5 de enero
NACERÁ PARA VOSOTROS EL SOL DE JUSTICIA, Y LA SALUD BAJO SUS ALAS.
Mlq 4, 2
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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NACERÁ PARA VOSOTROS EL SOL DE JUSTICIA, Y LA SALUD BAJO SUS ALAS.
Mlq 4, 2
Vendrá vuestro Médico, dice el Profeta, a sanar a los enfermos y vendrá veloz como ave que vuela y cual sol que al asomar en el horizonte envía al momento su luz al otro polo.
Pero, he aquí que ya ha venido. Consolémonos, pues, y démosle gracias, dice san Agustín, porque ha bajado hasta el lecho del enfermo, lo cual quiere decir, hasta tomar nuestra carne; puesto que nuestros cuerpos son los lechos de nuestras almas enfermas.
Los otros médicos, por mucho que amen a los enfermos, sólo ponen todo su cuidado por curarlos, pero ¿quién, por sanarlos, toma para sí la enfermedad?
Jesucristo sólo, ha sido aquel médico que se ha cargado con nuestros males, a fin de sanarlos. No ha querido mandar a otro, sino venir Él mismo a practicar este piadoso oficio para ganarse nuestros corazones. Ha querido, con su misma sangre, curar nuestras llagas y, con su muerte, librarnos de la muerte eterna de que éramos deudores. En suma, ha querido tomar la amarga medicina de una vida continuada de penas y de una muerte cruel para alcanzarnos la vida y librarnos de todos nuestros males. El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo tengo de beber? Decía el Salvador a Pedro. (Jn 18, 11). Fue, pues, necesario, que Jesucristo abrazase tantas ignominias para sanar nuestra soberbia. Abrazase una vida pobre para curar nuestra codicia. Abrazase un mar de penas, hasta morir de puro dolor, para sanar nuestro deseo de placeres sensuales.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Sea siempre loada y bendita vuestra caridad, Redentor mío. Y ¿qué sería de mi alma tan enferma y afligida por tantas llagas si no os tuviese a Vos, Jesús mío, que me podéis y queréis sanar? ¡Oh! Sangre de mi Salvador, en ti confío; lávame y sáname. Me arrepiento, amor mío, de haberos ofendido. Vos, para manifestarme el amor que me tenéis, habéis llevado una vida tan atribulada y sufrido una muerte tan amarga Yo quisiera manifestaros también mi amor; mas ¿qué puedo hacer miserable enfermo y tan débil?
¡Oh, Dios de mi alma! Vos podéis curarme, y hacerme santo, pues sois todopoderoso. Encended en mí un gran deseo de daros gusto. Renuncio a todas mis satisfacciones por agradaros, Redentor mío, que merecéis ser complacido a toda costa. ¡Oh, sumo Bien! Yo os estimo y os amo sobre todo bien. Haced que os ame y que os pida siempre vuestro amor. Hasta aquí os he ofendido y no os he amado porque no he solicitado vuestro amor.
Este busco ahora y os pido la gracia de buscarlo siempre. Oídme, por los méritos de vuestra Pasión.
¡Oh, Madre mía María! Vos estáis siempre dispuesta para oír a quien os ruega. Vos amáis a quien os ama. Yo os amo, pues, Reina mía. Alcanzadme la gracia de amar a Dios y nada más os pido.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.