miércoles, 11 de enero de 2023

12 de enero. JESÚS CRECÍA EN SABIDURÍA Y EN EDAD. San Alfonso María

12 de enero

JESÚS CRECÍA EN SABIDURÍA Y EN EDAD

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

12 de enero

JESÚS CRECÍA EN SABIDURÍA Y EN EDAD.

 

El evangelista san Lucas, hablando de la permanencia de Jesús en Nazaret, dice: Y Jesús crecía en sabiduría y en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. (Lc 2, 52).

Así como Jesús iba creciendo en edad, así crecía en sabiduría. No porque con los años fuese adquiriendo mayor conocimiento de las cosas, como nos sucede a nosotros, pues que, desde el primer momento de su vida, Jesús estuvo lleno de toda la ciencia y sabiduría divina, estando escondidos en él todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, según San Pablo.

Pero, se dice que crecía, porque iba con la edad siempre manifestando más su sublime sabiduría. Del mismo modo se entiende también que Jesucristo crecía en gracia delante de Dios y de los hombres, pues en cuanto Dios, aunque todas sus acciones divinas no le hiciesen más santo, ni le aumentasen mérito, estando desde el principio en su plenitud; no obstante, las operaciones del Redentor eran, por sí, todas suficientes para acrecentarle la gracia y el mérito. Crecía, además, en la gracia delante de los hombres, aumentándose su hermosura y amabilidad.

¡Oh, y como se mostraba siempre más precioso Jesús y más amable en su juventud, haciendo conocer, de cada día, más las bellas cualidades por las que debía ser amado! ¡Con qué alegría el santo jovencito obedecía a María y a José! ¡Con qué recogimiento de espíritu trabajaba! ¡Con qué parsimonia y modestia se alimentaba! ¡Con qué compostura hablaba! ¡Con qué dulzura y afabilidad conversaba con todos! ¡Con qué devoción oraba!

En suma, toda acción  toda palabra, todo movimiento de Jesucristo enamoraba y hería el corazón de cuantos le contemplaban y, especialmente, el de María y el de José que tuvieron la dicha de tenerle siempre al lado.

¡Oh, y cómo estaban los santos Esposos siempre atentos a contemplar y admirar todas las operaciones, las palabras y los gestos de aquel Hombre Dios!

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Creced, pues, amado Jesús, creced por mí. Creced para enseñarme con vuestros divinos ejemplos todas las virtudes. Creced para consumar el gran sacrificio sobre la cruz, del cual depende mi salvación eterna.

¡Ah! Haced, ¡oh, mi Señor! que yo también crezca siempre en vuestro amor y en vuestra gracia. ¡Miserable de mí, que hasta aquí he crecido siempre en ingratitud hacia Vos, que tanto me habéis amado! En adelante haced que suceda todo lo contrario. Vos sabéis mi debilidad y habéis de darme luz y fuerza. Hacedme conocer las bellas prendas que tenéis para ser amado. Sois un Dios de infinita hermosura y bondad, que no habéis rehusado bajar a esta tierra y haceros hombre por nosotros, llevando una vida humilde y penosa, terminándola después con una muerte cruel.

Y, ¿dónde podíamos encontrar un objeto más amable y amante que Vos? ¡Insensato! En el tiempo pasado no he querido conoceros y por esto os he perdido. De ello os pido perdón, lo detesto con toda el alma y resuelvo ser todo vuestro. Pero, Vos, ayudadme. Recordadme siempre la vida trabajosa y la muerte amarga que habéis sufrido por mi amor.

Dadme, pues, luz y dadme fuerza. Cuando el demonio me presente algún fruto vedado, hacedme fuerte para despreciarlo. No permitáis que, por cualquier vil y momentáneo interés, os pierda yo, bien infinito.

¡Os amo, Jesús mío, muerto por mí! ¡Os amo, bondad infinita! ¡Os amo, enamorado de mi alma!

María, Vos sois mi esperanza. Por vuestra intercesión, confío amar de hoy en adelante y para siempre a mi Dios y de no amar a otro que a Dios.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.