XX DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, fue Jesús otra
vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un
funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a
Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba
muriéndose. Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El
funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le
contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se
puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole
que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le
contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». El padre cayó en la
cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y
creyó él con toda su familia.
Jn 4, 46-53