miércoles, 28 de junio de 2023

DÍA 29. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA ORACIÓN DE LA CRUZ. San Enrique de Ossó

DÍA 29

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN LA ORACIÓN DE LA CRUZ

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA VIGESIMONOVENO

Sentimientos del Corazón de Jesús en la oración de la cruz

 

Composición de lugar. Contempla a Jesús orando en silencio a su Padre en las tres horas de tinieblas en la cruz.

 

Petición. Dame, Jesús mío, el orar con la reverencia, devoción y amor de tu corazón en este paso.

 

Punto primero. Después de cumplir Jesús sus deberes más sagrados con el prójimo, pidiendo perdón por sus enemigos, perdonando al ladrón arrepentido y prometiéndole aquel día la posesión del paraíso, dejando, en fin, arreglado el porvenir de su buena madre con encomendarla al cuidado del discípulo san Juan, a quién más amaba; quiere retirarse, digámoslo así, Jesús a lo secreto de su corazón, para negociar mejor y entretenerse a solas con su Padre celestial. Para esto hace silencio y soledad en su exterior por tres horas, disponiendo que desde la hora de sexta hasta la hora de nona se oscureciese el sol, y sobre toda la haz de la tierra se extendiesen las tinieblas, haciendo llanto y luto, a su manera, todas las criaturas a la agonía y muerte de su Criador. Ora Jesús, y a solas negocia con el Padre a sus anchas sin que el ruido exterior le pueda distraer. ¡Qué horas tan solemnes!... Entra, alma mía, con permiso de Jesús en estas tres horas de oración en el corazón de Cristo, y admira y readmira sus sentimientos, sus afectos, sus plegarias, su inmenso dolor y amor. Verdaderamente no hay ni ha habido ni habrá ya en el mundo horas más sublimes, solemnes y más divinas y de más grande negociación con Dios, entre el cielo y la tierra, entre la criatura y el criador. ¿No reparas? Al bullicio y algazara de los enemigos de Cristo, a sus gritos de blasfemia, de burlas y de improperios, se ha seguido un silencio sepulcral: solo se oyen los gemidos de la madre de Jesús y de las devotas mujeres que la acompañan. ¿No ves, alma mía? Apenas se divisa el cuerpo del Salvador desnudo en la cruz, porque las tinieblas en su compasión le han echado un manto piadoso que cubre su desnudez, que los hombres perversos le habían negado, robado, en un exceso de crueldad.

 

Sumo Sacerdote y Víctima, Redentor y Salvador del mundo, permitidme que os pregunte: ¡Oh Corazón de Cristo! ¿Qué hacéis en estas tres horas de silencio universal, de soledad, de tinieblas, elevado entre la tierra y el cielo, clavado en la cruz? - ¡Oh hijo mío! ¡Oro por ti, por todos los pecadores! Ofrezco mis dolores y mi sangre y mi vida al Padre, para aplacar su ira; negocio tu salvación y la de todo el mundo. Aún en esta horas solemnes, últimas de mi vida y de mi dolor, parece me olvido de mí, para acordarme de ti. - Gracias, Jesús mío, infinitas por tanta bondad. Verdaderamente tenéis corazón de padre, de esposo, de amigo, de Dios. haced que yo sienta y me aproveche de vuestro infinito amor y dolor. Amén.

 

Punto segundo. Y cerca la hora de nona interrumpió Jesús silencio y clamó con grande voz: "¡Dios mío, Dios mío! ¡Por qué me has abandonado?" Palabras son éstas del más paciente y sufrido de los hombres. ¡Quién podrá medir la profundidad del amor y del dolor que revela esta queja del corazón de Cristo! ¡Parece que despierta de un profundo y misterioso sueño, después de tres horas de ferventísima oración! Con grande voz, voce magna, pronuncia Cristo estas palabras, después de tres horas de silencio y soledad inmensa. ¡Oh! ¡Cuán grande debe ser la pena de su corazón, que así le obliga a quejarse al Padre! ¡Quién podrá sondearla!... "Mas sabiendo después Jesús que todas las cosas estaban cumplidas, para que se cumpliese la Escritura, dijo: Tengo sed. Había un vaso lleno de vinagre, y corriendo al momento uno de los soldados llenó una esponja de vinagre, y la puso en una caña, y le daba de beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a quitarle de la cruz; y los demás decían: deja, veamos si viene por ventura Elías a librarle. Como recibiese Jesús el vinagre, dijo: Consumado está todo. Y Jesús, otra vez clamando con gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó su espíritu... Y al morir Jesús, el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo. La tierra tembló, y las piedras se rompieron. Los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de los santos que habían muerto, resucitaron y vinieron a la ciudad santa y aparecieron a muchos. Viendo el Centurión que clamando de esta suerte expiró Jesús y todo lo que se hizo, glorificó a Dios, y dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. Y lo mismo dijeron los guardas que estaban con él al ver el terremoto y lo demás que aconteció, y temieron mucho, y dijeron: Verdaderamente el Hijo de Dios era éste. Y toda la turba que presenciaba este espectáculo y vieron estas cosas se volvían hiriendo sus pechos. Y estaban lejos todos los conocidos de Jesús, otras muchas mujeres que le habían seguido a Jesús de Galilea y le servían viendo todas estas cosas". ¡Oh alma mía! Tú también puedes ver todas estas cosas en tu espíritu, y aprovecharte de ellas.

