DÍA 31
SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA RESURRECCIÓN
UN MES EN LA ESCUELA
DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
San Enrique de Ossó
Por la señal, etc…
¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!
Oración inicial
Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.
¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.
Hágase la meditación correspondiente al día.
DIA TRIGESIMOPRIMERO
Sentimientos del Corazón de Jesús en la resurrección
Composición de lugar. Contempla a Jesús glorioso saliendo del sepulcro.
Petición. Dame, Jesús, a sentir lo que tu corazón sintió en este paso.
Punto primero. Después que el cuerpo de Jesús fue bajado de la cruz y sepultado y su alma bajó al limbo a visitar y alegrar a los santos padres, cumplidos los tres días decretados por el Padre, resucitó glorioso de entre los muertos, para nunca más padecer ni morir. Contempla a ese guerrero invencible triunfante de la muerte, del infierno y del pecado, y más resplandeciente que el sol, y dotado de los dotes de los cuerpos gloriosos: impasible, ágil, sutil, claro. Mírale cómo duerme su cuerpo, todo desfigurado y ensangrentado y llagado, en el sepulcro, descansando de la batalla campal y trabajo y lucha inmensa que había sostenido con el pecado. Al llegar la hora, oye cómo le clama el alma de Cristo, que había ido al limbo a consolar y sacar a los santos padres de su prisión, y acompañada de miles de ángeles y santos y justos le grita al oído: "Surge, levántate, tú, cuerpo mío, que duermes, y te iluminaré con mi gloria". Y en un instante aparece aquel cuerpo más hermoso y resplandeciente que el sol, y el alma gloriosa de Cristo, mejor que cuando el sol embiste una nube opaca que la transforma en otro sol, lo transforma en cuerpo glorioso, claro, sutil, ágil, impasible. Contempla con gran gozo los himnos que cantan a Cristo glorioso los ángeles y justos, y acaba dándole gracias por todo lo que padeció por tu amor, y formando coro con ellos, repite alborozado: ¡Gloria, bendición, claridad, loor, alabanza y acción de gracias al Cordero de Dios muerto por los pecados del mundo, y ahora glorioso y triunfante para nunca más morir! Digno eres de estar sentado a la diestra del Padre y recibir las adoraciones, los homenajes, los servicios y alabanzas de todos los ángeles y hombres, por los siglos de los siglos. Amén.
Punto segundo. Entra, alma mía, en el corazón de Cristo vuelto a la vida, y nueva vida, y pídele te dé a sentir sus afectos y su gozo en este paso, cuando rotos todos los nudos que impedían que la gloria del alma beatificada redundase en el cuerpo pasible, obraba con holgura cumplida la Divinidad en la humanidad. ¡Qué golpe qué inundación, qué océano de paz y de ventura se derramaría en este Corazón y en este cuerpo!... Si según los dolores habían de ser las consolaciones, es imposible que nadie las pueda medir. Ya no padecerá más humillaciones, ignominias, ni desprecios, ni dolor, ni pena. Pasó el tiempo de la tristeza y de la agonía: hoy todo es gloria, bienandanza y paz. Es día del Señor, día que lo ha hecho el Señor para glorificar a su hijo muy amado y muy abatido... Mira al corazón de Cristo cómo no descansa ni reposa glorificado ya, apareciéndose a su Santísima Madre para hacerle participar de su gozo, toda vez que más que todos lo había sido de su dolor. Mira que castos abrazos se dan, que enhorabuenas por esta glorificación la madre y el hijo, que forman como una sola alma, un solo corazón... Mírale apareciéndose el mismo día a la enamorada Magdalena, a las devotas mujeres, a Pedro, perjuro arrepentido, a los discípulos de Emaús desconsolados, a los discípulos, y por fin consolándoles y enseñándoles por espacio de cuarenta días, hablándoles en diversas ocasiones del reino de Dios, comiendo con ellos y dándoles muestras las más regaladas y patentes de su inmenso amor... ¡Oh corazón de Cristo! Verdaderamente eres corazón de padre, de amigo, de esposo, de Dios. Sí, largo eres en premiar a tus siervos y por eso los pruebas para que después sea mayor su gloria. Dame que te imite en tus dolores, para que sea partícipe de tu gloria. Amén.
Afectos. Admitidme, Jesús mío, a la gloria de vuestra Resurrección, dejando el sepulcro de mis pecados. ¡Oh! resucite con vos a nueva vida para nunca más morir. Dame un corazón nuevo, y renueva en mis entrañas el espíritu de rectitud. No busque torcidamente mis gustos y mis deseos, pues no es conforme a tu espíritu. Ande yo en novedad de vida para agradarte y complacerte. Si tú eres mi modelo y mi ejemplar, oh Jesús mío, esto con justicia exiges de mí, que no vaya en pos de las criaturas y de las cosas de la tierra, sino busque las del cielo, donde Tú reinas coronado de gloria. ¡Oh qué mal me hacen este cuerpo y estos sentidos y pasiones, esta carne viciada, que, terrenos como son, solo buscan su complacencia y felicidad en la tierra! ¡Oh Jesús glorioso! elévame hacia ti. ¡Hazme desabrido y amargo todo lo de este destierro, y solo suspire por Ti, gloria consumada de mi alma y de mi cuerpo! ¡Jesús mío y todas las cosas! Tú todo mío por gracia y después por gloria; y yo todo tuyo por amor y gracia en ti, transformado por unión de voluntades y afectos, para que no viva yo, sino Tú, mi vida y mi Jesús, en mí. Amén.
Jaculatoria. Crea en mí un corazón puro, y renueva en mí un espíritu recto, Jesús glorioso.
Obsequio. Andaré en la presencia de Dios y en su servicio con espíritu de fe.
EJEMPLO.
Tan grande era el amor de Dios que ardía en el corazón de la seráfica virgen santa Teresa de Jesús, que le parecía le metían una saeta en sus entrañas y en su corazón, y no sabía ni qué hacer ni qué querer; solo hallaba alivio a su mal dando quejidos amorosos; no queriendo, por otra parte, se le acabase pena tan sabrosa, pues no hallaba en la vida deleite alguno que tanto contento le diese.
Y este divino fuego crecía tanto a medida que iba recibiendo mayores mercedes, que no fue posible estar por más tiempo encerrado en su corazón, por lo que un serafín, con un dardo de oro, de cuando en cuando abría un cráter en aquel volcán ardoroso, para dar paso a los incendios de amor.
Oigamos como refiere la misma Santa, uno de estos maravillosos hechos, acaecido poco antes de emprender la obra de la Reforma Carmelitana.
"Quiso el Señor que viese alguna veces esta visión: vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo con forma corporal; lo que no suele ser sino por maravilla. Aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido, que parecía de los ángeles muy subidos que parece todos se abrasa. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad, que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento."
Oración final
Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.