LA DEVOCIÓN DE LA MISA. Calderón de la Barca
Verdades ciertas
no se atienda a quien las dice,
sólo a que lo son se atienda.
La ley natural, en quien
Adán su culpa lamenta,
cuando en él comprometida
toda la naturaleza
la dejó por mayorazgo
de su miserable herencia
que pan de dolores coma
y agua de lágrimas beba,
en la confesión que hace
el preste se representa
cuando fuera del altar
nos dice que el hombre fuera
de su feliz primer patria
viador gima, llore y sienta.
Compadece a Dios su llanto
y viendo que al hombre sea,
siendo como es infinita
por el objeto la deuda,
imposible que por sí
alcance a satisfacerla,
determina su bondad,
su amor, su poder, su ciencia
que hombre y Dios la satisfaga.
Dios hombre, para que tenga
lo infinito en lo infinito
conforme la recompensa.
A este fin elige el pueblo
de Israel, para ascendencia
a quien de esclavitud saca
y en Sinaí la ley le entrega
escrita, significada
en la sumisión primera
con que entra el preste al altar
que es decir que el pueblo entra
ya en tierra de promisión
con que en el introito empieza
la escrita, cuando besando
la ara el preste al misal llega
porque como ley escrita
explique que lo es el leerla.
De ella y de la natural,
patriarcas y profetas
teniendo del cielo tantas,
tan infalibles promesas,
de que había de llover
su rocío el alba bella,
de que había de cuajar
el blanco vellón sus perlas,
de que habían de medir
ángeles la escala excelsa,
siendo el hombre cuando suban
y el verbo cuando desciendan,
y en fin, que había de enviar
Dios su salud y la tierra
producir su salvador,
en dulces lágrimas tiernas
al cielo clamaron, cuyas
voces desde las tinieblas
del seno de Abraham repiten
los quiries y así se alternan
una y más veces pidiendo
misericordia y clemencia.
Vuelve Dios compadecido
a oír sus ansias, que no cierran
nunca a músicas de llanto
sus piedades las orejas
con que en fee de la esperanza
que ya va cumpliendo suena
consecutiva a los quiries
la gloria, cantando llenas
de angélicas armonías
una y otra dulce esfera
gloria a Dios en las alturas
y paz al hombre en la tierra.
Nace, pues, Cristo encarnado
en las siempre puras, bellas,
entrañas de Virgen Madre
antes del parto doncella,
doncella en el parto y
después del parto; y aunque esta
señal prometida a Acaz
de que una intacta pureza
fecunda y virgen sería
trujo tan claras las señas
de la ley de Gracia, no
por eso la escrita cesa
que ha de vivir aunque nazca
Cristo hasta que Cristo muera.
Y así la epístola dice
lo que de vida le resta,
que es el tiempo que durando
su predicación, la ciega
sinagoga ni la admite,
ni la estima, ni la precia
con que pasar el ministro
el misal de la siniestra
mano a la diestra, es decir
que por no recebir ella 640
la evangélica ley, pasa
a la gentilidad; esta
es la causa porque el coro
en la epístola se sienta
y en el evangelio en pie 645
se pone, bien como en prueba
de que ya la anciana ley
caduca, yace y flaquea
y la nueva ley está
y ha de estar siempre en pie atenta
al credo, que al evangelio
sucede, porque no fuera
bastante al fiel el oírla
sin protestar el creerla.
Y como ya entre las sombras
de luz fallecida es fuerza
haber luces, los ciriales,
con luz encendida llegan
al diácono y al credo
sigue el ofertorio en muestra
de que ya sus sacrificios
no han de ser como antes eran
de sangre de reses, siendo
en cumplimiento a la eterna
orden de Melquisedech
de pan y vino la ofrenda.
Pónese la Hostia en el ara
y en fee de que presto sea
carne y sangre de Dios hombre,
el vino y el agua mezcla
la preparación del cáliz,
significando la inmensa
divinidad en el vino
y en menos noble materia
la humanidad en el agua.
