al momento oyó una dulcísima voz como salida de la imagen que le decía: "Jaime, he ahí mi sangre; sea ella señal de tu eterna salvación". Y viose inmediatamente el buen Religioso salpicado de sangre salida milagrosamente del costado del Salvador. Cambiose repentinamente la tristeza en un indecible gozo, pareciéndole de allí en adelante, cada vez que contemplaba aquellas gotas de sangre divina, que tocaba el cielo con las manos. Desde aquel día fue devotísimo de la preciosa sangre y del Sagrado Corazón de Jesús del cual había sido derramada; creciendo cada vez más en el amor a la santa Eucaristía, donde vivo y verdadero, en el cuerpo y alma, está presente siempre el Salvador de los hombres.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.