domingo, 19 de abril de 2020

ESTE ES EL DÍA. Homilía



ESTE ES EL DÍA. Homilía
Domingo de pascua 2020
“HAEC DIES, quam fecit Dóminus: exsultémus et laetémur in ea.”
“ESTE ES el día que ha hecho el Señor; alegrémonos y gocémonos en él.”  
Estas palabras están tomadas del salmo 117. Desde hoy y durante toda la octava serán repetidas insistentemente en la liturgia: en la santa misa y en el rezo del oficio.
Hoy es el día del Señor, el día que ha hecho, el día en que actúo: porque Jesucristo que fue crucificado ha resucitado. Es el anuncio del ángel a las mujeres: ¿Buscáis a Jesús Nazareno, que fue crucificado; pues bien, resucitó; no está aquí; ved el lugar en donde le pusieron. Cristo ha resucitado es el anuncio permanente de la Iglesia a lo largo de la historia, y es el anuncio que hoy nosotros recibimos.
Es un anuncio que ha de resonar para nuestra sociedad de hoy, para el hombre de hoy, que se ha dejado cautivar y convencer por aquellos que afirmaron la muerte de Dios. No, no es verdad. Dios no ha muerto, Él es el Resucitado, y vive para siempre.
Por eso, es la gran noticia, en este gran día, para todos aquellos que han perdido el sentido de su vida, para los que han perdido la fe, para aquellos que se encuentran esclavizados de su pecado, para todos aquellos que viven afligidos por la enfermedad y por esta pandemia, por la miseria y los problemas… Dios está vivo. Dios ha resucitado.
Este es el día en que actúo el Señor, alegrémonos y regocijémonos.
Queridos hermanos: quisiera invitaros a reflexionar sobre el simbolismo que encierran los días en que celebramos el misterio de nuestra redención.  
Si recordamos el primer texto de la creación, con el que se abre la sagrada Escritura, Dios crea todo cuanto existe en el periodo de una semana. Como sabéis, el pueblo judío como todo el oriente, siguen el ritmo de la luna para establecer los días, las semanas según las 4 fases lunares, y los meses…  En seis días Dios crea todo cuanto existe: lo escuchamos ayer en la primera lección de la Vigilia Pascual.
Al sexto día, el viernes, Dios después de crear a los animales y bestias del campo, decide a primera hora de la tarde, crear al hombre a su imagen y semejanza. Es un momento solemne, Dios se recoge y reflexiona: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Este hombre que Dios ha puesto como guardián de su creación y a quien ha creado para establecer un trato de amistad con él. “Lo hiciste poco inferior a los ángeles” –canta el salmo. Sí, Dios ha desbordado en amor en la creación del hombre y la mujer. Son la cumbre de la Creación visible, los ha dotado de la dignidad de ser su imagen y semejanza.
Jesucristo nuestro Señor es crucificado por nosotros y nuestra salvación en viernes, el día sexto de la semana, en el que Dios había creado al hombre y a la mujer. No es una simple casualidad. Dios lo quiso así. El  hombre y  la mujer pecaron, desobedecieron  al mando del Creador. En consecuencia,  perdieron inmediatamente, para sí y para todos sus descendientes, la gracia de la santidad y de la justicia originales, hallándose su naturaleza herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte, e inclinada al pecado. Dios  no quiso abandonar su Creación ni a su criatura, el ser humano, al poder de la muerte y prometió la victoria. Aquellas palabras misteriosas que dieron comienzo a la esperanza de la Salvación: un descendiente de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente.
En Jesucristo, estas palabras se cumplen. En su muerte de cruz, en viernes, el día sexto, Cristo aplasta con la fuerza de su cruz la cabeza de Satanás. Son hermosas esas representaciones en las que a los pies de la cruz con la cabeza aplastada está la serpiente. Por la cruz, Jesucristo pagó nuestro pecado, saldó nuestra deuda, venció a Satanás. Por eso, la cruz se convierte estandarte de victoria, de triunfo, en gloria de la humanidad, porque es la victoria de nuestro Rey. Es el solemne canto del prefacio de la cruz: Padre santo, es digno y de justicia darte gloria porque “pusisteis la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que de donde salió la muerte, de allí renaciese la vida; y el que en un árbol venció, también en un árbol fuese vencido por Cristo nuestro Señor.”
