"Para ser verdaderamente devotos de María, debemos esforzarnos más por imitar sus virtudes, que ella nos has dejado como luminosos ejemplos, preferentemente eran la humildad, la pureza, la paciencia, caridad.
La humildad, por lo que agradó al Todopoderoso, que la ha hecho bendita entre todas las naciones y la ha elevado a la más alta dignidad a la que la criatura humana puede elevarse.
La pureza, que refina el espíritu y la hizo digna de contemplar cara a cara al Dios-Hombre que reflejó sobre ella sus perfecciones divinas.
La paciencia, que templó su alma con tal heroísmo de fortaleza para entregarla como otro mártir, Reina de los mártires.
Por último, la caridad, que fue siempre la llama vivificadora de su vida, más celeste que terrena,
más divina que humana, y el último aliento de su delicado espíritu."
Carta Pastoral de Cuaresma, 1931