viernes, 9 de junio de 2023

DÍA 10. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU BAUTISMO. San Enrique de Ossó

DÍA 10

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU BAUTISMO

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

 

DIA DÉCIMO

Sentimientos del Corazón de Jesús en su bautismo

 

Composición de lugar. Ver los cielos abiertos y la paloma que desciende, y oír la voz del Padre que dice: "Este es mi Hijo muy amado"

 

Petición. Dame, Corazón de Jesús, el revestirme de tus virtudes en este paso.

 

Punto primero. Cuando Jesús empezaba los treinta años, vino de Nazaret de Galilea al Jordán para ser bautizado por san Juan, que no quería bautizarle, diciendo: "Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Y Jesús le respondió: "Deja por ahora, porque así conviene, que nosotros llenemos toda justicia", y Jesús fue bautizado por Juan. Y se abrieron los cielos al ser bautizado Cristo y orando, y el Espíritu Santo bajó y se paró en especie corporal, como de paloma, sobre él, y se oyó una voz del cielo que decía: "Tú eres mi hijo muy amado, en quien me he complacido". Admira, alma mía, los afectos del Corazón de Cristo, en este paso, mostrado por las palabras y las obras... Tenía treinta años Cristo, y la primera acción es de humildad, de humillación profundísima. Mírale confundido con los pecadores, pidiendo ser limpiado, el que da la pureza y limpieza a todos los ángeles y hombres, a aquel que es la misma pureza e inocencia de Dios... Mira a san Juan, que conoció a Cristo, confuso y admirado resistiendo a los deseos de Cristo y solo por cumplir su voluntad le bautiza... ¡Oh corazón humildísimo de Cristo Jesús! bien puedes repetirme desde las aguas del Jordán con toda verdad: Aprended de mí, que soy humilde de corazón. ¡Ojalá yo aprenda esta lección que me das con tu ejemplo!

Pondera como el Padre con el Espíritu Santo quiere honrar a su hijo humillado, en este paso, para que se cumpla la sentencia: el que se humilla será ensalzado. Al orar Cristo y ser bautizado confundido entre los pecadores, se abren los cielos, y baja el Espíritu Santo en forma de paloma, y se posa sobre Cristo, para significar su pureza, su inocencia y la paz que traía al mundo y el Padre hace oír su voz diciéndole: “Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. ¡Qué gozo, mi Jesús, Hijo sumiso de Dios, había de sentir tu corazón al oír resonar en tus oídos por primera vez públicamente la regalada voz de tu Eterno Padre mostrándote su predilección! Si a nosotros el demostrarnos una persona que nos ama no lo puede contener el corazón,

¡qué haría en ti oyendo la voz de Dios! ¡Qué saltos de júbilo! ¡Cómo se lo agradecerías y te ofrecerías otra vez a su servicio y amor! ¡Tú, mi humillado Jesús, que eras tenido como hijo de José el carpintero, eres declarado hijo natural del Eterno Padre! ¡Tú, que parecías despreciable y como pecador delante de los hombres, apareces como el único objeto de las complacencias de Dios, y como único objeto digno de nuestro amor. Yo te doy mil parabienes, humildísimo Jesús mío, y pues tú me amas y tu Padre también me ama, ámete yo, Corazón de Jesús, y en ti halle mis complacencias, Jesús mío y todas las cosas. Ojalá por mi semejanza a ti merezca oír también la voz del Padre que me diga: Tú eres mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias, porque me amas con todo tu corazón.

 

Punto segundo. Examina tus sentimientos y tus afectos, alma mía, a la vista del ejemplo que te da el corazón de Cristo en este paso. ¿Amas, buscas, deseas, solicitas humillaciones, desprecios y cruz? ¿O a lo menos pides al humildísimo Jesús que te dé deseos de ser despreciada, y de aprovecharte de las ocasiones que se te presenten en la vida? ¿Qué te parece? ¿Mereces por tu vida que el Espíritu Santo descienda sobre ti en forma de blanca paloma para probar o manifestar al mundo tu inocencia? Y si inocente no eres, ¿a lo menos te has arrepentido, como el hijo pródigo y mereces que Dios Padre haga resonar complacido en el secreto de tu corazón: Éste es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias, porque le creía perdido por el pecado, y ha vuelto a recuperar mi gracia y amistad? Pues atiende bien, alma mía, que para ir al cielo no hay más que dos caminos: el de la inocencia y el de la penitencia; y si no mereces por tu arrepentimiento recobrar la amistad de Dios, no podrás otra vez entrar en el cielo, porque no serás hijo amado de Dios. ¡Oh alma pecadora! Corre al corazón de Cristo, y dale este gozo: pídele que te limpie de tus pecados por el bautismo de la penitencia, para que seas reconocida por hija suya adoptiva, aunque pródiga, por su Padre celestial. Ofrécele un corazón contrito y humillado, ya que no lo tienes inocente y puro, que no lo desechará, porque escrito está: Corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo despreciaras, no lo desecharás de tu presencia y amor. ¡Oh el mejor de los padres, corazón purísimo y humildísimo de Cristo Jesús! acepta mi pobre corazón de hijo pródigo, contrito y humillado, y por tus santas manos llegue a la presencia de tu Padre, y pídele que lo bendiga, que lo inflame de su amor, y viva y muera consumido en su amor. Amén.

