VIERNES DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
El hecho de que el Señor mandó, tanto mediante el ángel, que dijo: Ved que os precede a Galilea, como por sí mismo, al ordenar: Id, anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán392, que se le viese no donde primero se había de manifestar, sino en Galilea, donde fue visto necesariamente después, invita a todo creyente atento a investigar qué misterio hay que entender ahí.
81. Pero antes hay que considerar cuándo se le pudo ver también físicamente en Galilea, puesto que dice Mateo: Los once discípulos partieron para Galilea, al monte donde les había citado Jesús, y al verlo lo adoraron, aunque algunos dudaron393. Es evidente que no fue el mismo día de la resurrección, pues Lucas y Juan atestan clarísimamente que lo vieron en Jerusalén aquel día al anochecer394, Marcos no a las claras. ¿Cómo entonces vieron al Señor en Galilea? No me refiero a la aparición referida por Juan junto al mar de Tiberíades395 —pues entonces eran siete y los halló pescando—, sino a lo referido por Mateo, cuando estaban los once en la montaña, a la que Jesús les había precedido según la predicción del ángel. Pues parece que relata que le hallaron allí, ya que les había precedido según lo establecido. Por tanto, no tuvo lugar el mismo día de la resurrección ni en los ocho días siguientes, después de los cuales refiere Juan que se apareció el Señor a los discípulos, momento en que le vio por primera vez Tomás, que no le había visto el día de la resurrección.
En efecto, si los once ya le habían visto dentro de esos ocho días en el monte de Galilea, ¿cómo es que él, que formaba parte de los once, le vio por primera vez después de ocho días? A no ser que alguien diga que allí estuvieron no aquellos doce que ya entonces se llamaban apóstoles, sino once discípulos del gran número de ellos. Sólo aquellos once eran llamados aún apóstoles, pero no sólo ellos eran discípulos. Puede darse que no estuvieran allí todos los apóstoles, sino algunos de ellos, hallándose con ellos otros discípulos hasta completar los once. De esta manera no estuvo allí Tomás, que vio al Señor por primera vez después de aquellos ocho días. En efecto, al mencionar Marcos a los once, no dijo once sin más, sino: Se apareció a aquellos once396. Lucas dice también: Regresaron a Jerusalén y hallaron congregados a los once y a los que estaban con ellos397. También éste muestra que se encontraban presentes los once, es decir, los apóstoles. Pues al añadir: Y los que estaban con ellos, manifestó suficientemente que a aquéllos se les llamaba de modo más eminente —los once—, con quienes estaban los demás, y por esto se entiende que aquéllos eran los llamados apóstoles. Pudo suceder, por tanto, que se completasen once discípulos del número de los apóstoles y de los otros discípulos, quienes viesen dentro de aquellos ocho días a Jesús en el monte de Galilea.
82. Pero sale al paso algo que ofrece resistencia. Cuando Juan menciona que vieron al Señor no los once en el monte, sino siete que estaban pescado junto al mar de Tiberíades, añade: Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos398. Pero si aceptáramos que once discípulos, cualesquiera, vieron al Señor dentro de aquellos ocho días, antes de que lo viese Tomás, no sería ésta junto al mar de Tiberíades la tercera vez que se habría manifestado, sino la cuarta. Hay que ser cautos, no sea que alguien juzgue que Juan habló de «tercera vez» como si sólo hubiesen sido tres sus manifestaciones; esto hay que entenderlo como referido al número de días, no al de las manifestaciones mismas, ni de días continuos, sino con intervalos, como él mismo atestigua.
En efecto, en el mismo primer día de su resurrección, dejando de lado la aparición a las mujeres, hecho que está claro en el evangelio, se manifestó tres veces: una a Pedro, otra a aquellos dos, uno de los cuales era Cleofás, y una tercera a muchos que estaban hablando de ello al anochecer. Juan, refiriéndolo a un único día, computa todo esto como una sola vez. De nuevo, es decir, otro día, cuando lo vio también Tomás. Por tercera vez, junto al mar de Tiberíades, esto es, el tercer día en que se manifestó, no su tercera manifestación. Por ello, después de todo eso, nos vemos obligados a entender que lo acontecido fue lo siguiente: los once discípulos le vieron, según Mateo, en la montaña de Galilea, adonde les había precedido según lo convenido, para que se cumpliese también en sentido literal lo que había predicho por medio del ángel y él personalmente.
83. Diez veces hallamos mencionado en los cuatro evangelistas que una u otras personas vieron al Señor después de la resurrección: primera, las mujeres, junto al sepulcro; segunda, las mismas en el camino al regresar del sepulcro399; tercera, Pedro400; cuarta, los dos que iban al pueblo401; quinta, numerosas personas en Jerusalén, cuando no estaba Tomás402; sexta, cuando lo vio Tomás403; séptima, junto al mar de Tiberíades404; octava, en la montaña de Galilea, según Mateo405; novena, la mencionada así por Marcos: por último, estando a la mesa, porque ya no iban a comer con él en la tierra406; décima, el mismo día, pero no ya en la tierra, sino elevado a una nube, cuando ascendía al cielo407, hecho que mencionan Marcos y Lucas. Marcos al continuar, después de la aparición cuando estaban a la mesa, con estas palabras: El Señor, después de hablarles, fue elevado al cielo408; Lucas, en cambio, omite todo lo que pudo hacer durante cuarenta días con sus discípulos y une el primer día de su resurrección, en que se apareció a muchos, con el último, en que subió al cielo, con este relato: Los llevó fuera, a Betania, y elevando las manos los bendijo. Y sucedió que, cuando los estaba bendiciendo, se separó de ellos y era llevado al cielo409. Por tanto, además de lo que le habían visto en la tierra, le vieron también cuando era llevado al cielo.
