jueves, 15 de junio de 2023

DÍA 16. SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU ENTRADA A JERUSALÉN. San Enrique de Ossó

 

DÍA 16

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE JESÚS EN SU ENTRADA A JERUSALÉN

UN MES EN LA ESCUELA

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

San Enrique de Ossó

 

Por la señal, etc…

 

¡Viva Jesús. Muera el pecado. Sea por siempre alabado el Corazón de Jesús Sacramentado!

 

Oración inicial

Yo te adoro, Corazón Sacratísimo de mi Jesús, y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y me pesa de haberte ofendido, porque eres bondad infinita y me amas con inmenso amor. En ti, Corazón Sacratísimo, están reunidas todas las maravillas de la naturaleza, de la gracia y de la gloria; todas las virtudes y dones esparcidos por todas las criaturas; todos los tesoros de la sabiduría, bondad, ternura y ciencia de Dios. Tú eres el huerto cerrado, el horno de fuego, el arca de Dios, la vara florida, el maná del cielo, la fuente de todas las gracias y consuelos, las delicias de la Beatísima Trinidad. De tu corazón amantísimo, oh Jesús mío, recibieron el celo los Apóstoles, la sabiduría los Doctores, la pureza las Vírgenes, la fortaleza los Mártires, la paciencia los Confesores, la victoria los tentados, el valor los débiles, la alegría los Ángeles, el terror los demonios, la gloria el mismo Dios. Bienaventurado el que te ama, te honra y te sirve, porque tiene escrito su nombre en tu Divino Corazón.

¡Oh Corazón Santísimo de Jesús! da lumbre a mi entendimiento y afectos ardorosos a mi corazón para que aprenda en esta tu Escuela la virtud del sacrificio, y sobre todo tu mansedumbre, humildad e inmensa caridad, y que conozca y haga en todas las cosas tu santísima voluntad. ¡Oh Corazón Inmaculado de María! ¡Santos, Ángeles y justos del cielo y tierra! prestadme vuestros encantos amorosos para honrar y desagraviar debidamente al Dios de mi corazón y al corazón de mi Dios. Amén.

 

Hágase la meditación correspondiente al día.

DIA DECIMOSEXTO

Sentimientos del Corazón de Jesús en su entrada a Jerusalén

 

Composición de lugar. Contempla al buen Jesús aclamado por las turbas al entrar en Jerusalén sentado sobre un pollino.

 

Petición. Dame, Jesús mío, a conocer los sentimientos de tu humilde y manso Ccrazón en este paso.

 

Punto primero. "Cinco días antes de su Pasión quiso el Señor hacer su entrada triunfal en Jerusalén, y para que se cumpliesen las profecías, envió a dos discípulos a buscar un asno y un pollino, y poniendo sobre él los discípulos sus vestidos, le hicieron sentar en él". Mírale al manso y humilde rey Cristo Jesús sentado sobre el pollino, aderezado con las pobrecitas capas de sus discípulos, hollando la pompa mundana, camino de Jerusalén. Es rey de cielos y tierra; mas ¡qué pobreza, qué mansedumbre, qué humildad revela! ¡Cuán distinta de la fastuosa de los reyes del mundo! Mas contempla "cómo a deshora, por inspiración del cielo, le sale a recibir innumerable gente, y unos echan sus vestiduras al suelo, otros viene de Jerusalén con palmas en las manos en señal de victoria, y todos los discípulos y las turbas claman con gran gozo al descender del monte Olivete, y alaban a Dios diciendo a voces: ¡Hosanna, gloria al hijo de David, rey de Israel! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor; paz en el cielo y gloria a Dios en las alturas! ¡Hosanna, bendito el rey de Israel, que viene en nombre del Señor! Y toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? y las gentes decían con gozo: Éste es Jesús, profeta de Nazaret". ¡Oh alma mía, corazón mío, lengua mía, manos mías! Acercaos y tomad también parte en este triunfo de nuestro rey Cristo Jesús, y con palmas en las manos y gozo profundo en el corazón clamad con todo fervor:

¡Bendito sea Dios, Jesús, rey de cielo y tierra, que vienes en el nombre del Señor! Hijo de Dios, toda criatura te adore, te ame, te sirva y te glorifique ahora y siempre. Amén.

