+ En el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongamos nuestro corazón para
meditar los Dolores de Nuestra Santísima Madre. Estamos en presencia de Dios,
humildemente reconozcamos las heridas que nuestras faltas provocaron al Sacratísimo
Corazón de Jesús, y al Inmaculado Corazón de nuestra Madre.
*** Por decreto de S.S. León XIII, el rezo de la corona satisface el rezo
del rosario.
1º dolor: La profecía del anciano
Simeón.
¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús
en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al
oírle decir: "Este niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de
Israel, y una espada traspasará tu alma". De este modo quiso el Señor
mezclar tu gozo con tan triste recuerdo.
Padrenuestro y
7 avemarías
2º dolor: La huída a Egipto.
¡Oh, Virgen querida!, quiero acompañarte
en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en
compañía de San José para poner a salvo la vida del niño Dios.
Padrenuestro y
7 avemarías
3º dolor: El Niño creído perdido
y hallado por sus padres.
¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y
calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas
derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja,
las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para
contigo.
Padrenuestro y
7 avemarías
4º dolor: María en la calle de
la amargura.
Verdaderamente, calle de la amargura fue
aquella en que encontraste a Jesús desgarrado, cargado con la cruz que se hizo
responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer.
¡Pobre Madre! Quiero consolarte
enjugando tus lágrimas con mi amor.
Padrenuestro y
7 avemarías
5º dolor: La Crucifixión de
Jesús.
María, reina de los mártires, el dolor y
el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al
contemplar la crueldad de aquellos duros clavos traspasando los pies y manos
del Salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Dolor cumbre de tu corazón. ¡Oh,
María! Jesús acaba de morir, y el centurión, con su lanza se acerca a la cruz,
y a tu vista, sin el menor reparo, raja cruelmente aquel corazón amante. No
sintió Jesús el dolor, pero en aquel corazón vivía un amor infinito. Aquella
herida la recibiste con dolor y amor. He aquí la profecía de Simeón. Ha sido
esto por mis pecados, pero desde entonces eres Madre mía, refugio mío... Cómo
no amarte. Perdón, y misericordia.
Padrenuestro y
7 avemarías
6º dolor: Descienden a Jesús de
la Cruz.
Mira a Jesús, acribillado de heridas,
desangrado, coronado de espinas... Virgen mía, sólo podré aliviarlo dejando de
pecar.
Padrenuestro y
7 avemarías
7º dolor: La sepultura de Jesús.
«José de Arimatea, después de bajarlo de
la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la
roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya
comenzaba el sábado». (Lc. 23, 53-54)
Padrenuestro y
7 avemarías
Se termina recitando la Salve.