COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Forma Extraordinaria del Rito Romano
“¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro” (S. Andrés de Creta, Sermón 10, sobre la Exaltación de la Santa Cruz: PG
97,1020). En este día en el que la liturgia de la Iglesia celebra la
fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Evangelio que acabamos de
escuchar, nos recuerda el significado de este gran misterio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres (cf. Jn 3,16). El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cf. Fil 2,8).
Por su Cruz hemos sido salvados. El instrumento de suplicio que mostró,
el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado
en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y
de paz. “Para ser curados del pecado, miremos a Cristo Crucificado”, decía San Agustín (Tratado sobre el Evangelio de san Juan, XII, 11). Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna.
La Iglesia nos invita a levantar con orgullo la Cruz gloriosa para que
el mundo vea hasta dónde ha llegado el Amor del Crucificado por los
hombres, por todos los hombres. Nos invita a dar gracias a Dios porque
de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este
árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el
exaltado en la gloria. Sí, “venid a adorarlo”. En medio de nosotros se
encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien
invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza.
Benedicto XVI