YA NO QUIERO QUE TENGAS CONVERSACIÓN CON
HOMBRES, SINO CON ÁNGELES
Un día que había hecho mucha oración
suplicando al Señor que me ayudase a agradarle en todo, mientras estaba rezando
el himno, me vino un arrobamiento tan repentino que casi me sacó de mí, de lo
que no pude dudar porque fue muy notorio. Fue la primera vez que el Señor me
hizo esta merced de arrobamiento. Y entendí estas palabras: "Ya no quiero
que tengas conversación con hombres, sino con ángeles" (V 24, 5).