Todas esas veces se menciona en los libros evangélicos que le vieron los hombres antes de ascender al cielo, es decir: nueve en la tierra y una en el aire, al ascender.
84. Pero no todo quedó escrito, como confiesa Juan410. Su convivencia con ellos fue frecuente durante cuarenta días antes de ascender al cielo411. En cualquier caso, no se les había aparecido todos los cuarenta días de forma continua. Pues Juan dice que después del día primero de su resurrección pasaron otros ocho, tras los cuales volvió a aparecérseles412; el tercer día fue junto al mar de Tiberíades413, quizá en la fecha inmediatamente siguiente —nada lo impide—, y luego cuando quiso, informándoles, lo que había predicho ya antes, de que los precedería al monte de Galilea; y durante aquellos cuarenta días, cuantas veces quiso, a quienes quiso y según quiso. Como dijo Pedro, cuando lo anunciaba a Cornelio y a los que habían estado con él: Nosotros que comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos, durante cuarenta días414. No ha de entenderse como si hubiesen comido y bebido con él a diario durante los cuarenta días, pues contradeciría a Juan, que intercaló aquellos ocho días en los que no se dejó ver por ellos, para manifestarse por tercer día junto al mar de Tiberíades. A partir de aquí, nada se opone a que se les haya manifestado a diario y haya tenido banquetes con ellos.
Y quizá por eso se dijo: durante cuarenta días, que son cuatro por diez, simbolizando o todo el mundo o todo el tiempo secular, puesto que aquellos primeros diez días de que forman parte los ocho pueden computarse, sin desentonar, como un todo desde la parte, según la costumbre de las Escrituras.
85. Compárese también lo que dice el apóstol Pablo, para ver si plantea alguna cuestión. Dice: Resucitó al tercer día, según las Escrituras, y se aparecida Cefas415. No dijo «se apareció en primer lugar a Cefas»416, pues contradeciría a lo que se lee en el evangelio que se apareció primero a las mujeres417. Luego —dice— a doce418 cualesquiera, en cualquier hora, pero en el mismo día de la resurrección. Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez419, ya se refiera a los que estaban congregados con los once con las puertas cerradas por miedo a los judíos, y adonde entró Jesús, después de salir Tomás, ya después de ocho días420, a cualquier momento, no hay contradicción alguna. Después —dice— se apareció a Santiago: no debemos aceptar que entonces le vio por primera vez Santiago, sino que se trata de una manifestación particular a él. Finalmente a todos los apóstoles421: tampoco aquí debemos entender que se les apareció por primera vez entonces, sino que ya convivían como más íntimamente con él hasta el día de su ascensión422. Al último de todos —dice— se me apareció también a mí como a un abortivo423, pero esto ya desde el cielo, después de no corto tiempo de su resurrección.
86. Veamos ya lo que habíamos diferido, es decir: ¿Qué cosa quería significaría cuando, al resucitar, les dio, según Mateo y Marcos, este mandato: Os precederé a Galilea, allí me veréis?424 Cosa que, si bien se cumplió, fue después de mucho tiempo, no obstante que del modo de mandarlo cabía suponer que —aunque sin prejuicio de la necesidad— se debía hacer o sólo eso o eso lo primero. Sin duda, puesto que las palabras no son del evangelista que relata que así aconteció, sino del ángel por mandato divino y luego personalmente del Señor; mejor, del evangelista que lo relata, pero porque así lo dijo el ángel y el Señor, hay que asumirlo como dicho proféticamente Galilea, en efecto, se traduce o bien por «transmigración», o bien por «revelación.
Fijémonos primero en el significado de transmigración: ¿qué otra cosa se ocurre que hay que entender en las palabras: Os precede a Galilea, allí le veréis425, sino que la gracia de Cristo había de emigrar del pueblo de Israel a los gentiles? Gentiles que nunca creerían a la predicación de los apóstoles si el Señor no les preparase el camino en el corazón de los hombres. Así se entiende esto: Os precede a Galilea. El que, llenos de gozo, se admirasen, una vez resueltas y superadas las dificultades, de que se les abriese la puerta en el Señor por la iluminación de los fieles, es el significado de: —Allí le veréis, es decir, allí hallaréis sus miembros, allí reconoceréis su cuerpo vivo en quienes os acojan.
Si, en cambio, traducimos Galilea por «revelación», ya no hay que referirlo a él en la forma de siervo, sino en la que es igual al Padre426, que prometió en el evangelio de Juan a quienes le amasen, al decir: Y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo a él427. Ciertamente, no según lo que ya veían y lo que también les mostró al resucitar con las cicatrices, no sólo para que lo viesen, sino también para que lo tocasen428; igualmente según aquella luz inefable que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, según la cual luce en las tinieblas y las tinieblas no le acogen429. Nos precede allí de donde no se apartó al venir a nosotros y adonde al precedernos no nos abandonó. Aquélla será la revelación, como la verdadera Galilea, cuando seamos semejantes a él; allí le veremos como es430. Ella será también la más dichosa transmigración de este siglo a aquella eternidad, si abrazamos sus preceptos para merecer hallarnos a su derecha. Entonces, irán los de la izquierda al fuego eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna431. De aquí transmigrarán hacia allí y allí le verán, de modo distinto a como le verán los impíos. Pues será eliminado el impío para que no vea el resplandor del Señor432, y los impíos no verán la luz. Esta es —dice— la vida eterna: que te conozcan a ti, el tínico Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo433, como se le conoce en aquella eternidad a la que conduce a los siervos mediante su forma de siervo, para que, libres, contemplen la forma del Señor434.