Por esto, al vino no se echa
bendición y al agua sí,
mostrando que una se eleva
por la hispostática unión
de las dos naturalezas, 680
y otra aunque se abata, siempre
bendita está por sí mesma.
Al ver aquí el preste al pueblo
que ore le absorta y le alienta;
oye el judaísmo absorto
la proposición y ciega
su obstinación se espavece
confundido de que pueda
ser que caribe de Dios
el hombre su sangre beba
y su carne coma, andando
su incredulidad tan fuera
de sí que prevaricada
en preguntas y respuestas,
tal vez maquina calumnias
y tal vez previene fiestas.
Dígalo el prefacio, pues
para darle muerte fiera
al quinto día le aplaude
diciendo «bendito sea
el que en nombre del Señor
viene» y a sus plantas puestas
olivas, palmas y ropas
una y mil veces vocea
santo, santo, santo; aquí
entorpecida la lengua
no se atreve a proseguir
que el respeto y reverencia
de los misterios que incluye
cada ápice, cada letra 710
de sacro canon me turba
sin que a articular me atreva
que el memento es la oración
que hace al padre, en que encomienda,
segundo Adán de la Gracia,
toda la naturaleza
también en él comprehendida
en fee de cuya obediencia,
refiriendo las palabras
de la sacramental cena,
el preste obra el sacramento
que Él obró con la suprema
delegada potestad
que Dios a Pedro le entrega
y Pedro a sus sucesores
vicedioses de la tierra,
para que comunicada
a los obispos se extienda
a sus sacerdotes, dando
a cinco palabras fuerza
tan superior que a sus manos
baje Dios. ¡Oh!, aquí enmudezca
otra vez sin que pronuncie
que la consagración hecha
es el levantar la Hostia
levantar la cruz y en ella
pendiente de tres escarpias
puesto Dios a la vergüenza;
con la diferencia solo
(si en Dios se da diferencia)
que allí fue cruenta oblación
y aquí oblación incruenta.
Vuelva, pues, a enmudecer
sin que ni aun a pensar vuelva
que es la sangre que derraman
sus rotas heridas venas
la que alza el cáliz, corriendo
en agua la sangre envuelta
de su costado los siete
sacramentos de su Iglesia;
que el partir después la Hostia
es el dividirse aquella
divina alma del humano
cuerpo, siendo la pequeña
partícula que da al cáliz
significación perfecta
de que la divinidad
en el sepulcro se queda
unida al cuerpo y unida
al alma, quedando entera,
también va entera a romper
de los infiernos las puertas;
que volver las dos mitades
a unirse en la Hostia postrera
es volver a unirse cuerpo
y alma en la suma, en la excelsa
resurrección suya, siendo
el quitarse allí la hijuela
que al cáliz cubre quitarse
de su sepulcro la piedra;
con que el consumirle haciendo
que a la vista desparezca
es subirse al cielo donde
por siglos de siglos reina.
Y pues no puedo atreverme
yo a tan sagradas materias,
baste decir que el hacer
que el ministro el misal vuelva
a su primero lugar,
es decir que en la postrera
edad la predicación
volverá para que sea
sólo un pastor y un rebaño
el que todo el orbe tenga,
el día que el evangelio
último en que Juan empieza
que en el principio era el verbo
y acaba en que el verbo sea
carne, confesemos todos
que hombre y Dios será el que venga
en la última bendición
a juzgarnos. De manera
que continiendo la misa
la ley que culpas confiesa,
la que preceptos escribe,
la que méritos aumenta,
siendo el nombre de misal
traducido de la hebrea
frase «hacimiento de gracias»
y de la latina lengua
misa «enviada oblación»
del Hijo al Padre en ofrenda.
El no oírla cada día
no solamente es tibieza
del perezoso, sino
descortesía grosera
que se hace a Dios, pues de veinte
y cuatro horas que le entrega
de vida cada día, aún no
le sabe volver la media.