 

Punto segundo. Mas entra, alma mía, en este paso en el Corazón Divino y olvida por unos momentos este ruido exterior... Contempla sus ojos piadosos y amorosos, y los verás arrasados en lágrimas... ¡Lloráis, Jesús mío! ¡Está triste, solo vuestro corazón en este paso glorioso, que es el objeto de estos triunfos y exclamaciones sin ejemplo! ¡Oh hija mía!, te dice Jesús, llora por Jerusalén ingrata, al verla dormida en el pecado, porque no conoce en este día las cosas que son para su paz y que ahora le están escondidas. "Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados de Dios, ¿cuántas veces quise congregar a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo sus alas, y no quisiste? He ahí que se dejará desierta vuestra casa, ni quedará piedra sobre piedra". Jerusalén símbolo del alma ingrata, es la que arranca de mi Corazón estos suspiros, estas quejas, estas lágrimas. Tú ya sabes, hija mía, que para el corazón que ama ningún sacrificio le es penoso, ningún trabajo le es costoso, porque el amor hace ligero el trabajo, endulza el sacrificio, hace amable y deseable el dolor. Mas ¡ay! si todos estos sacrificios tan costosos han de ser para mayor castigo de quien se ama y por quien se hacen, entonces ¡oh! es incalculable el dolor que siente el corazón generoso. Por eso llora mi corazón en este paso, hija mía, porque prevé que todos los sacrificios de mi vida, pasión y muerte habían de ser inútiles para Jerusalén ingrata y que solo habían de aprovecharle para su mayor condenación. Pondera, pues, cuánto había de sufrir mi corazón en este paso, y por ello, olvidado de la pompa y alborozo exterior de mis discípulos y de aquel pueblo y aquellas tropas de niños que me alaban, solo me acuerdo de llorar sobre las desgracias de aquella ciudad deicida e ingrata, que dentro de cinco días había de clamar: ¡Crucifícale!, ¡no queremos que reine Jesús sobre nosotros; no queremos a Jesús, sino a Barrabás!... ¡Caiga su sangre inocente y divina sobre nosotros y sobre nuestros hijos!... ¿Has formado coro tú alguna vez, hija mía, con los pérfidos e ingratos judíos? Pues entonces tú también arrancaste lágrimas a mis ojos, gemidos de pena a mi bondadoso corazón. Sobre ti lloré, sobre tus desgracias, sobre tu pérfida conducta, alma ingrata. No renueves estas lágrimas, ni estos gemidos de dolor a mi corazón, que solo sabe amar, hacer bien y perdonar... Acógete a tu clemencia antes que te sorprenda la muerte, y vive en él amando, adorando y desagraviando, a tu más insigne Bienhechor. ¡Oh corazón de Cristo Jesús! perdona a este tu hijo pródigo, admíteme otra vez a tu amistad y compañía, que ya te prometo con la ayuda de tu gracia primero morir que volver a pecar. Amén.

 

Afectos. Bendito seas, Jesús mío, bienvenido a la casa de mi alma, a la pobre habitación de mi corazón. ¡Cuán bueno es tu corazón, Jesús mío, cuán bueno es!

¿Cómo te olvidas, Señor, que él ha sido cueva de ladrones y albergue de Satanás?, ¿tan pronto, Señor, te olvidas que has sido pérfido y desleal contigo, ingrato y traidor? ¡Tú a mí, Señor! ¡Tú a la pobre casa de mi alma! ¿Qué dirán las gentes que sepan mi conducta pasada, y vuestro rico proceder presente? ¿Por ventura vuestros dones de amistad y gracia no sufrirán menosprecio al verlos empleados en quien tanta prisa se ha dado en ofenderos? ¡Oh Jesús, rey de mi corazón, de mis afectos y de mi alma! quisiera deciros con san Pedro al veros dentro de la pobrecita y ruin casa de mi alma: Apartaos de mí, Señor, que soy un gran pecador. Pero si vos os apartaseis de mí

¿dónde y a quién iré, si no es para perderme como me ha acontecido hasta hoy? ¡Oh Corazón de Jesús mío! Tú solo tienes palabras de vida eterna. Tú solo puedes labrar la felicidad de mi corazón. Tú solo, tus benditas manos, me hicieron y formaron: aquí, pues, han de darme lo que me falta para ser santo y feliz; aquí me han de quitar lo que me sobra de imperfecciones y miserias. Y pues tú eres rico con todas las riquezas de Dios, y sé que me amas, corazón de Cristo Jesús mío, esto me basta, y en ti confío que siempre te seré fiel y cantaré tus misericordias eternamente. Amén.

