miércoles, 21 de abril de 2021

NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA PRIMERO: Amor de san José al prójimo.


 

NOVENA A SAN JOSÉ. DÍA PRIMERO: Amor de san José al prójimo.

 

Poniéndonos en la santa presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

ORACIÓN A SAN JOSÉ

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en esta novena, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

DÍA PRIMERO

MEDITACIÓN

Amor de san José al prójimo.

 

Composición de lugar. Contempla a san José como padre de los pobres.

 

Petición. ¡Oh caritativo san José! Mira enfermo al que tú amas.

 

Punto primero. Amor de san José al prójimo. –Enseñan san Agustín, santo Tomás y todos los teólogos, que uno mismo es el amor con que amamos a Dios que aquel con que amamos al prójimo: son dos ramas de una misma raíz, dos rayos de un mismo foco, porque si al prójimo no le amamos por Dios y con Dios, ya no es verdadero amor o caridad. Siendo, pues, el amor de san José a su Dios el mayor que puede pensarse después de la Virgen María, su amor al prójimo debe ser también el mayor que podemos imaginar después del de la Reina del hermoso amor. Los ejemplos de amor al prójimo que veía el Santo en Jesús y María bastaban para inflamarle de este amor. Mas como las pruebas de amor son las obras, ¿qué hizo san José para probar su amor al prójimo? Todo lo que hizo por salvar a Jesús, por conservar su vida, es amor del prójimo, pues era su Salvador, su Redentor. Nada deseaba ni desea tanto san José como que sean conocidos y amados Jesús y María. De ellos hablaba a los pastores, a los Magos, a los egipcios, a los belemitas y de Nazaret, dándoles a conocer sus grandezas infinitas. Y cuando otra cosa no podía, oraba y se mortificaba ofreciéndolo todo para que su Jesús fuese conocido y amado y glorificado por todos. La prueba más subida de amor es orar y perdonar a los que mal nos quieren o nos han hecho daño: pues san José oraba, y perdonó de corazón a los belemitas y perseguidores de su Hijo Jesús… Dotado el Santo de un corazón noble y compasivo, de un alma buena, prevenido con bendiciones de dulzura del cielo, socorría con larga mano a los menesterosos repartiéndoles sus bienes, su salario. Solo se quedó al desposarse con María, la casita de Nazaret y un campo para su recreo. Para conmemorar la fiesta del nacimiento de Jesús, mató una buena ternera que había traído de Belén, y repartió sus carnes a los pobres. El oro y ricos presentes de los magos los repartió luego a los pobres, ofreciendo como tales un par de tórtolas o dos pichones en la presentación de Jesús al templo… San José, era en verdad, el padre de los pobres, y nadie salió de su presencia sin una limosna o una palabra de consuelo, que alegraba al triste, levantaba al caído, fortalecía al tentado, reconciliaba todos los corazones con Dios, devolviéndoles la paz y la calma. ¡Oh santo mío! Ejercita tu caridad con mi alma, que está harto necesitada. Amén.

 

Punto segundo. ¿Cuál es tu caridad con el prójimo, devoto josefino? Mira el ejemplo de san José y confúndete. Si amas al prójimo, le has de querer bien como a ti mismo. ¿Quieres para él lo que para ti, o no haces a él lo que no quieres te hagan a ti? Si amas al prójimo debes orar por él, tener celo de la salvación de su alma. ¿Cómo procuras su salvación? ¿Le das al menos buen ejemplo, o eres tal vez para él piedra de escándalo? Si amas al prójimo, has de consolarle en sus penas y socorrerle en sus necesidades. ¿Qué has hecho para aliviarle en sus trabajos? Si amas al prójimo, has de perdonarle de corazón. ¿Perdonas a tus enemigos? Si quieres conocer si amas en verdad a tu prójimo, considera detenidamente cómo le sufres: esta es la piedra de toque del verdadero amor. Amar cuando no hay que hacer ningún sacrificio, hasta los malos lo hacen; pero cuando hay que vencernos, mortificarnos, sufrir algo para probarle nuestro sincero amor, entonces solamente los que aman al prójimo por Dios saben si conviene o es necesario dar no solo la comodidad y el reposo, sino hasta la propia vida, por salvar a sus hermanos. Así lo han hecho todos los santos. Así lo hizo el Señor san José. Imítale en esta virtud de la caridad, y merecerás sin duda su protección en vida y en la hora de la muerte, y verás despachadas favorablemente todas tus peticiones.

 

EJEMPLO

Cuán poderoso y pronto sea el auxilio de san José en las tentaciones, la misma Reina de los ángeles, su esposa, nos lo demuestra en el siguiente ejemplo. Refiere el P. Barry que una devota religiosa se veía muy molestada por importunas tentaciones especialmente en su recogimiento espiritual persuadiéndose de que jamás podría obtener aquella preciosa libertad de espíritu, que es en esta vida un signo especial de los hijos de Dios. En tantas angustias recurrió a la Virgen como a su buena Madre, para hallar remedio, y le dijo: “Cuando vos, Virgen Santa, no queráis hacerme esta gracia, dignaos a lo menos inspirarme uno de los santos que vos más apreciáis, a quien pueda recurrir con toda confianza como el único protector de mi espíritu”. Apenas concluyó esta súplica cuando supo por inspiración divina, que san José era el santo más amado de la Virgen, por ser su esposo y por sus eminentes virtudes. No tardó en entregarse a la protección de este Santo, quien hizo experimentar a su devota la eficacia de su patrocinio, librándola de sus angustias, así espirituales como temporales.

 

ORACIONES FINALES

PARA CADA DÍA DE LA NOVENA

 

Pídase con toda confianza la gracia que se desee alcanzar en esta Novena.

 

ORACIÓN FINAL

 Acordaos, santísimo esposo de María, dulce abogado, padre y señor mío san José, que jamás se ha oído decir que ni uno solo de los que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia en este día, y me encomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Oh padre adoptivo de mi redentor Jesús! No desatendáis mis súplicas; antes bien acogedlas propicio, despachadlas favorablemente y socorredme con piedad. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía. 

Jesús, José y María, amparadme en vida y en mi última agonía.

Jesús, José y María, recibid, cuando yo muera, el alma mía.

Alabados sean los corazones de Jesús y de María, y san José y santa Teresa de Jesús. Amén.