LAS IMÁGENES DEL SEÑOR AYUDAN EN NUESTRO
TRATO CON ÉL
Tenía tan poca habilidad para con el entendimiento representar
cosas, que si no era lo que veía, no me aprovechaba nada de mi imaginación,
como hacen otras personas que pueden hacer representaciones adonde se recogen.
Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre. Mas es así que jamás le pude
representar en mí, por más que leía su hermosura y veía imágenes, sino como
quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que está
con ella porque sabe cierto que está allí (digo que entiende y cree que está
allí, mas no la ve), de esta manera me acaecía a mí cuando pensaba en nuestro
Señor. A esta causa era tan amiga de imágenes. ¡Desventurados de los que por su
culpa pierden este bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si le amaran,
holgáranse de ver su retrato, como acá aun da contento ver el de quien se
quiere bien. (V 9,6)