SU MAJESTAD ES BUEN
PAGADOR, SI LE HACEN BUEN HOSPEDAJE
Mas sé de
esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni
más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor,
procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este
Señor en su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le
era posible, y entrábase con El. Procuraba recoger los sentidos para que todos
entendiesen tan gran bien, digo, no embarazasen al alma para conocerle.
Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con
los ojos corporales le viera en casa del fariseo. Y aunque no sintiese
devoción, la fe la decía que estaba bien allí.
Porque, si no nos
queremos hacer bobos y cegar el entendimiento, no hay que dudar; que esto no es
representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz
o en otros pasos de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como
pasó. Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en
otra parte mas lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor
natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos
lleguemos a El. Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas
sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de
mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa?
Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje. (C 34,
7-8)