jueves, 29 de abril de 2021

¿CÓMO HA DE SER NUESTRO SERVICIO A LA EUCARISTÍA? (9) San Pedro Julián Eymard

 


CAPÍTULO SEGUNDO

Del servicio y culto eucarísticos

 

§ I

NATURALEZA Y CUALIDADES DEL SERVICIO EUCARÍSTICO

 

El servicio eucarístico de nuestro señor Jesucristo es el primer deber de la vida del adorador.

Para ser perfecto, este servicio debe tener tres cualidades: debe ser servicio soberano, servicio de amor y servicio litúrgico. Más adelante trataremos de esta tercera condición; hablemos aquí de las dos primeras.

 

1.º Servicio soberano. –Debe anteponerse a cualquier otro servicio, porque es el servicio del soberano Señor, es el cumplimiento de la ley de Dios y el fin de la vida del hombre: “Adorarás al señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt 4, 10).

Esta es la razón por que en el altar de la exposición se suspende cualquier otro culto y se cubren las imágenes. Dios está en su trono de amor para ser único centro de todas nuestras adoraciones y de todos nuestros corazones.

El servicio eucarístico demanda que el adorador sirva a su Señor como se sirve a un rey, por puro deber, como se sirve a un padre, por puro amor. Servirle debiera ser el mayor y más apetecido galardón del hombre, el que mayor placer le procurara, porque no es admitido cualquiera para servir a la persona del soberano.

Todo lo que el adorador es y posee, su entendimiento, su corazón, su voluntad y sus sentidos, deben servir a Jesucristo, que es fin de todo el hombre y quiere que se le rinda homenaje con todo el ser para en sí mismo glorificar a todo hombre.

Cuando menos el cristiano debe a Jesucristo el servicio que se tributa a los reyes de la tierra, a quienes se sirve sin más recompensa que la del deber y de la gloria de servirles, a quienes como a más dignos se ofrece cuanto de precioso y de más digno hay. Así que el cristiano debe prestar a Jesucristo un servicio regio, debe rendirle homenaje con todas sus cualidades, con su ciencia, su arte, sus facultades y con su mismo ser.

Los servidores empleados en el servicio de la persona del mismo rey son los más honrados. Servir a la persona adorable de Jesucristo es compartir la felicidad de la santísima Virgen, madre suya; de san José su fidelísimo custodio, es estar asociado a la gloria de los ángeles. “Quién me sirva será honrado de mi Padre”, tiene dicho el salvador. ¿Puede servirse a mejor amo que a Jesucristo, ni a mayor rey que al rey de los cielos y de la tierra?

 

 

2.º Servicio de amor. –El servicio eucarístico de Jesucristo debe ser, en segundo lugar, un servicio de amor. No puede ser de otro modo. La Eucaristía es el sacramento del amor, y la gracia que a raudales fluye de Él es una gracia de amor. El amor divino inspiró su institución; por eso, también el amor ha de animar la vida del adorador. El amor tan generoso que realizó esta maravilla del amor provoca el amor del hombre. Un amor inagotable la multiplica por todas partes y la perpetúa hasta el fin de los siglos, para ofrecer al amor del cristiano un alimento siempre nuevo y proporcionar a Jesús derechos siempre nuevos a nuestra gratitud.

Por consiguiente, ha de ser intenso el amor del siervo de la Eucaristía; nunca alcanzará la altura, la profundidad, la anchura y la largura del beneficio de la Eucaristía.

Debe ser tierno su amor, tierno como el Corazón de Jesús que se le entrega.

Sea puro: debe el adorador servir a su bondadoso Señor por Él mismo, por su gloria, por su beneplácito, como el hijo sirve a padres tiernamente amados, como un piadoso caballero sirve a su rey queridísimo, como los santos sirven al Dios del cielo.

II

Pero, desgraciadamente, ¿quién piensa en el servicio de Jesús?; ¿quién se entrega a él? Un amo cuenta con servidores que le obedecen; un príncipe tiene súbditos que le honran y obedecen; un padre tiene una familia que le rodea y ama. No hay hombre en la tierra que no tenga algún servidor o amigo. ¿Y dejaremos que sea Jesucristo el único que se vea abandonado en el palacio de su gloria, en el trono de su amor en el santísimo Sacramento del altar? Sólo quedará días y noches, mientras que la antecámara de los grandes del mundo se verá llena de cortesanos y los reyes tendrán una corte brillante y una guardia de honor escogida; o si llega a tener unos cuantos adoradores, serán gente sencilla y pobre, porque los poderosos de la tierra casi no van al templo, ni los sabios le rinden obsequio con su entendimiento, ni los ricos le honran con donativos.

¡Es el Dios desconocido! ¡A menudo está abandonado hasta de los suyos!

Y, sin embargo, no reside en la Eucaristía más que para el hombre: Su amor infinito es la causa porque día y noche queda junto a las casas de los hombres con todos sus dones y ganancias del cielo.

¡Oh!, ¿por qué son los hombres tan indiferentes? ¿Por qué no hacen los cristianos para con su Dios lo que los mahometanos hacen con su profeta, los paganos con sus divinidades y los esclavos del mundo con el ídolo de su corazón y de su vida?

Si los cristianos siguen desamparando a Jesucristo en su templo, ¿cómo no les quitará el Padre celestial su Hijo tan ultrajado?

¿No es, por ventura, lo que ha hecho ya con no pocos pueblos y reinos que ahora gimen en las sombras de la muerte?

Despiértense y júntense las almas para evitar esta desgracia, la mayor de todas; háganse adoradores en espíritu y en verdad de Jesús sacramentado, formen guardia de honor al soberano de los reyes y una corte abnegada al Dios del amor.

 

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