 

Jaculatoria. Corazón amabilísimo de Jesús, o amarte o morir.

 

Obsequio. Repetir muchas veces para consolar al Corazón de Cristo: Yo os adoro, Jesús mío, por los que no os adoran; yo os amo por los que no os aman; yo os alabo, honro y glorifico por todos los que os agravian.

 

EJEMPLO

 

Nuestro Señor Jesucristo profesa un amor especial de predilección a aquellas almas que más se distinguen en el padecer y en el amor y celo de la gloria de Dios. Entre los que más sobresalen de este dichosísimo número es la Seráfica Doctora santa Teresa de Jesús. No hay sino leer sus admirables escritos para convencerse de esta verdad. "Oh Señor mío, dice la santa, ¿qué puedo yo hacer por vos? Decid, dulce amor, decid, que a todo diré que sí. ¡Oh que tarde se han conocido mis deseos! Mil muertes pasaría yo muy de buena gana por salvar una sola de las muchas almas que se pierden. ¡Oh, vida larga, vida penosa, vida que no se vive, oh que sola soledad!, ¡qué sin remedio! Pues, ¿cuándo, Señor, cuándo?, ¿hasta cuándo?, ¿qué hacer, bien mío? por ventura desearé no desearos? ¡Oh mi Dios y mi criador! que llagáis y no ponéis la medicina, herís y no se ve la llaga; matáis dejando con más vida; en fin hacéis lo que queréis como poderoso. ¿Y queréis vos sufra estas contrariedades? Sea, así, Señor, o padecer o morir, que no os pido otra cosa para mí". Así exclamaba el Serafín del Carmelo abrasada en amor grande de Dios. Acaeció una vez que fue a visitar a la santa un padre descalzo de la orden de san Francisco, recién llegado de las Indias. Contole la infinita muchedumbre de almas que en aquellas tierras se perdían; y con estas noticias de tal manera la hirió en lo vivo y traspasó su corazón, que no parecía sino que en él le había hincado una saeta, que no la dejaba sosegar ni caber en sí; por lo que se fue a una ermita, y llena de lágrimas y suspiros, clamaba al Soberano Criador de las almas, a quien tanto le habían ofendido, que viese algún medio que pudiese hacer algo y fuese de algún provecho para ganar almas para él. Esto suplicaba con grandes instancias, hasta que una noche tuvo una visión en la que vio a Nuestro Señor Jesucristo que, consolándola, le dijo: "Espera, hija, y verás grandes cosas". Por lo cual quedó la santa muy consolada y animada, con deseos grandes de padecer por Dios.

 

Oración final

Gracias infinitas te doy, Jesús mío de mi alma, porque te has dignado admitirme en este día a la escuela de tu adorable corazón, y por haberme enseñado con tu ejemplo a amar y servir a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas mostrándome prácticamente la hermosura de la virtud y la fealdad del vicio. Yo te prometo con la ayuda de tu gracia practicar con las obras lo que tú me enseñas con la palabra y el ejemplo, y presentarme mañana al volver a tu divina escuela, escuela del corazón, escuela de amor, muchos actos de vencimiento, de amor, de sacrificio... amándote por los que no te aman, adorándote por los que no te adoran, y glorificándote por los que te agravian. ¡Oh Corazón misericordiosísimo de Jesús! Convertid a todos los pecadores, dad perseverancia a todos los justos, libertad a todas las almas del purgatorio, para que no formemos todos los hombres más que un solo corazón y una sola alma que os adore, os ame, os reverencie, os sirva y os glorifique como vos queréis y merecéis en el tiempo y por toda la eternidad. Amén.

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.