domingo, 25 de abril de 2021

NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA QUINTO: Paciencia de san José.

 


NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA QUINTO: Paciencia de san José.

 

Poniéndonos en la santa presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en esta novena, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

DÍA QUINTO

MEDITACIÓN

Paciencia de san José.

 

Composición de lugar. Contempla a san José en todos sus dolores, sufriendo con amor y con alegría por su Jesús.

 

Petición. Dame, Santo mío, el padecer con mérito para reinar con Cristo en la gloria.

 

Punto primero. La paciencia es una virtud que nos hace sobrellevar con contento y paz todos los males de esta vida por amor de Dios. La paciencia nos es necesaria para alcanzar el cielo; y no hay virtud de más frecuente ejercicio, después que por el pecado este mundo se convirtió en un valle de lágrimas. El llanto es el primer ay de dolor que exhala el hombre al venir al mundo; el padecimiento es el compañero inseparable de toda su vida; y un suspiro de dolor, un gemido y una lágrima, es lo último que derrama al salir de este destierro. Padece el niño y el anciano, el pobre y el rico, el sabio y el ignorante, el sano y el enfermo, los justos y los pecadores. Es la herencia pingüe de todos los hijos de Adán. Hagamos, pues, de la necesidad virtud, padeciendo por Jesús como san José; de lo contrario, esto es, padeciendo sin paciencia, será doble padecer para nosotros. En la vida de san José lo que más abunda, como en la de todos los allegados de Cristo, son los trabajos. El Señor, a quien más ama, da mayores trabajos, enseña la santa Josefina del morir o padecer; y como san José es una de las almas más amadas de Dios y allegadas a Él, por eso fue, después de María, la más ejercitada en padecer.

 

La vida de san José es un tejido admirable e inexplicable de dolores y trabajos insoportables. Belén, Nazaret, Jerusalén, Egipto… Basta recordar los siete principales dolores del Santo para comprender lo mucho que padeció. La vida de san José fue un prolongado y continuo martirio. Mas ¿cómo lo padeció el Santo? Con resignación, con paz, con alegría, completamente resignado a la voluntad del Altísimo… “¡Todo por Jesús, todo por Jesús!”, exclamaba a menudo el Santo bendito, el pacientísimo patriarca… “Dios mío, Tú lo has querido así, repetía en todos sus dolores, pues hágase tu voluntad santísima así en la tierra como en el cielo… Dios mío, como Tú lo quieres, yo lo quiero… Tu voluntad soberana está en medio de mi corazón… Dadme muerte, dadme vida, dadme Calvario o Tabor… que a todo diré que sí. ¿Qué mandáis, Señor, de mí?” ¡Oh pacientísimo José!, modelo de todos los que padecen, alcanzadnos la virtud de la paciencia tan necesaria para salvarnos.

 

Punto segundo. Considera, devoto josefino, que todos los descendientes de Adán venimos a padecer y morir en este valle de lágrimas, en castigo del primer pecado. Todos, todos hemos de padecer en este mundo; es sentencia de Dios, airado justamente por la prevaricación de nuestros primeros padres, y nadie la puede evadir. Si el hombre pudiese vivir sin trabajos y la mujer parir sin dolor, decía con gracia san Francisco de Sales, ya habrían ganado el pleito a Dios… No creas, devoto josefino, a los falsos engañadores que predican que el hombre ha nacido para gozar, y que debe procurar por todos los medios posibles convertir este destierro en un paraíso. Yerran, yerran los que tal dicen, porque no puede el hombre, por rico y poderoso que sea, dejar de cumplir la condena de Dios… No te tiente tampoco la paz y felicidad aparentes de que gozan los ricos y pecadores, porque bajo el manto de púrpura, y las ricas telas de Holanda, y las sedas más suaves y preciosas, hay un cuerpo mortal, pasto de gusanos, que más pronto o más tarde, como hecho de tierra, polvo es y en polvo, gusanos, ceniza, nada, se convertirá… Fode parietem, te diré con el profeta, cava, cava la pared; esto es, penetra en la casa, en la familia, en las interioridades del corazón de ese rico, de ese hombre feliz según el mundo, que parece que nada tiene que sufrir, y verás y descubrirás mil miserias, dolores y trabajos, que no los hallarás en la choza del pobre y en el que come un mendrugo de pan con el sudor de su rostro, contento de su suerte y bendiciendo al Señor. No está la felicidad del hombre en este destierro, en huir del padecer, sino en salirle al encuentro, aceptarlo, bendecirlo como un azote de Dios que al fin y al cabo es Padre amoroso que conoce lo deleznable de nuestra condición, y da las lágrimas con medida, y nunca nos envía mayores trabajos que los que podemos sobrellevar. Buen ejemplo tienes en la admirable paciencia que con su ejemplo te da san José. Haz de la necesidad virtud, y sufre todos los trabajos que Dios te envíe, si no con alegría, al menos con paciencia y resignación cristianas. Mira que todo se pasa, y con estos trabajos momentáneos, si bien los sufres, te labras un peso y corona eterna de gloria. Sursum corda. Arriba los corazones.

EJEMPLO

Si para la adquisición de las virtudes sirve mucho el buen cuidado de un sabio director, ¿qué diremos del que es dirigido por este glorioso Santo, a quien parece que ha confiado el Eterno la dirección de todas las almas de vida interior? Confirma esta verdad un testimonio auténtico de un joven, el cual en medio del siglo sabía vivir como una paloma en la cavidad de los peñascos. Hallose casualmente con él un religioso de la Compañía de Jesús, y por sus palabras conoció que estaba enriquecido con dones y gracias tan sublimes, que jamás había conocido alma alguna más perfecta. El padre quedó muy admirado, y mayormente cuando el joven le dijo que su ocupación por espacio de dieciocho años había sido la de criado, sin que jamás alguno le hubiese instruido en cosas espirituales, y con todo hablaba como un teólogo. Le preguntó el padre si era devoto de san José. A lo que respondió que hacía seis años que lo había elegido por su protector, porque así se lo había inspirado el Señor.

 

ORACIONES FINALES

PARA CADA DÍA DE LA NOVENA

 

Pídase con toda confianza la gracia que se desee alcanzar en esta Novena.

 

ORACIÓN FINAL

 Acordaos, santísimo esposo de María, dulce abogado, padre y señor mío san José, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de los que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia en este día, y me encomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Oh padre adoptivo de mi redentor Jesús! No desatendáis mis súplicas; antes bien acogedlas propicio, despachadlas favorablemente y socorredme con piedad. Amén.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía. 

Jesús, José y María, amparadme en vida y en mi última agonía.

Jesús, José y María, recibid, cuando yo muera, el alma mía.

Alabados sean los corazones de Jesús y de María, y san José y santa Teresa de Jesús. Amén.