Afectos. ¡Oh Señor mío y Jesús mío! ¡Tú, el Santo de los santos, vas a bautizarte entre los pecadores! ¿No bastaba a tu humildad en el primer paso de tu vida aparecer en el mundo en un pesebre, que quieres en el primer paso de tu vida pública aparecer más humillado aún que en el pesebre y en tu vida oculta? ¡Oh amor del corazón de Cristo! Tú le hiciste bajar a sumergirse en las aguas del Jordán, para llevar consigo purificado a todo el mundo. ¡Oh amor del corazón de Cristo!. Tú le hiciste sumergirse en las aguas del Jordán, para sepultar y ahogar en ellas la vieja sinagoga, y sacar pura e inmaculada a su esposa la Iglesia, en cuyo seno fecundísimo purifica a sus hijos con las aguas del santo Bautismo. Yo también, Amor mío, fui purificado en esas aguas, el Espíritu Santo descendió sobre mi alma y me santificó, el Padre me aceptó por su hijo muy amado y fui hecho hermano tuyo, y fui consagrado templo y morada de toda la Santísima Trinidad. Mas ¡ay dolor! yo os contristé con mis pecados, profané este templo santo, os arrojé de él con gran descomedimiento. ¡Cuán grande ha sido mi ingratitud! Mas, gracias a vuestra infinita bondad, me queda el laborioso bautismo de la penitencia, compuesto de mis lágrimas y de vuestra sangre. Sumergidme en él, y quede por la contrición más blanco que la nieve, y ya jamás vuelva a contristar vuestro corazón por el pecado. Hacedme cauto con mis caídas, para huir no solo del pecado, sino de toda ocasión de pecar; y dadme la perseverancia en vuestro servicio y amor. ¡Oh María, madre de la santa perseverancia, rogad a Jesús por mí! Amén.

 

Jaculatoria. ¡Jesús mío, complacencias de mi amor! Tú sabes que yo te amo.

 

Práctica. Aceptar en silencio las humillaciones que se nos ofrezcan en el día de hoy por Jesús.

 

EJEMPLO

 

Un sacerdote observó más de una vez al dar la Comunión a san Hipólito, que la Hostia se desprendía de sus manos atraída por el santo como el hierro es atraído por el imán; y que en esos momentos el rostro del santo se ponía de repente blanco como la nieve. Un día que Simón de Alne fue a comulgar, la Hostia que iba a recibir se cayó al suelo. Como el celebrante se bajara para cogerla, Simón le rogó esperase un momento hasta que hubiese preguntado a Dios si eran sus pecados la causa de esta caída. En el mismo instante la Hostia se elevó y fue a la boca de Simón. Un día santa Teresa fue arrebatada en éxtasis y elevada a una altura a que el sacerdote no podía llegar para darle la comunión. De repente vio la Hostia escaparse de sus dedos e ir a colocarse por sí sola en la lengua de la santa. El mismo favor fue concedido a Isabel de Jesús, a la que su confesor había impuesto como mortificación, el abstenerse de la santa Eucaristía. El bienaventurado Raimundo de Capua refiere que un día, volviendo de su viaje, santa Catalina de Siena le expresó un ardiente deseo de comulgar. Como estaba cansado, prefería no subir inmediatamente al altar; pero cediendo a instancias de la santa, dijo la misa. Cuando llegó al momento de darle la comunión, vio su rostro irradiar como el de un ángel; en vista de esto, dijo interiormente al Santo Sacramento: "¡Id, Señor, volando hacia vuestra desposada!" y en el mismo momento la Hostia que iba a tomar voló hacia santa Catalina. El mismo sacerdote añadía que había oído decir a personas de ambos sexos dignas de fe, que habían visto con frecuencia la Hostia volar a la boca de la santa, en el momento en que esta se aproximaba al tabernáculo para comulgar.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.