viernes, 13 de mayo de 2022

13 de mayo. San Roberto Belarmino, obispo, confesor y doctor de la Iglesia


 

13 de mayo.

San Roberto Belarmino, obispo, confesor y doctor de la Iglesia

Roberto nació en Montepulciano, de la familia patricia de los Belarmino. Su madre fue la piadosísima Cincia Cervini, hermana del papa Marcelo II. Pronto se distinguió por su eximia piedad y por su pureza de vida. Solo deseaba agradar a Dios y salvar las almas. Educose en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en su ciudad, y mereció grandes alabanzas por su talento y modestia; ingresó en Roma a los 18 años en la Compañía, y fue para todos modelo de virtud. Terminada la filosofía en el Colegio Romano, fue enviado a Florencia, después a Mondovio, de allí a Padua para estudiar la sagrada teología, y al fin a Lovaina, en donde, no siendo aún sacerdote, desempeñó el cargo de predicador. Ordenado luego sacerdote en Lovaina, enseñó la teología con tanto éxito que condujo a muchísimos herejes a la unidad de la Iglesia, y fue considerado como teólogo eminente en toda Europa, y muy solicitado por San Carlos Borromeo, obispo de Milán, y por otros muchos.

Llamado de nuevo a Roma por el papa Gregorio XIII, enseñó en el Colegio Romano las cuestiones disputadas de teología, y elegido maestro de la vida espiritual, dirigió al angélico joven Luis Gonzaga por el camino de la santidad. También gobernó el Colegio Romano y después la Provincia Napolitana de la Compañía de Jesús, según la mente de San Ignacio. Volvió a Roma, donde el papa Clemente VIII le confió asuntos importantísimos de la Iglesia con gran provecho de los intereses religiosos. Después, contra su voluntad, fue creado cardenal, porque, como manifestó abiertamente el mismo Pontífice, la Iglesia de Dios no tenía a la sazón otro que le igualara en sabiduría. Consagrado obispo por el mismo Papa, gobernó ejemplarmente por un trienio el arzobispado de Capua. Renunció después a este cargo, y permaneció en Roma hasta su muerte, siendo el consejero fidelísimo del Sumo Pontífice. Escribió muchas obras; su mérito principal consistió en que, siguiendo a Santo Tomás como guía y maestro, y conociendo las necesidades de su tiempo, combatió con los más sólidos argumentos sacados de las sagradas Letras y de las fuentes de los Santos Padres, los nuevos errores, y defendió la tradición católica y los derechos del Pontificado romano. También se le deben muchos libros de piedad, ocupando el primer lugar, su áureo catecismo, del que se servía, a pesar de los graves negocios que le absorbían, para enseñar, así en Capua como en Roma, a los niños y a los ignorantes. Un cardenal contemporáneo de Roberto le tuvo como enviado de Dios para instruir a los católicos, formar a las almas piadosas y abatir a los herejes. San Francisco de Sales le consideró como un manantial de doctrina; el Papa Benedicto XIV le llamó martillo de los herejes, y Benedicto XV le propuso como modelo a los propagadores y defensores de la religión católica.

Amante de la vida religiosa, la observó, aun siendo cardenal. No quiso poseer más que lo indispensable; se contentó con un servicio limitado, con modestos honores y con un hábito sencillo. No trabajó para enriquecer a los suyos, y con dificultad se le pudo inducir a que les socorriese en sus necesidades. Profesaba una humildad profunda y era admirable la sencillez de su alma. Amó a la Madre de Dios. Oraba muchas horas al día. Su vida era frugal, ayunando tres veces cada semana. Siempre austero consigo mismo, ardía en caridad con el prójimo, por lo cual se le llamó el padre de los pobres. Luchó para no manchar ni siquiera con culpas veniales su inocencia bautismal. Casi octogenario, le sobrevino en San Andrés del Quirinal, la última enfermedad, en la cual resplandecieron sus virtudes. Hallándose moribundo, visitáronle Gregorio XV y varios cardenales, doliéndose todos ellos de perder un valioso sostén de la Iglesia. En la fiesta de las llagas de San Francisco, que él había conseguido se celebrase en todo el mundo, se durmió en el Señor, en el año 1721. La ciudad le lloró como a un padre, aclamándole santo. El Sumo Papa Pío XI le declaró Beato y más tarde Santo. Por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, fue declarado Doctor de la Iglesia universal. Su cuerpo es venerado en el templo de San Ignacio, cerca del sepulcro de San Luis Gonzaga, como él había deseado.

Oremos.

Oh Dios, que por rechazar las asechanzas del error y para defender los derechos de la Sede Apostólica, adornaste al bienaventurado Roberto, tu Pontífice y Doctor, con admirable doctrina y virtudes; concédenos por sus méritos e intercesión que crezcamos en amor a la verdad, y que los corazones de los que caminan extraviados vuelvan a la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

 

TEXTOS

JUAN, ANGEL MAS QUE PROFETA. San Roberto Belarmino

CELADORES DE LAS BUENAS OBRAS. San Roberto Belarmino

NUESTRO BUEN SEÑOR NO DESDEÑARÁ TENERNOS COMO COHEREDEROS EN EL AMOR DE SU MADRE. San Roberto Belarmino