El viejo Adán, creado en el día sexto, y herido por el pecado bajo el arbol –y ese viejo adán es la humanidad sin Dios- ha sido restaurado en el día sexto en el Calvario en Jesucristo crucificado en el árbol de la cruz: es el nuevo hombre, el nuevo Adán, según el cual nosotros somos revivificados por la gracia a la vida nueva de los hijos de Dios.
No ha sido casualidad, encierra todo un simbolismo, todo un misterio.
Continuemos con todo esto tan grande.
El séptimo día, Dios descansó de todo cuanto había hecho. Dios vio que todo lo que había creado era bueno y descansó. Es el sábado, día solemne y grande para el pueblo judío, en el que absteniéndose de todo trabajo, rendían en su descanso culto al Dios vivo. Sábado que comienza en el anochecer de nuestro viernes, en la mente judía.
Nuestro Señor Jesucristo será acusado por no respetar la ley de Moisés, y particularmente el sábado. Jesús recordará, frecuentemente  que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios o al prójimo y es lo que él realiza con sus curaciones.  Y él, que no ha venido a abolir la ley, sino que ha venido a darle plenitud  y cumplimiento, descansará en su sepultura todo el sábado. Sábado santo en el que la iglesia –porque se han llevado a su Divino Esposo- ayuna y llora a su Señor; y acompañando a la Virgen María, Madre Dolorosa, en su soledad aguarda con esperanza de la resurrección. El atardecer que dará pasó al primer día de la semana.
Primer día de la semana, en el que solo la noche, como cantamos ayer en la Angélica, conoció y fue testigo de la resurrección de Nuestro Señor. El primer día de la creación cuando Dios creó la luz y  disipó las tinieblas y tiene su cumplimiento Cristo resucitado, Luz del mundo, que ilumina a todos los hombres, simbolizado en el bellísimo cirio pascual.
Primer día de la creación en la que todo comienza, donde la creación es restaurada, donde el hombre es redimido; porque Cristo resucitado ha recibido todo poder sobre el cielo y la tierra y él es Aquel que hace nuevas todas las cosas.
Primer día de la semana, que tendrá nombre propio: Domingo –dies Domini-  día del Señor.
Día del Señor del que habla la sagrada Escritura, sobre todo en los profetas, como día en que Dios se manifestará portentosamente,  de forma notoria. Este el día del Señor, porque el Resucitado es la manifestación de este Dios.
Día del Señor del que habla la sagrada Escritura, terrible y amargo, como día  en el que Dios se vengará de su enemigos. Sí, hoy el Dios de la venganza, se ha vengado… ¿De quién? De Satanás, del pecado y de la muerte.
Día del Señor del que habla la Escritura como día de juicio en que Dios descubrirá las intenciones del corazón de los hombres y podrá de manifiesto sus obras. La resurrección de Cristo es el día del Señor porque ya nadie puede ser indiferente ante él. Los que crean y se bauticen se salvarán, los que se resistan a creer, serán condenados. Incluso los modernos de hoy que dicen que pasan de todo y les da igual, ya han tomado parte rechazando la salvación del resucitado.
Domingo, día del Señor, primer día de la semana pero al mismo tiempo octavo día, siguiente al séptimo. Porque este primer día, se convierte en octavo porque ya la historia camina hacia su realización plena cuando Cristo vuelve glorioso al final de los tiempos. La historia no es sin sentido, un conjunto de acontecimientos aislados. La historia que comienza en el principio en Dios, tendrá también su conclusión en Dios. Él es –así lo hemos marcado en el cirio- el alfa y la omega, el principio y el fin. Dios teje nuestra historia y lleva hacia sí, hasta que todas las cosas sean recapituladas en Cristo y seamos uno en Dios.
Es la Pascua, Cristo ha resucitado. Acojamos la enseñanza del Apóstol en la epístola de la misa y vivamos vida nueva: “Purificaos de la antigua levadura, para convertiros en nueva masa como ázimos que sois. Pues ha inmolado Cristo, nuestro cordero pascual. Por tanto regalémonos no con vieja levadura, ni con levadura de malicia y de perversidad, sino con ázimos de sinceridad y de verdad.
Es la Pascua, Cristo ha resucitado. Y una vez más oigamos el mensaje del Ángel: No temáis; buscáis a Jesús Nazareno, que fue crucificado; pues bien, resucitó.