VIENE NUESTRO REY. Exhortación
de Domingo de Ramos
Domingo de Ramos 2020
¡Salta de gozo, Sión!¡Alégrate,
Jerusalén! Mira que viene tu Rey.
Son las palabras del Profeta
Zacarías que anuncian la entrada mesiánica de Jesús en la ciudad de Jerusalén y
que se cumplen en el domingo de Ramos.
Nos alegramos, nos llenamos de
gozo por este Rey que viene a nosotros. Pero preguntémonos:
¿Quién es el que viene? Es
Jesucristo, el Hijo de Dios, El Verbo eterno del Padre que existía desde
siempre y que desde siempre estaba junto a Dios y es Dios. Él es nuestro Rey.
¿De dónde viene? Viene del
cielo, enviado del Padre. Viene de la eternidad.
¿A dónde viene? A Sión, a
Jerusalén, al pueblo de Israel, al mundo, a nuestra historia, a cada uno de
nosotros.
¿Cómo viene? Revestido de nuestra carne, en apariencia de
hombre, porque el Verbo se hizo carne y habitó en nosotros. Viene manso y
humilde montado en un asno. No viene con la fuerza de un rey, acompañado de un
ejército. Viene sobre un asno –animal de
las tareas cotidianas- porque él es manso y humilde de corazón.
¿A qué viene? A cumplir la
misión que el Padre le ha encomendado, porque sus obras son las que dan
testimonio, y sus obras son las obras de sus Padre.
¿Para que viene? Viene a
establecer su Reino, viene a morir por nosotros en la cruz.
¿Por qué viene? Viene para
redimirnos del pecado, para salvarnos de la muerte, para mostrarnos su amor.
Y, ¿cómo es este Rey?
Es el Rey de la verdad. Yo soy la verdad. No viene a engañarnos, ni puede engañarse.
Viene a mostrarnos el camino del cielo, a enseñarnos el rostro del Padre,
porque todo lo que ha oído eso es lo que nos dice, no lo dice por cuenta
propia, sino por aquel que lo envío. Viene a denunciar el error y la mentira,
viene a decirnos la verdad porque él es veraz.
Es el Rey de la vida. Yo soy la
vida y la resurrección, porque solo en él encontramos vida eterna, porque solo
él puede darnos vida eterna. Sólo él que ha creado nuestro corazón puede colmarlo
de felicidad.
Es el Rey santo. Un gran
profeta ha surgido en medio de nosotros
-decía la gente de Jesús-. Sus
obras son santas, en todo muestra la santidad de Dios, nada hay que pueda reprochársele.
Pasó por el mundo haciendo el bien y librando a los poseídos por el diablo.
Obró en justicia y verdad. Viene a dar cumplimiento y perfeccionar la ley de Moisés:
Sed santos y compasivos, como vuestro Padre celestial es santo y compasivo. Es más,
no sólo es Santo, sino que quiere comunicarnos su santidad a nuestras almas. Por
eso…
Es el Rey de la gracia, porque
es la misma Gracia increada. Él quiere llenarnos de vida sobrenatural, de vida
divina, para eso se tomó nuestra naturaleza para divinizarla. Y Tú, ¿cómo
siendo hombre te haces Dios? No está escrito: Seréis como dioses. Sí, él nos
hace dioses por su gracia que nos comunica en los sacramentos.
Es el Rey de la justicia porque
dio a cada uno lo que es debido: a Dios la obediencia y la satisfacción por
nuestros pecados; a nosotros, la misericordia y el perdón, a Satanás y a sus
ángeles la venganza de la cruz, con la victoria definitiva sobre el Mal.
Es el Rey del amor: pues su
reino no es de este mundo. No es un reino de poder y política, de riquezas, de tesoros,
de territorios… Su reino es sobre las almas. Un reino que se establece mediante
la alianza del amor: “cómo yo os he amado, amaos vosotros los unos a los otros”,
así sabrán que sois mis discípulos, mis siervos, mis hermanos, mis amigos, mis
herederos.
Es el Rey de la Paz porque él
ha reconciliado a los hombres con Dios pagando con el precio de su muerte la
deuda de nuestra enemistad y haciendo de su sacrificio el puente por el que
podemos ser salvados abriendo de nuevo para nosotros el Paraíso.
¡Salta de gozo, Sión! ¡Alégrate,
Jerusalén! Mira que viene tu Rey. Sí, nos alegramos y nos llenamos de gozo en
este día; y con aquellas gentes y niños gritamos “Hosanna. Sálvanos Señor. “
Porque aquel grito, esta
exclamación es la nuestra, por toda esta pandemia que nos da miedo y nos hace
sentir tan indefensos, por nuestra existencia donde tantas veces sentimos el
peso y la dureza de la vida, por nuestro pecado que se nos hace una carga
insoportable sobre la conciencia. Un grito, una oración que es también por
nuestros difuntos, por tantas personas que están muriendo estos días, muchos de
ellos, sin esperarlo, sin prepararse, sin poder contar con la presencia de un
sacerdote… Sálvalos, sálvanos, Señor, que tan alto precio has pagado por cada
uno de nosotros, que no se pierda ningún alma que a precio de tu sangre rescataste
para el reino del cielo. Hosanna. Sálvanos, Jesús.
Aclamemos a Cristo, nuestro
Rey; y que esta procesión sea signo del caminar de nuestra vidas dando gloria y
alabanza a nuestro Dios y Señor. Amén.