 

Pondera bien que de solas dos cosas se queja Jesús en la cruz: del abandono de su Padre, y de la sed que le aqueja. Uno tormento del alma; otro, tormento del cuerpo.

¡Oh mi Jesús! ¡Cordero verdaderamente asado por dentro y por fuera por el fuego de la caridad y por la sed del padecer! Reina en mi alma por el amor y el dolor, para que así entre y viva eternamente en el gozo de mi Señor. Amén.

 

Afectos. ¡Oh Jesús mío! ¡Con que tu padre te ha desamparado! Ahora que estás como víctima en los últimos momentos de tu vida dolorosísima, ¡tu padre te deja, te abandona! No lo podríamos creer si no lo oyésemos de tu boca ¡Oh Padre Eterno! Permitidme unir mi queja a la de vuestro inocente hijo, y os pregunte: ¿por qué se ve  vuestro hijo Jesús en este grandísimo apuro? ¿Qué mal os ha hecho? ¿Por qué se presenta, Señor, ante vuestros purísimos ojos vestido de pecador, cargado, como fiador, con todos los pecadores del mundo, por eso hacéis como si le abandonaseis?

¡Oh Dios mío! Pues eso mismo le hace merecedor más y más de vuestro agrado, pues por amor a los hombres ha querido hacerse anatema por sus hermanos, y clavar en la cruz, destruyéndola y cancelándola la cédula del decreto que nos era contrario. Mirad con amor el rostro de vuestro hijo, pues pocos momentos le quedan de vida para entregar su espíritu en vuestras manos de padre. Consoladle en su dolor, ya que los hombres ingratos, en lugar de calmar su sed abrasadora, le dan a beber vinagre, para poner el colmo a la crueldad e ingratitud, pues ni siquiera en su última hora, moribundo, en medio de los más exquisitos tormentos, le es dado recibir un consuelo de los mortales. ¡Oh Jesús mío! Calme yo tu sed con mi templanza y con mis obras de misericordia con el prójimo, sobre todo ganándote almas a tu servicio y amor, para que saciada tu sed mueras contento de mí, que todo me entregué a ti y me di. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón de Jesús agonizante, apiadaos de mí, de los que mueren y de los errantes.

 

Obsequio. Me mortificaré en mis sentidos por consolar a Jesús y aliviarle en su pasión.

 

EJEMPLO

 

Determinó santa Gertrudis un día de san Matías, apóstol, dejar la comunión, difiriéndola para mejor ocasión por hallarse acosada de varias ocupaciones y más distraída de lo que solía, juzgándose por esto menos dispuesta, y le dijo al Señor: "¿Por qué pierdes los tesoros que habías de recibir hoy? Si no te hallas tan dispuesta, pídeme a mí y a mis santos, que tenemos la disposición que te falta, y llégate a la mesa aunque sea con vestido prestado, y no defraudes a tu alma de tan grande bien". Así lo hizo la santa, y después de la Comunión, en la que sintió abrasarse su corazón en vivas llamas de amor, acordándose que una conocida suya se había abstenido de la Comunión aquel día, le dijo al Señor: "¿Por qué permitió vuestra Majestad abstenerse de comulgar esta sierva vuestra, y que haya perdido tan gran bien?" Respondióla el Señor: "Ella ha tenido la culpa, que yo le franqueé mi mesa, y no vino a ella por su propio parecer". Con lo que entendió la santa que no gusta Dios de que las almas devotas que llama para su mesa se excusen de venir a ella.

 

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.